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'Escribir es una forma de vida'

Gabriel Ruiz-Ortega, escritor
Redacción
sábado, 13 de octubre de 2007, 12:08 h (CET)
Hoy, traemos a las páginas del Diario del Siglo XXI, a nuestro colaborador en tareas de crítica literaria y también escritor, Gabriel Ruiz Ortega, nacido en Lima (Perú), allá por el año 1977. Gabriel ya es toda una realidad de las letras peruanas actuales, a pesar de su juventud, y a través de nuestras preguntas y, sobre todo, de sus respuestas, vamos a conocerle un poco más.




Gabriel Ruiz-Ortega.
Foto: Daphne Carlos.


Herme Cerezo / SIGLO XXI

¿Qué es escribir para ti: una afición, una forma de vida...? ¿Eres un letraherido?

Es una forma de vida. Supongo que esto se debe a que siempre he estado rodeado de libros en mi casa. Y como suele ocurrir, el escribir es la extensión del placer que te genera la desaforada lectura, además, lo que más amo es escribir, siento un gran vacío cuando no lo hago. Y sí, soy un letraherido (me encanta esa palabra). Soy de la idea de que cualquiera que se dedique a este oficio tiene que serlo, me es inaceptable que sea lo contrario.

Cuéntanos un poco tus comienzos, el público español, tus futuros lectores, deben conocerlos.

Bueno, supongo que será como los inicios de todo el mundo. Empecé escribiendo para revistas locales, hacía reseñas, escribía artículos, crónicas, realizaba entrevistas a escritores, etc. Sin embargo, no poca gente creía que yo escribía poesía por el hecho de que un buen tiempo paraba bastante con poetas. Iba mucho a recitales de poesía, a bares y discotecas, matando la noche con toda clase de botellas de alcohol y demás estimulantes de ocasión. Y clandestinamente escribía prosa, bastante, de manera torrencial y desordenada. Y bueno, se dio la posibilidad de que se publique La cacería.

Sudamérica, Perú en concreto, parece un vivero inagotable de escritores. Tras el llamado ‘boom’ sudamericano de los años sesenta-setenta, ¿tú en qué generación de plumíferos te encuadras?

Los escritores del Boom siguen siendo insuperables, sigo muy de cerca lo que se publica en Latinoamérica. Si bien es cierto que hay obras importantísimas aparecidas en estas últimas décadas, es menester aclarar que estas no superan lo hecho por los narradores del Boom. Hasta que eso no ocurra, seguiremos siendo deudores de lo mejor que dio Latinoamérica el siglo pasado. Además, el Boom no solo fue importante para la literatura de esta parte del mundo, sino que fue clave para refrescar la temática de la literatura española, ¿qué sería hoy de la literatura española sin la influencia del Boom?, absolutamente nada de nada. Ahora, me siento bien y estimulado en la generación de nuevos narradores de mi país. Como nunca antes hay una camada que derrocha talento y formación, y eso que la gran mayoría recién tiene un libro publicado, y lo bueno es que el camino está trazado para que dentro de un tiempo se escriban obras referenciales. Solo es cuestión de esperar.

Detrás de todo escritor o antes de un escritor, existe un lector. ¿Qué lecturas nutren la mente y la vida de Gabriel Ruiz-Ortega?

Leo bastante, pero siempre hay libros a los que vuelvo porque me son necesarios no solo por factores literarios, sino también por fundamentadas razones existenciales. Me es imposible ver la vida si no releo cada dos años Las ilusiones perdidas, de Balzac; o Gargantúa y Pantagruel, de Rabelais. Y están los libros que me han llevado a escribir, como El palacio de la luna, de Auster; Miedo y asco en Las Vegas, de Thompson; las sagas del detective Carvalho, de Vázquez Montalbán; todo Ellroy, todo Vargas Llosa, todo Pérez-Reverte; y autores necesarios como Bukowski, Fante, Aragon, Robins, Glez, Roth, Chandler, Kerouac. En fin, son demasiados, tampoco quiero mostrar un catálogo. Solo digo que un escritor no escribe de la nada, cada cual tiene un canon personal, este puede ser diverso, sin ningún hilo conductor, y uno sabe cuán necesarios son para sendos proyectos narrativos.

¿Cuál es tu metodología para escribir: planificas o te dejas llevar?

