Ayer se ofrecían setecientos mil pisos a los que ganaran menos de 3.000 euros en Andalucía; el otro día 2500 euros por cada recién nacido; los hay que hablan de dentista gratis para los niños de 10 a 15 años y tampoco faltan quienes opinan que hay que elevar el salario mínimo a 800 euros ( con su consecuente repercusión multiplicadora en la tabla de salarios) y nadie, de este Ejecutivo que nos gobierna, parece que se haya parado a pensar qué es lo que ocurriría si la economía se torciera y se acabaran los buenos tiempos y empezaran a llegar los del “tío Paco con la rebaja”. Vayan ustedes a decírselo al señor Solbes (la voz de su Amo) o al señor Rodríguez Zapatero que, seguramente, les miraría, más tieso que un ajo, desde su poltrona presidencial –a la que pretende atornillar salva sea la parte, para perpetuarse en el poder – para decirles que eran personas de poca fe y que, con los socialistas al mando “España siempre irá bien”, y que, quienes no lo quieren ver así, son unos “fachas reaccionarios” que sólo quieren atacar al Gobierno y a la paz. Pero la realidad es tozuda y el enquistarse en la política del avestruz no es más que una de las formas más imbéciles de afrontar una situación delicada.
Veamos por ejemplo. Es obvio que, de un tiempo a esta parte, están ocurriendo hechos que deberían hacernos meditar sobre nuestro futuro; sucesos que no son más que avanzadillas de aquello que nos espera, a los ciudadanos de a pie, si no se toman medidas preventivas para evitar que nos pille desprevenidos el lobo. Si hemos de fiarnos de este Ejecutivo que nos mal gobierna, si nos debemos apoyar en nuestro ministro de Economía y si somos tan optimistas de creer lo que nos dicen de que “en España no pasará nada” y que estamos a salvo de los vaivenes de la economía que sí (como no) pueden afectar a países de “poca importancia” como los EEUU o Francia, Alemania e Inglaterra ¡vamos servidos! Pero basta que se den un paseo por cualquier supermercado de alimentación y pasen revista a los precios; no, no me refiero a las delicatessen ni a los artículos de capricho, por supuesto que no, pero presten atención al precio de la leche (un 30% de aumento) o del pan ( 15 o 20 céntimos más caro) la harina, los precios de las carnes o de los pescados, las verduras etc.; y compárelos con los de apenas hace dos meses y se percatará de la enorme subida que han experimentado. Si usted pregunta le dirán que los cereales han subido porque se van a dedicar a sustituir al petróleo y además que, desde China, una de las economías emergentes de Asia, se están importando grandes cantidades de dicho producto. Pero si se toma la molestia de hacerle la misma pregunta al agricultor, al ganadero o a los pescadores obtendrá una respuesta muy distinta. Le dirán que a ellos apenas les ha aumentado el precio al que venden sus productos, que los culpables de este desorbitado encarecimiento lo tienen los intermediarios.
¡Ah! Ahí tenemos la madre del cordero, el cáncer de toda economía contra el que parece que el gobierno socialista del PSOE no sabe, no se atreve o no quiere luchar, ¿por qué será? Los intereses creados que, aparte de ser una magnífica obra del insigne literato don Jacinto Benavente; es uno de los males endémicos de nuestra economía, son los culpables. Vean ustedes, la cosa es muy simple, hoy en día los agricultores no venden como antaño sus productos en las ferias o los mercados, porque existen grandes empresas que les compran la cosechas enteras, incluso con años de antelación. Estas grandes empresas (intermediarios, para entendernos) son las que, valiéndose de su monopolio, fijan los precios con los que se venden los productos a los distribuidores que, a la vez, les añaden su tanto por ciento de comercialización y ganancia. Pero ustedes, con gran lógica, podrían pensar ¿por qué el Gobierno no se ocupa de que esto no ocurra?; ¿por qué tratándose de producto imprescindibles, de primera necesidad para el consumidor? no se arbitran medidas para evitar que unos pocos irresponsables que quieren hacerse millonarios a costa de los ciudadanos de a pie, encareciendo desmesuradamente aquellos artículos de los que sabe que no se pueden prescindir. Lo cierto es que si me lo pregunta a mí nada más se me ocurriría decirles que porque no están interesados en ello, que ¿por qué no lo están? Saquen ustedes sus propias conclusiones.
Mi opinión es que existen varios factores. Uno de ellos, que los políticos están tan enfrascados en asegurarse su reelección que se dedican a vigilar lo que dice o hace la oposición, en lugar de dedicarse a su trabajo, que es gobernar; otro sería que, en el mar de burocracia en el que nos movemos, siempre hay un enlace, un link, un eslabón de la cadena que falla, o sea, que puede ser comprado y que, como es natural, desbarata cualquier otra reacción de sus superiores; también, que estas grandes empresas que hacen de intermediarios ejercen una gran influencia con los miembros del gobierno, con los bancos y con los organismos públicos con los que colaboran, mantienen relaciones e incluso son proveedores de algunos de los sectores de la administración ( ejército, marina, sindicatos, etc) lo que les garantiza un trato de favor. Pero, ¿y el ciudadano de a pie, como va a soportar este encarecimiento de los productos de primera necesidad si su sueldo, su pensión o su subsidio no sube más que un ínfimo tanto por ciento cada año? Esto es la cuadratura del círculo, porque el Gobierno “regala” con fines electorales cosas, sin duda interesantes, pero que no solucionan la cesta de la compra diaria ni, tampoco, los aumentos de las hipotecas ni nos pagará los intereses de los créditos que solicitemos. Nos ofrece casas para de aquí a diez años, nos promete dentista para los niños, pero, vamos a ver, ¿puede garantizarnos que subiendo, como suben, los artículos de primera necesidad un 20, un 30 o un 40 por ciento, vamos a poder llegar a final de mes, si nuestros emolumentos sólo suben un 2 o un 1’6 por ciento? Si la gasolina sube imparable, eso significa que también subirán los costes de calefacción, transporte, y suministro eléctrico, ¿está el Gobierno preparado para evitarlo o, al menos paliarlo?; ¿ de dónde sacará el dinero preciso si vende el oro de la reserva del Banco de España y lo despilfarra para lograr conseguir el voto de los ciudadanos a los que beneficia con el dinero de los impuestos del resto de los ciudadanos, especialmente de la clase media, que siempre son los verdaderos paganos?
Si ustedes son capaces de contestarme a estas preguntas se lo agradeceré, pero, entretanto, continuaré pensando que estos que nos gobiernan no saben donde tienen su mano derecha, aunque sí sé donde tiene la izquierda: ¡en el bolsillo de nuestra americana, metiendo mano a nuestra cartera! ¡Si serán bordes!
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