Comenzó a escribir en el fanzine ‘El Maquinista’ por afición allá por los años ochenta. Desde entonces, sus actividades en pro del cómic se han diversificado sin tregua ni pausa. Álvaro Pons (Barcelona, 1966) es sin duda uno de los mayores expertos en tebeos del pentágono peninsular, todo un agitador cultural. Cuatro lustros después, además de colaborar y participar en multitud de eventos y publicar varios libros relacionados con el mundo de la historieta, escribe una sección quincenal, ‘Tebeos que nunca te dije’, en la Cartelera Turia de Valencia; otra semanal en ‘Babelia’, el suplemento cultural del periódico ‘El País’ y, todavía le queda tiempo y ganas para alimentar ‘La cárcel de papel’, su página web, que ha llegado a alcanzar los cinco mil visitantes diarios. De todo esto, del panorama del cómic y de muchas otras cosas, hablamos con este profesor universitario de Física, al que miles de viñetas, personajes y dibujantes han inducido a llevar una muy interesante doble vida laboral.
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Álvaro Pons.
| Herme Cerezo / SIGLO XXI
Enorme el camino recorrido desde sus inicios ¿no?
A mí me sorprende hasta donde he llegado y desde luego no me puedo quejar. Los veteranos nos damos cuenta que sabemos un poco más que los demás por el tiempo que llevamos en esto. El hecho de mantener los tebeos como hobby me permite observar una perspectiva diferente, independiente. Lo que ocurre es que llega un momento que te das cuenta que, sin olvidar la vida familiar, tienes dos ocupaciones: una, de la que comes, y otra, que te da muchas alegrías pero que también te quita mucho tiempo. Este año ha sido especialmente intenso en ambos terrenos, porque mi profesión acarrea una carga de trabajo considerable y, además, con la exposición sobre el Cómic Valenciano he llegado a un extremo casi de desbordamiento. Afortunadamente han sido momentos puntuales. Por si faltaba algo, en el último mes organizamos en la Universidad de Valencia un congreso sobre Literatura y Cómic, al que asistieron especialistas europeos. Resultó bonito y esperamos que tenga periodicidad bianual.
¿Cómo se introdujo en el mundo del cómic?
Mis primeras lecturas fueron tebeos de Disney y de Bruguera. Empecé a leerlos porque mi padre era coleccionista y tenía muchos. Yo era un devorador de los tebeos de Bruguera: Mortadelo, Tiovivo y demás y gracias a mi padre, también pude acceder a colecciones que no me correspondían por época: Pulgarcito, DDT y el TBO antiguo. A mis diez años ya me había leído todos los clásicos.
Estoy utilizando todo el rato la palabra cómic, pero ¿es este el término correcto?
Yo prefiero tebeo a cómic. Tengo claro que quiero utilizar el término que en castellano define al medio, que es historieta. Y como tebeo es una revista de historietas, por metonimia, se puede decir que el medio se llama tebeo, que además me parece un término entrañable porque yo he leído tebeos toda mi vida. Pero en este sentido, soy muy pragmático y, si funciona, que le llamen como quieran. Si alguien prefiere decir que lee novelas gráficas y con eso conseguimos más lectores, encantado de la vida, me parece muy bien.
El lector de tebeos, en general, ¿tiene complejo de inferioridad?
Seguro, siempre lo ha tenido y siempre lo tendrá. La famosa frase que dice: "donde hoy hay un lector de tebeos, mañana habrá un lector de libros", que se ha utilizado para ensalzar al lector de tebeos, en el fondo esconde un valor peyorativo tremendo. Yo digo que esa frase hay que cambiarla por esta otra: "donde hoy hay un lector de tebeos, mañana habrá un devorador de cultura". Es decir, habrá un individuo que leerá tebeos y novelas, verá cine, se apasionará con la música... El tebeo es una gran puerta de entrada a la cultura y, una vez dentro, no hay que ser consumidor exclusivo de un solo tipo porque eso es algo tremendamente pobre. Los tebeos debemos considerarlos como cualquier otro producto cultural.
¿Ser lector de tebeos implica coleccionismo?
