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“Quizá collage sea la palabra más adecuada para definir mi novela”

Entrevista a Julián Hernández
Herme Cerezo
lunes, 23 de marzo de 2015, 13:15 h (CET)



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Julián Hernández (1960) se define como un vigués nacido en Madrid. Estudió guitarra, año y medio de Filología y trabajó en el Taller de Música Mundana de Llorenç Barber. Su afición por los pentagramas le llevó a fundar el grupo Siniestro Total en 1981 con el que continúa actuando a fecha de hoy. Dentro de la banda, con la que ha grabado una veintena de álbumes, se ha desempeñado como batería, guitarrista, compositor y cantante. En su faceta de escritor colabora y ha colaborado en medios como ‘El País’, ‘Público’, ‘20minutos’, ‘El Mundo’, ‘GQ’, ‘Rolling Stone’, ‘Smecta’ y ‘El Butano Popular’. Desde 2002 mantiene la columna ‘Noticias del Submundo’ en ‘Estela’, suplemento dominical de ‘El Faro de Vigo’. En 1999, publicó su ensayo ‘¿Hay vida inteligente en el rock and roll?’ ‘Sustancia negra’ es su primera novela.

Julián Hernández se acercó hace unos días por Valencia para presentar su primera novela, ‘Sustancia negra’, editada por Espasa. Cuando nos encontramos, a eso de las cinco de la tarde en La Chaise , aún mantenía el sabor de la mascletà que había presenciado en la Plaza del Ayuntamiento. “Esto de la mascletà está muy bien, es como el rock’n roll pero a lo bestia y te lo digo yo que he metido mucho ruido desde arriba de un escenario”. ‘Sustancia negra’ nos habla de un personaje peculiar, Insecto Palo, que un buen día decide secuestrar a un vecino de escalera, al que ha llamado B, llevándoselo a un lugar apartado, extirpándole las cuerdas vocales y sometiéndolo a la tortura metódica de la gota de agua. La novela narra, junto con otras muchas subtramas, la relación que sostienen durante el cautiverio ambos personajes.

Julián, después de sufrir un accidente de coche, en 1981 fundaste un grupo musical. Aquel vehículo, que era de tu padre, fue declarado siniestro total y aprovechaste la coyuntura para bautizar a la banda de ese modo, ¿has sufrido alguna epifanía parecida que te haya inducido a escribir ‘Sustancia negra’?
[Risas] No, no me ha caído un tiesto en la cabeza para iluminarme la idea. Creo que el día del accidente nos matamos y lo que hemos vivido después es una especie de ensoñación. Lo cierto es que llovía sobre mojado, porque había publicado ya algo de ficción y cuando llegó esta propuesta no la pude rechazar. Para que no me echase atrás, Belén Bermejo, le editora de Espasa, me pidió que le enviase una sinopsis de la novela en una semana y lo hice. Y este es el resultado.

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Eres compositor, columnista de prensa, cuentista y ahora novelista, ¿te enfrentas de igual manera al reto de componer una canción que al de escribir esta novela?
El rollo del escritor sistemático, que sigue una rutina fija todos los días, no es mi caso. Soy músico y mi forma de trabajar es caótica porque nuestros horarios y nuestra vida también lo son, ya que estamos alterando el sueño constantemente. Las últimas semanas de escritura, la única manera que había de terminar la novela era comenzar a las once de la noche y concluir a las seis o las siete de la mañana. Me ayudaba con té y tabaco y alguna copa de vino, pero sin pasarme, porque si no al día siguiente lo que había escrito durante la noche no lo entendía [risas].

¿Cómo te tropezaste con la idea para escribir ‘Sustancia negra’?
La idea no proviene de un único punto. Tenía notas tomadas y quizá sea una suma de varias de ellas. Por ejemplo, lo del suplicio de la gota de agua, aunque mi madre ya me la había contado de pequeño, me vino a raíz de haber leído un libro titulado ‘El museo de los suplicios’, en el que su autor Roland Villeneuve hablaba de barbaridades cometidas con los seres humanos. Alrededor de toda esta idea hay una venganza personal mía contra Occidente porque quería cargármelo.

En el libro hay pentagramas, notas musicales, gotas de agua, silencios, narración en tercera persona, anuncios, redacción epistolar… ¿estamos ante un collage?
Creo que fue hace tiempo, en una conversación precisamente aquí en Valencia, cuando comentamos que el collage era el único invento original del siglo XX. Este concepto de bazar, como reunión de cosas heterogéneas, y del collage viene, por un lado, de Jardiel Poncela y de Ramón Gómez de la Serna y, por otro, de las revistas dadaístas. Es una idea que me parece preciosa y muy entretenida, porque te encuentras insertados en el mismo sitio objetos muy diferentes y distintos tamaños y tipografías de letra. Sí, quizá collage sea la palabra más adecuada para definir esta novela.

Has asignados nombres poco comunes a los protagonistas principales: Insecto Palo, B… ¿por qué?
No podía poner un nombre muy común porque iba a resultar demasiado próximo al lector. Así que los busqué bien raros para tomar distancia. Insecto Palo y B son nombres que, por sí mismos, ya establecen una cierta lejanía y me permitían manejar mejor la historia y, además, sin ponerles cara a ninguno de los dos, porque yo no conozco sus rostros.

Tras secuestrar a B, Insecto Palo le extirpa sus cuerdas vocales, ¿qué interés tenías en que B no hablase?
Mi objetivo era invertir los términos del libro ‘Las mil y una noches’, en el que la víctima habla para salvar su vida. En este caso, no puede hablar porque no va a salvarse y porque quien cuenta las cosas es Insecto Palo, el secuestrador. De hecho, al comienzo del libro aparece un pentagrama de la partitura de Scheherezade escrito al revés, porque esta novela es justo lo contrario del cuento.

