Dijo Gandhi que la violencia es el miedo a los ideales de los demás, y observando al conflictivo grupo que Argelia inspiró y sufragó para lograr una salida al Atlántico a través del Sahara Occidental, es fácil advertir cuanta verdad encierra la frase.
La violencia está presente en todo lo relacionado al Frente Polisario, grupo que lidera la “lucha” por el Sahara Occidental, e impregnan inclusive en las palabras que dedican a sus detractores.
Según analistas de la situación del Magreb, el yihadismo también avanza de manera alarmante en los campamentos de refugiados y deportados saharauis en Tinduf (Sáhara argelino).
Decenas de miles de personas viven pasan permanentes penurias en los campamentos solventados por Argelia y ciertas ONG fantasmas que lucran con el conflicto del Sahara, en medio del desierto, donde subsisten pidiendo ayuda internacional y solidaridad para una causa sin visos de éxito alguno.
La malversación de esa ayuda, para mayor desánimo, fue denunciada por France Libertés, ONG que fue creada por la difunta Danielle Mitterrand, esposa del que fue presidente de Francia, François Mitterrand.
La mayoría de los “saharauis” viven en estos campamentos en una condición muy cercana a secuestrados, en medio de dolorosas precariedades y necesidades, tan sólo para justificar el lucro de los dirigentes del Polisario y de la denominada República Árabe Saharaui Democrática (RASD), fantoches al servicio de los generales argelinos que se dan la gran vida con el pretexto de una lucha independentista sin destino.
Aunque el Frente Polisario desmiente sus vínculos con el terrorismo y acusa a medio mundo de estar manipulado por los servicios secretos marroquíes, el oro del rey de Marruecos o el majzen, lo cierto es que la frustración que embarga a la juventud y el libreto fanatizado del Polisario constituye un criadero de radicalismo.
Muchos jóvenes saharuis que han sido ganados por el desencanto, y ya no creen en Mohamed Abdelaziz, advierten que algunas mezquitas de Tinduf se han convertido en lugares donde los yihadistas reclutan a seguidores para unirse al combate. Según ‘futurosaharaui’, la dirección del movimiento independentista se plantea enviar imanes a la wilaya (provincia) argelina de Adrar para que reciban una formación islámica moderada, hecho que ya en sí implica preocupación en filas del Polisario por el creciente yihadismo. La misma ONU, en su último informe sobre el conflicto saharaui alertó sobre “una frustración cada vez más grande en las poblaciones de los campos de Tinduf, sobre todo entre los jóvenes”, y destacó la existencia de “importantes actividades criminales y extremistas en la región”. Incluso un dirigente del Polisario residente en España reconoció que “en Tinduf hay jóvenes que se han dejado manipular por los yihadistas, porque los extremistas están entre nosotros como en todos partes”,
Los antecedentes de violencia en filas saharauis son bien conocidos.
Para dimensionar la tendencia, basta recordar que décadas atrás, un grupo de estos extremistas fueron tan audaces como para abrir fuego contra el patrullero naval español Tagomago P22, matando a uniformados a bordo, o mencionar que el mismo territorio continental de España aparece en un mapa de propaganda del Estado Islámico como ocupado por infieles. En la serie de atentados terroristas perpetrados por estos extremistas, también perdieron la vida decenas de civiles españoles y ciudadanos de otras nacionalidades que simplemente ejercían su oficio de pescadores, mineros o camioneros.
No es muy fácil comprender que a medida que su discurso se radicaliza y la causa “saharaui” se torna políticamente más marginal, crecen las posibilidades de incubar yihadistas en sus filas, con más razón considerando la sensación de impotencia que los embarga al ser ignorados por la comunidad internacional. Tal es su autismo, que no advierten que sus inflamadas consignas sólo las publica su propia prensa militante a través de su propia agencia informativa.
La violencia es también, como expresara Isaac Asimov, el último recurso del incompetente. La incapacidad del Polisario para convencer de la justicia de su “causa” en el Sahara Occidental, es un buen ejemplo.
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