Sí, hoy en día, por desgracia, todos los lectores de tebeos somos coleccionistas compulsivos, absolutamente histéricos, que buscamos las novedades en las librerías con puntualidad exacerbada. Y esto es algo que hay que cambiar, porque no es lógico que un medio se sustente sólo con coleccionistas. Sería absurdo que la música la mantengan únicamente los melómanos o el cine los cinéfilos. El cine, por ejemplo, lo sostienen todas aquellas personas que van a ver películas tres o cuatro veces al año, no los cinéfilos. De momento, en el cómic esto no sucede, aunque la situación está cambiando un poco.
Ya que habla de cine, tras su paso por ‘El Maquinista’, ¿cómo fue a parar a un medio tan cinematográfico como la ‘Cartelera Turia’?
‘La Turia’ siempre ha sido una publicación abierta, pero lo cierto es que jamás se habían ocupado del tebeo. Juanvi Chuliá, al que estoy enormemente agradecido porque ya me había abierto las puertas de ‘El Maquinista’, también me invitó a entrar en ‘La Turia’ para continuar la sección ‘Tebeos que nunca te dije’, fundada por él mismo. Para mí fue tremendo, porque yo era lector de la cartelera desde los 13 años y para mí aquella publicación era todo un referente: ¡’La Turia’! Escribir allí era un sueño y ya llevo diez años haciéndolo.
‘Pulgarcito’, ‘Tiovivo’, ‘Jaimito’, ‘TBO’, ‘Pumby’, ‘Mortadelo’, ‘Supermortadelo’ ... ¿ya no quedan publicaciones de este tipo?
No, ése es uno de los grandes problemas que tenemos. El tebeo siempre se identifica con público infantil y, justamente, ahora no hay tebeos para niños. Actualmente y por antonomasia, el manga es el tebeo para niños. Tiene cosas muy interesantes, pero es un núcleo reducido, que no presenta la implantación masiva de los antiguos tebeos en los kioscos, donde sólo está "Dibus", que no es una revista específicamente de historietas aunque las incluya entre sus páginas.
Por lo que veo, deberían existir tebeos para niños, para jóvenes y para adultos, ¿no?
Efectivamente, pero hay una gran reticencia hacia el tebeo infantil, la gente lo mira mal. Y es fundamental que existan tebeos infantiles. En Galicia, Kiko da Silva, está haciendo cosas muy interesantes para este segmento de público y, poco a poco, creo que se puede recuperar la situación. El tebeo tiene que reintroducirse y, además, luchar con el resto de oferta lúdica para el mundo menudo: videojuegos, televisión, ordenadores, etcétera. Ahora que hablamos tanto del informe PISA, tenemos que aprovechar que el tebeo es la entrada natural del niño a la lectura. No podemos dejarlo de lado.
¿La gran eclosión del tebeo en España se produjo a finales de los años setenta y principios de los ochenta?
Ése fue el boom de los ochenta, pero fue un fenómeno extraño porque en un momento dado en este país había simultáneamente treinta y cuatro revistas mensuales a la venta, con una calidad importante y de temáticas muy dispares: ‘Bumerang, ‘Totem’, ‘Blue Jeans’, ‘Calibre 38’, ‘Comix Internacional’, ‘1984’, ‘Creepy’, ‘El Víbora’, que vendía más de sesenta mil ejemplares al mes, ‘Rambla’, ‘Cairo’... Era una situación rarísima que, de repente, desapareció. Fue el gran boom y el gran crash. Fue una competencia dura entre editoriales aunque lo bien cierto es que este fenómeno también ocurrió en Europa. En Francia, por ejemplo, desaparecieron revistas tan famosas como ‘Metal Hurlant’ o ‘Pilote’. A partir de ahí fueron sustituidas por el formato álbum. En Francia, como los álbumes ya existían, la caída no se apreció tanto, pero en España no quedó nada y en los años noventa, el tebeo se redujo al auge de los superhéroes y poco más.
Hace treinta años las tiendas de cómics eran casi clandestinas, contraculturales, sicalípticas si me apura. Por el contrario, hoy veo cadenas comerciales especializadas y con una oferta brutal.