Planifico lo esencial: principio y final. Luego, me dejo llevar, además, en el mismo proceso pueden ocurrir cambios, pero estos no se dan si es que no tienes una idea general de lo que quieres contar. No sé, pero me siento incapaz de escribir cuentos, sencillamente no puedo, me es muy difícil. Por eso estoy convencido de que siempre escribiré novelas, creo que el mismo hecho de escribirlas es el mayor placer que pueda sentir. Además, hace un tiempo le escuché decir a Pérez-Reverte que uno no puede atreverse a escribir novela si es que no se conoce bien el siglo de la novela, el XIX. Conocer la novela decimonónica es fundamental, no sé qué hubiera sido de Joyce, Faulkner o Nabokov si no hubieran tenido un conocimiento cabal de lo escrito en el XIX. Imagínate, cuando lees las novelas de Faulkner y las analizas en conjunto no tardas en darte cuenta que estás ante un patente homenaje a La comedia humana, o sea, Faulkner renovó la estructura convencional de la novela partiendo de un conocimiento de causa esencial.

Relacionado íntimamente con la anterior: escribir es ¿inspiración o trabajo?

En el caso de la novela es netamente trabajo, requiere de mucha disciplina interior y constancia. No conozco caso alguno de renombre e importancia que haya escrito una novela a punta de inspiración. A lo mejor la inspiración sirva en cuento y poesía, pero no sé, no escribo esos géneros, pueda que peque de prejuicioso.

¿Rompes muchos papeles o te viene todo fluido?

Todo lo escribo en la pantalla de la PC. Lo que sí hago es tomar notas que sé que me pueden ayudar en un momento determinado. Digamos que las ideas me vienen con mucha facilidad y el trabajo consiste en seleccionar las ideas que valgan la pena, esto es también una lucha con uno mismo. Si bien es cierto que la novela es la parcela más libre que hay, no debe abusarse de esa libertad, si quieres hacer algo original, y como ya lo dije, tienes que saber qué es lo quiebras. Y eso sí, hoy en día, aunque no lo parezca, se escribe mucho más en la pantalla de la PC que cuando se escribía a mano o en máquina de escribir.

Háblanos de ‘La cacería’, ¿de dónde te surgió la idea para tu primera novela?

La cacería cuenta tres historias: la de un par de agentes de la dictadura de Fujimori, la del periodista Óscar Gómez y la de quien cuenta la novela. Pero esto no hubiera sido posible si es que no me hubiese encontrado en un bar de mala muerte en La Victoria –distrito populoso de Lima- a donde llegué no sé cómo, pero lo que sí recuerdo fue que al despertar me encontré con un par de sujetos de porte militar en la misma mesa en la que estaba yo, ambos estaban hablando de la edición de unos videos pornográficos y a cada rato mencionaban al Doc y al Presidente. Recuerdo que me puse a beber con ellos hasta que salió el sol, y me contaron cosas realmente alucinantes. Ahora, no sé si eran agentes de verdad, a lo mejor eran unos militares frustrados que querían impresionarme, pero aún así, lo que escuché me sirvió para tener la idea base de La cacería. Llevaba tiempo dándole vueltas a un argumento sobre la dictadura de Fujimori y su asesor Montesinos, y no encontraba novela alguna en la que se haya relatado esa relación sórdida entre ese par de sujetos, pero las cosas suceden por algo puesto que en esos meses Alonso Cueto publica Grandes miradas, novela que me gustó mucho, y a raíz de dicha lectura fue que me sentí libre para abordar la historia que tenía en mente.

Desnúdate un poco, ¿qué hay de real y qué de ficticio en tu novela?

Casi todo es real, hay personajes fácilmente reconocibles en sus páginas. Leí mucho sobre el tema, no por fines literarios, sino por un interés personal. Por desgracia, en Perú la gente se deja llevar más por lo que se dice en las calles, en los bares y en los baños. Si quería saber a cabalidad de esa época, tenía que hacerlo bien. Claro que en algunos casos he tenido que camuflar, al punto que tuve que hacer uso de no pocos apellidos maternos y jugar con la ubicación de ciertos espacios. Cada personaje tiene algo de mí, y la atmósfera representada es lo que siempre me ha obsesionado. Lo que sí me gustaría decir es que yo estoy en contra del aborto, salvo excepciones bien fundamentadas. Quienes lean la novela se darán cuenta por qué lo digo.

Varios años después de la desaparición de Fujimori y Montesinos, ¿quedan huellas en la sociedad peruana de su presencia al frente del país?

