En toda mitología encontramos un rastro de verdad. Los poemas épicos, las sagas, las leyendas e incluso las consejas populares, pueden tener su origen en hechos reales que fueron incorporados a la tradición oral y transmitidos, con modificaciones o recreaciones, de generación en generación. Por ejemplo, no es descabellado que el pasaje bíblico donde Jehová pide a Noé construir un arca y transportar a una pareja de cada especie animal para volver a poblar la tierra una vez ahogados los pecadores en el “diluvio universal”, sea la memoria histórica de una gran catástrofe. Y figúrese que hay varias versiones. En una no están todas las bestias, en otras no son únicamente los hijos de Noé y sus esposas quienes van a bordo. Si tiene una biblia a la mano, revísela y busque si de casualidad los puerquitos, los ratones, las moscas o los alacranes, fueron convocados a la nave.
El siglo antepasado se descubrieron en las excavaciones de la biblioteca de Nínive, en el actual Irak, unas tabletas de barro con una extraordinaria narración que conocemos como la “Épica de Gilgamesh”, la más antigua creación literaria conocida de la cultura occidental. Además de que es tan intensa y divertida como El Señor de los Anillos, esta leyenda habla de un “diluvio universal” y cuando se tuvo la primera traducción despertó el entusiasmo de historiadores en todo el mundo.
Permítame compartir a grandes rasgos la historia, tomada con abreviaciones, de la enciclopedia electrónica Wilkipedia.
“Gilgamesh es un personaje legendario de la mitología sumeria. La mitología cuenta que Gilgamesh fue un rey déspota que reinó en Babilonia en la ciudad de Uruk, actual Warka, en Irak. El padre de Gilgamesh se llamó Lugalbanda y su madre era la diosa Nunsun. La leyenda cuenta que los ciudadanos oprimidos pidieron ayuda a los dioses, y éstos enviaron a Enkidu para que luchara contra Gilgamesh. Pero los luchadores se hicieron amigos y emprendieron un largo viaje en busca de aventuras, en el que aparecen toda clase de animales fantásticos y peligrosos.
“En su ausencia, la diosa Inanna (conocida por los babilonios como Ishtar y más tarde como Astarté) había cuidado y protegido la ciudad. Astarté declara su amor al héroe Gilgamesh pero éste la rechaza, provocando la ira de la diosa que en venganza envía al Toro de las tempestades para destruir a los dos personajes y a la ciudad entera.
“Gilgamesh y Enkidu matan al toro, y los dioses enfurecidos castigan a Enkidu con la muerte. Muy apenado, Gilgamesh recurre al sabio Utnapishtim para que le otorgue la vida eterna, pero éste le dice que el otorgamiento de la inmortalidad a un humano es un evento único y que no volverá a repetirse. La esposa de Utnapishtim le pide a su esposo que como consuelo le diga a Gilgamesh donde localizar la planta que devuelve la juventud (más no la vida terna), y que está en lo profundo del mar. Gilgamesh la encuentra, pero de regreso a Uruk decide tomar un baño, y al dejar la planta a un lado, una serpiente se la roba. El héroe llega a la ciudad de Uruk donde finalmente muere.
“Este mito, como todos los que pertenecen a las tradiciones de las sociedades humanas en general, tiene implícita una enseñanza que muestra la importancia de la mitología en la vida diaria de las personas, y en la configuración de la sociedad misma. Así, la figura del héroe representa la figura de un personaje que ha emprendido un camino, y a través de su recorrido, va a aprender que el verdadero sentido de la vida no es alcanzar la inmortalidad, don exclusivo de los dioses, sino entender que no estamos solos en el mundo y que para crecer y superarnos debemos caminar junto a otros en los que nos podemos ver complementados, reflejados y contrariados.
“En la épica de Gilgamesh se dice que éste ordena la construcción de las legendarias murallas de Uruk. En tiempos históricos, Sargon de Asiria se jacta de haber destruido esas murallas para demostrar su poderío militar. Muchos estudiosos consideran que la Epica de Gilgamesh esta relacionada con la historia bíblica del diluvio universal mencionado en el Génesis (cursivas mías, SdeA).
“A pesar la falta de evidencia directa, la mayoría de los estudiosos no objetan considerar a Gilgamesh como una figura histórica, particularmente luego que se encontraran inscripciones que confirman la existencia histórica de otras figuras asociadas a él: los reyes Enmebaragesi y Aga de Kish. Si Gilgamesh fue realmente un rey, probablemente reinó aproximadamente en el siglo 26 AC. Algunos de los textos sumerios más antiguos citan su nombre como «Bilgamesh». Dificultades iniciales en la lectura de la escritura cuneiforme hicieron que en 1891 Gilgamesh volviera al mundo como «Izdubar».
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