Hay mucha oferta pero sigue existiendo el problema de encontrar tebeos. El problema es su accesibilidad. Antes estaba en el kiosco y hoy sólo se encuentra en librerías especializadas. Lo que sí es bueno es que centros tan importantes como ‘FNAC’ o ‘La Casa del Libro’, librerías generalistas, hayan abierto sus puertas al medio, algo que constituía una aspiración ancestral para los lectores. Las librerías especializadas ayudaron a pasar la "travesía del desierto" en los tiempos difíciles y ése fue su gran mérito. Pero ahora hay que dar otro paso: salir a nuevos puntos de venta, hacer el tebeo más accesible.
Y también veo que las grandes editoriales empiezan a desembarcar en el tebeo.
Random House Mondadori ha hecho una labor increíble al entrar el pasado año en el mercado del tebeo con publicaciones tales como ‘Maus’ o ‘Todo Paracuellos’. Las empresas tradicionales de tebeos piensan que la llegada de las grandes editoriales al sector puede ser contraproducente. Pero yo pienso que no, que va a ser todo lo contrario. Cuando ‘Babelia’ dedica un especial a la novela gráfica, no es pura coincidencia que, un mes antes, Random House haya puesto en circulación una colección de novela gráfica. Evidentemente, hay una correlación. Planeta Agostini, por su parte, ha editado siempre tebeos desde 1982. A través de su sello ‘Forum’, fue la gran editorial de tebeos en España, entre otras cosas porque tenía la licencia de Marvel.
Además, el tebeo arrastra toda una industria paralela: posters, estatuas, juegos...
Sí, esto es la mitomanía absoluta. Hay tiendas dedicadas exclusivamente a ello. Es difícil sustraerse al merchandising porque es una industria generada alrededor del tebeo y, en algunos casos, más rentable que el propio medio. Y me gustaría pensar que a los dibujantes les llega algo de dinero, porque hay una importante línea de merchandising pirata.
¿Qué es lo que más se lee en estos momentos en España?
Manga, sin duda, en un porcentaje espectacular: más de la mitad de las novedades que hay ahora son manga. Podemos estar hablando de cien colecciones abiertas de manga al mes.
¿Cuántos títulos se publican al año?
En España se publican unos dos mil títulos al año. Las tiradas se asemejan a las de un libro cualquiera, entre mil quinientos y dos mil ejemplares. Las ventas son bajas, aunque algún tebeo puntual se pone entre los diez y treinta mil ejemplares. Pero bueno, estamos entrando en ese camino en el que de vez en cuando se producen estas cosas.
Y en el panorama internacional, ¿cómo está el tebeo?
Continúan existiendo los tres focos productores tradicionales: el estadounidense, el manga japonés y el franco-belga. En Francia hay una absoluta reverencia por el tebeo, algún álbum, ‘Titeuf’ por ejemplo, puede alcanzar un millón de ejemplares de ventas. Los españoles Juanjo Guarnido y Juan Díez Canales han llegado a vender allí quinientos mil ejemplares de su ‘Blacksad’, pero en España, aunque lo han vendido bien, no ha llegado a tanto.
Con estos números, ¿pueden nuestros dibujantes vivir exclusivamente de su trabajo?
Con esas tiradas y, teniendo en cuenta que se llevan un diez por ciento de cada ejemplar vendido, los dibujantes españoles no pueden vivir sólo de su trabajo, un trabajo que además es lento porque un álbum fácilmente les puede costar un año de preparación. En España, asistimos a tres situaciones distintas entre nuestros dibujantes. La primera, que se llamen Ibáñez, que gana muchísimo dinero, un caso único en nuestro país; la segunda, que un dibujante español trabaje para el mercado americano o francés y la tercera, que sea un dibujante vocacional, que publica un tebeo de vez en cuando, sabiendo que no se hará rico con ello y que lo hace en sus ratos libres, mientras se gana la vida como diseñador gráfico, ilustrador o publicista. Perciben unas cantidades que lo único que les resuelve son sus compras navideñas, pero nada más. Y dibujan historietas porque realmente les gusta hacerlo.
