El próximo año 2015 se conmemora el quinto centenario del nacimiento de Santa Teresa de Jesús. Esta religiosa y reformadora admirable ha dado un ejemplo de vida que, realmente, es asombroso por el esfuerzo y la tenacidad desplegada, y por el respeto a los demás, y por su amor, tolerancia y bondad, virtudes que manifestó a lo largo de su existencia.
La paciencia fue una de las principales cualidades de Teresa junto con el ansia de conocimiento, y el afán constante por practicar en su conducta cotidiana unas costumbres auténticamente cristianas.
Su labor como fundadora de conventos es increíble. Su carácter intrépido, y su simpatía y bondad la abrían puertas. De todos modos, tuvo que soportar las sospechas de la Inquisición por sus libros y su actividad reformadora, siendo acusada de alumbrada por sus trances místicos, y por sus escritos y planteamientos religiosos. Ya que, en los márgenes de sus obras, se pueden observar anotaciones de los censores de la época, y en algunos de sus textos se tacharon párrafos o los tuvo que rehacer. La censura incluso la obligó a arrancar algunas de las páginas que escribió la santa, porque, supuestamente, no respetaban el dogma católico.
En pleno siglo XVI Teresa quiere escribir cartas y libros para dejar constancia de su pensamiento y opiniones, de un modo libre, porque también las mujeres poseen un derecho indudable a pensar y justificar decisiones de una forma pública, y sin temor a las reacciones de sus lectores.
Su Libro de la vida fue el más cuestionado por la Inquisición, ya que trataba de aspectos místicos que en el caso de las alumbradas llevaban a desvaríos. Si bien en Teresa sus visiones y trances no suponían ningún problema para la fe católica, y tampoco ponían en duda, el buen comportamiento de esta mujer excepcional.
Teresa sufrió las indagaciones de la Inquisición, y cómo también señala Sánchez Adalid: «Santa Teresa fue interrogada, amenazada y estuvo a punto de ir a prisión, según nos refieren los escritos del padre Gracián». De hecho, tuvo que declarar ante los tribunales de la Inquisición, algo que parece desproporcionado, considerando su excelente conducta, y las buenas enseñanzas que comunicaba a la comunidad de creyentes. La explicación de este trato inadecuado está, indudablemente, en la mala actitud de algunas monjas que vivieron en la primera mitad del siglo XVI, que no se comportaron de forma adecuada, y realizaron engaños para disfrutar de fama, beneficios y poder. A esto es preciso añadir una mentalidad inquisitorial llena de excesiva suspicacia, y de un temor enorme a los finos y sutiles significados de cada palabra y frase pronunciada o escrita, y a sus posibles interpretaciones.
Aunque Teresa mostrara un carácter alegre y abierto tuvo que sufrir dudas, ansiedades y grandes fatigas y esfuerzos a lo largo de su existencia. Y esto, en gran parte, fue debido, a ciertas incomprensiones, habladurías, rumores, y falsas interpretaciones y valoraciones de las que fue objeto su forma de entender la vida y el cristianismo.Fue una persona humana y realista, aunque fuera también una mística. El hecho de que sufriera una crisis epiléptica en 1537 explica sus arrobamientos y éxtasis, ya que son la manifestación visible de la afectación de los dos lóbulos temporales del cerebro.
En cualquier caso, su alegría de vivir es una muestra inequívoca de sus salud espiritual y mental, ya que llega a escribir: «Tristeza y melancolía, no las quiero en casa mía». En este sentido, su conducta y sus escritos pueden servir de referencia impagable en el mundo actual, que no está lleno de bondad, verdad, respeto y consideración a los demás.
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