Fujimori y Montesinos no han desaparecido. Montesinos está una supuesta cárcel de máxima seguridad, y el cobarde y cleptómano de Fujimori se da la gran vida en Chile. Esto es algo que me fastidia mucho puesto que el actual gobierno de Alan García no hace nada por agilizar la extradición de ese ladrón, y en parte entiendo esta actitud de García ya que fue él quien ayudó a Fujimori a llegar a la presidencia, y el partido político de Fujimori es ahora un aliado clave del actual gobierno. García está meciendo al país con estupideces, no ha hecho nada concreto que valga la pena resaltar, y el luchar contra la corrupción jamás ha sido una de sus características. Lamentablemente, lo dejado por Fujimori y Montesinos es una estela de podredumbre moral que afectará a varias generaciones de peruanos.

Algunos personajes de ‘La cacería’ son descarnados, faltos de escrúpulos, ¿van tipos así sueltos por las calles del Perú?

Yo creo que en todo lugar hay gente inescrupulosa, desde aquellos que ejercen sus bajezas desde el poder hasta aquellos que se refocilan en ella en la vida diaria. Lógicamente que lo de Fujimori se hizo sentir más por el mero hecho de que su gobierno se caracterizó por ejercer el terrorismo de estado a través de grupos paramilitares como Colina y un servicio de inteligencia que tenía la función de amedrentar, extorsionar y asesinar a quien fuera un peligro para sus planes de perdurabilidad. Ni hablar de la sujeción del Poder Judicial, pero esto no es nada en comparación al plan de embrutecimiento y desinformación que llevaron los canales de televisión, las radios y no pocos diarios.

Pero tus inquietudes no se circunscriben sólo a la literatura. ‘La cacería’ es también un repaso al bagaje cultural que te envuelve, hablas en ella del cine y, especialmente de la música, ¿eres un hijo del pop y del rock?

Me gusta bastante la música, en especial el rock. No hago absolutamente nada si no estoy escuchando música. Salgo mucho a discotecas en las que se pongan cosas de Joy Division, Happy Mondays, Aviador Dro, New Order, The Ocean Blue, Café Tacuba, etc. Creo que todos necesitamos de una banda sonora personal, y mi banda sonora que me seguirá hasta el fin de mis días es el álbum Quadrophenia de The Who. Ese álbum me salvó la vida. Además, me gusta compartir música, tanto así que con Miguel Rivera y mi pata Daniel Salas administramos La caverna, un blog en el que colocamos videos musicales que valen la pena. Pero paradójicamente, a la hora de escribir ficción, prescindo del rock para dejarme llevar por Las variaciones Goldberg, en la versión del hechicero Glenn Gould.

El tráfico de drogas y su conexión con el poder también se reflejan en tu novela, ¿tan terrible es la situación en Perú sobre este tema tan espinoso?

Imagínate que se usaba el avión presidencial para transportar droga. Sin embargo, creo que esto no es una situación que se haya vivido solo en Perú, estoy convencido que también sucede en otros países de la región. Lo que pasa es que cuando se dieron a conocer los videos que tumbaron a la dictadura empezó a cristalizarse lo que fluía como sospecha o habladuría. Fue un golpe durísimo para quienes defendían y exaltaban los supuestos logros de Fujimori, pero aún así, la gente es desmemoriada ya que ahora hay un porcentaje significativo de la población que extraña a Fujimori.

Ejerces la crítica en el “Diario del Siglo XXI” y también en tu país, ¿qué tal han ido las críticas vertidas sobre tu ‘ópera prima’?

Me considero un escritor que escribe sobre libros que le gustan, e intento ser muy objetivo, y sé que aún me falta aprender bastante, y eso es lo sustancial, seguir aprendiendo, ergo, seguir leyendo torrencialmente, me encanta como no tienes idea. Con relación a las críticas de mi novela no me gusta decir mucho, no soy un onanista que ventile de lo bien que se habla de La cacería, ni mucho menos un despechado que dispara contra quienes hayan escrito mal de mi libro. La crítica está desde siempre, y sean cuales fueran los comentarios, estos jamás me van a afectar. Gracias a Dios estoy curado contra eso. El verdadero escritor tiene que estar dispuesto a soportar lo que sea. Y tiene que saber guardar mesura a la hora de los elogios. Hace un tiempo le escuché decir a Roberto Bolaño que le parecía patético que los escritores se esfuercen por ser inmortales, que eso era una burda ilusión puesto que todos los escritores están condenados al olvido, y que esto se verá en el gran futuro, en el que Shakespeare y menganito serán prácticamente lo mismo. Bueno, hay muchísimas cosas que dijo Bolaño en vida, era un soberano bocón, pero en esto, en especial, le doy toda la razón. Lo importante es vivir hacia adentro, en preocuparme en lo que realmente importa: leer, escribir y vivir.

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