Valencia ha sido cantera de buenos ilustradores, ¿continuamos con la tendencia iniciada a mediados del siglo pasado?
Bueno, ahí ocurrió algo muy curioso. Cuando la Editorial Valenciana se hundió, fue un momento grave. Pero entre los años setenta y ochenta, con la ruptura que se produjo tras la caída de la Dictadura, hubo una especie de rechazo contra ese tipo de tebeo. Y a los dibujantes punteros del momento (Ortí, Brocal Remohí, Bermejo, etcétera) sólo les quedó una opción: emigrar. Y se fueron a Estados Unidos, a la Warren, donde tuvieron muchísimo éxito, tanto que se llegó a hablar del desembarco de la "escuadra española". Sin embargo, aquí los nuevos dibujantes emprendieron una ruptura formal contra todo lo que se había hecho antes, dando origen a una nueva escuela valenciana, la de los ochenta, que invadió la revista ‘Cairo’ y que estaba integrada, entre otros, por Daniel Torres, Sento, Micharmut o Mike Beltrán, gente extraordinaria pero formalmente muy rupturista. Lo que ocurre es que si se leen sus tebeos con detenimiento, esa ruptura es más aparente que real. En realidad, sentían un respeto reverencial hacia sus predecesores a quienes estaban rindiendo un homenaje con sus dibujos: Micharmut, con toda su violencia, a Pumby; Sento al folletín clásico y Daniel Torres a las novelas de ciencia ficción por entregas. Actualmente, lo que hay es otra generación excelente de dibujantes valencianos, que se buscan "les montgetes" (habichuelas) como pueden. Por ejemplo, Salvador Larroca trabaja en Estados Unidos para la Marvel; Ana Miralles en Francia, igual que Paco Roca que ha publicado un trabajo titulado ‘Arrugas’, que ha sido considerado el mejor álbum del año en el país vecino. Es decir, disponemos de muy buenos autores pero que se están buscando la vida porque la infraestructura editorial valenciana es escasa. Ediciones de Ponent y Aleta son las únicas editoriales que publican cómic aquí y no pueden dar de comer a todos los autores.
Desde hace unos años, se escucha mucho hablar de ‘novela gráfica’, usted mismo lo citó al empezar esta entrevista, ¿qué es una novela gráfica?
La novela gráfica es un término que se empezó a utilizar desde la publicación de ‘Contrato con Dios’ de Will Eisner, que fue quien se arrogó el invento. Pero, en realidad ¿qué diferencia hay entre un álbum y una novela gráfica? El término de novela gráfica cae dentro de eso que hablábamos al principio del complejo de inferioridad, de intentar quitarle al tebeo su connotación infantil. Por eso, al tebeo primero se intentó llamarle cómic e incluso cómix y hubo un gran debate sobre eso. Yo creo que la novela gráfica es un tebeo que tiene ciertas características formales que la diferencian. Lo que Eisner calificó como novela gráfica es un tebeo adulto, sin limitación y con una clara vocación de contenido comprometido o social. La diferencia con un álbum tradicional franco-belga es que éste sólo tiene cuarenta y ocho páginas y eso condiciona su contenido. Es evidente que si, como ocurre con la novela gráfica, se le otorga libertad absoluta al autor, el resultado será distinto.
O sea que en el fondo la diferencia más destacable radica en el formato.
En el fondo, la novela gráfica trabaja en formato libro, un formato que ya existía en las recopilaciones de las tiras norteamericanas de prensa de principios de siglo XX. En España, durante los años sesenta, las colecciones de Dólar o de la Editorial Toray hacían constar en sus portadas que se trataba de "novelas gráficas" e incluso "novelas gráficas para mayores". De todas maneras, el término novela gráfica y su formato son afortunados, porque en las librerías generalistas se le da el mismo trato que a cualquier otro libro. Además hablamos de un solo tomo, autocontenido, que no es una serie. Eso le gusta a la gente de hoy que tiene prisa y no quiere saber nada de series. ‘Persépolis’ de Marjane Satrapi, por ejemplo, se ha vendido mucho más en un solo tomo que en los cuatro iniciales. Al juntarlos, el lector lo ve como una obra única y eso le gusta.