Por esa circunstancia de dejarle mudo, has escrito las palabras y también los silencios de la novela, ¿eso ha sido algo consciente o no?
No lo había pensado, ¡qué bueno! En realidad B habla de una manera representada con puntos suspensivos. Al principio anotaba lo que decía y escribía un punto suspensivo por cada letra, pero al final dejé de hacerlo e incluso borré las que tenía anotadas. De todos modos, los silencios de B son un poco extraños, porque en un momento dado habla con su Hada Madrina, que le explica que con ella sí puede expresarse en voz alta.

Insecto Palo lee los labios de un mudo que es B, ¿bastante perverso por su parte no crees?
Sí, es bastante perverso y es absurdo, no tiene ningún sentido. Además crea la duda de si le lee los labios o el pensamiento, lo que todavía sería mucho más atroz.

Has citado al Hada Madrina y la pintas un poco casquivana en ‘Sustancia negra’.
Sí, la pobre Hada Madrina anda un poco salida y se cobra en carne todo lo que ha currado en su carrera. Luego, si lo piensas bien, esto es un rollo freudiano porque dices que a ti lo que te gusta son los superhéroes y, sin embargo, al final los cuentos infantiles se te cuelan por algún lado.

En la novela aparece un pub llamado ‘El ave turuta’, es evidente que leías a Sir Tim O’Theo, el lord inglés dibujado por Raf.
Claro, ‘The crazy bird’. Fue algo que me ocurrió en Edimburgo, donde unos amigos y yo telefoneamos a una profesora, que enseñaba español allí, y quedamos para vernos en un pub que se llamaba así. Durante la conversación yo lo traduje como ‘El ave turuta’ y ella me respondió que eso denotaba mi edad, porque yo había leído a Sir Tim O’Theo. Yo le respondí que también denotaba la suya [risas].

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Y un ñandú hace de correo, como si fuera una paloma mensajera.
Bueno, eso fue una sugerencia de mi amigo Manolo Ramón, poeta y presentador de un programa de libros en la Televisión Gallega. Para la novela a mí me interesaba crear un sistema de mensajería que no fuera interceptado. Y le comenté que estaba pensando en una paloma mensajera. Entonces Ramón me dijo que pusiera cualquier otro pajarraco menos una paloma mensajera. Dando vueltas un día por mi pueblo, alguien me dijo que habían visto un avestruz en una granja, fui a verlo y me di cuenta de que no era un avestruz sino un ñandú. Me quedé con la copla del bicho y lo introduje en el libro.

El libro tiene cincuenta capítulos para menos de trescientas páginas, ¿tanto capítulo breve es un símbolo de los temas de un cedé o los cortes de un vinilo?
[Risas] Sí, son muchos, es verdad, lo que ocurre es que la idea de la brevedad de cada capítulo no es gratuita, procede también de Ramón Gómez de la Serna. Su novela ‘El hombre perdido’ también tiene sesenta capítulos que son muy breves. A mí me salieron tantos porque cada vez que quería contar algo escribía uno y solo dos o tres se encabalgan con otros. Pensándolo bien, además, seguro que tiene algo que ver con los temas de un cedé, porque a cada uno le he puesto un título.

También aparece en ‘Sustancia negra’ un supuesto cuadro de Tiziano que resulta bastante irreverente, ¿no temes algún tipo de reacción por parte de la Iglesia Católica?
Yo soy insignificante, ellos saben que si montan un follón a mí me hacen un favor. Ojalá me excomulgaran, pero no creo. Una vez intenté apostatar y no me dejaron. Envié una carta a la diócesis y me respondieron llamándome gamberro y diciéndome que no pensaban atender mis sandeces. Es verdad que últimamente parece que estos temas de irreverencia los miran como una falta de respeto, pero no creo que ocurra nada.

Al principio de la entrevista decías que querías vengarte de Occidente, ¿qué te ha hecho a ti Occidente?
Por lo pronto, Occidente es todo lo que tengo a mi alrededor. Es una máquina capitalista y militarista desaforada que se hunde. La novela es como una apuesta, porque podría ser una de las formas por las que Occidente se hundiera. Uno de los pilares occidentales era la cristiandad, que quería sujetar a la bestia humana, pero ha tenido un hijo realmente jodido, el capitalismo, que pretende todo lo contrario, soltar toda la maldad del ser humano. A lo mejor, gracias a Occidente hay rock’n roll, cámaras digitales, grabadoras y se puede publicar novelas, pero por algún lado tenía que atizarle.

En algún lugar he leído o te he oído decir que para ti el vinilo “es el único formato interesante a nivel artístico”, si esa opinión la extrapolamos al terreno de la literatura, ¿eres partidario del libro digital o del tradicional de papel?
Yo distingo ambos formatos de una manera muy sencilla. El ebook es una herramienta cojonuda para trabajar, igual que el formato digital en la música, pero a mí me gustan las cosas sólidas, como los libros y el vinilo, porque de tanto usar el ebook al final existe una especie de aburrimiento.

La última por hoy, ¿continuará tu aventura literaria en forma de novelas?
Bueno, supongo que se puede escribir aún con una decadencia física considerable, cosa que no ocurre con la música. Pero no los contemplo como mundos antagónicos y si se pueden compatibilizar, mucho mejor. A mis compañeros del grupo les he pedido una excedencia y de momento me dejan disfrutarla.

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