Valga de entrada mi máximo respeto y total acatamiento de las sentencias de los jueces, y me refiero incluso a las que la misma sociedad rechaza porque no las entiende, desde aquellas que arrojan sombras de culpa sobre la violada porque llevaba minifalda hasta la actual causa contra Pepe Rubianes, el cómico-bufón de “la puta España”, que ha sido archivada por una juez (una “jueza” dice siempre el ignorante locutor del lenguaje políticamente correcto pero gramaticalmente ridículo) de El Prat, alegando que Rubianes no se refería “a España, nación, sino a una concepción de España", que el actor definió días después como "diferente a la democrática y constitucional" y propia del franquismo, según recuerda en la sentencia.
Desde tal respeto y el acatamiento, así pues, me conformo con que gente tan progresista, tan guay, tan socialmente bien aceptada por los contrarios a lo español, tan “à la page” de las conveniencias de la izquierda actual (y por lo tanto antinacionalistas españolas, pero aliadas de los nacionalistas regionales, qué maravillosa contradicción) se haya llevado un pequeño susto y hayan aprendido algo de la experiencia pasada.
Hablar mal de España es algo visto y fácil, basta con ser español. Reto a gente tan culta e inteligente, faro de Occidente, ariete de la progresía, azote de la España negra, caínitas intrépidos, a ir a Francia, ahí al ladito, y repetir experiencia sobre la tierra que le acoge.
Lamento dolorido que esta gente no pronuncie semejantes exabruptos dirigidos a la “puta Cataluña”, pero sólo a la “puta Cataluña” de los ultranacionalistas fascistas que impiden que los niños estudien en castellano, a la “puta Cataluña” que vigila en qué idioma se expresan los niños en los recreos escolares, a la “puta Cataluña” que controla en qué idioma imparten sus clases los profesores, en qué idioma rotulan los comercios o en qué idioma se prescriben las recetas médicas. Hombre, ya en una afán “internacionalista ibérico”, tampoco me importaría oírle hablar de la “puta Euzkadi”, pero refiriéndose sólo a la puta Euzkadi que agita el árbol, a la puta Euzkadi que recoge las nueces o a la puta Euzkadi que lleva al exilio a 200.000 vascos no nacionalistas.
Claro que para eso hace falta valor, no digo ya porque para este tipo de personajes el nacionalismo catalán es políticamente correcto (al contrario curiosamente que el nacionalismo español) y por lo tanto jamás osarán criticarlo, ni me refiero al valor necesario para resistir el acoso del extremismo nacionalista catalán, que se produciría en su caso, ni para resistir las consecuencias profesionales que le acarrearía tal osadía, destierro por siglos de todo acto político o cultural en Cataluña. Me refiero al valor necesario para remar contra corriente, el valor de mantener el tipo y no dejarse llevar por la facilona corriente social que les dicta lo que es políticamente correcto y/o conveniente.
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