El tebeo también se ha utilizado para adaptar novelas clásicas.
Sí, claro. Antiguamente ¿quién no leyó la colección de ‘Clásicos Juveniles’ de Bruguera, donde se mezclaban texto y dibujos? Tuvo mucho éxito. En Francia, la revista ‘Jebouquine’ adaptaba clásicos de la Literatura al tebeo con ilustradores de primera fila, pero no incluían el final, con lo que incitaban al lector a leer también el libro. El cine, sin embargo, adapta tebeos para la pantalla. En 2004 se rodó ‘La feria de los inmortales’ del dibujante Enki Bilal.
Tebeo y dibujos animados no son una misma cosa, claro.
No, no. La historieta es un arte fundamentalmente pasivo donde el lector impone el ritmo. El trabajo del dibujante es atraer al lector pero no de modo dinámico. El cine es diferente: el director es dinámico y el espectador pasivo. Los dibujos animados pueden ser interesantes, pero no son historieta.
Álvaro Pons también maneja un blog: ‘La cárcel de papel’. ¿Qué utilidad tiene el blog que todo el mundo se construye uno o lo intenta?
Yo siempre he dicho que me gusta hacer proselitismo con los tebeos y compartir los que me satisfacen. Un día me planteé qué iba a pasar con todo lo que llevaba escrito hasta entonces. Y me dije que podía montar una web para guardarlo de un modo organizado. Pero entonces ocurrió que el proyecto se subvirtió y el blog pasó a ser la actividad principal. Llegó un momento que ‘La cárcel de papel’ alcanzó cinco mil visitantes en un solo día.
‘La cárcel de papel’, un nombre curioso, extraño, sugerente, ¿cómo se le ocurrió?
El nombre proviene de una sección clásica de ‘La codorniz’, una sección que, por cierto, causó muchos cierres a la revista. El título me recordaba a ‘Krazy Kat’, mi tebeo favorito, un clásico americano que relataba un triángulo amoroso surrealista entre un gato, un ratón y un supuesto perro, que no terminamos nunca de saber qué es realmente, y donde el ratón siempre acaba en la cárcel.
¿Qué futuro le aguarda al tebeo?
El tebeo está en expansión absoluta, en un momento ilusionante, cada vez se vende mejor. Después de atravesar el desierto el futuro se anuncia espléndido. El manga está actuando de motor de la industria, las versiones cinematográficas del tebeo están haciendo que el público se interese más por este género y la reciente creación del Premio Nacional del Cómic por parte del Ministerio de Cultura ha puesta la guinda a esta progresión. Por otro lado, cada vez ocupa mayor relevancia en los medios de comunicación. En ‘Babelia’, donde colaboro, la presencia del tebeo ha pasado de ser circunstancial a semanal. También los suplementos culturales del ‘ABC’ y ‘EL MUNDO’ le dedican páginas. El tebeo ya es cultura oficial. Sin embargo, hay que seguir siendo realistas y consolidar esta estructura. Algunos autores me preguntan si alguna vez vivirán de esto y yo siempre les respondo que no se hagan ilusiones. Si en literatura hay dos mil escritores y sólo cinco de ellos viven de escribir, en el tebeo ocurrirá lo mismo pero en menor proporción.
Para terminar, ahora que Papá Noël ya se marchó a sus heladas latitudes, recomiende algunos títulos para que los Reyes Magos se los traigan a los lectores de Siglo XXI.
En este momento hay una buena oferta. Yo recomendaría ‘El eternauta’, el título más importante de la historia del tebeo argentino, que no había sido editado todavía en España, un prodigio de ritmo y narración, que alcanza varios niveles de lectura. La edición de la editorial Planeta sobre ‘Popeye’ también es muy interesante. Popeye es uno de los grandes desconocidos del mundo del tebeo. Es surrealista, divertido, delirante, no tiene nada que ver con lo que sabemos de él. De hecho Popeye no come espinacas, ésa es una leyenda que nació de una campaña publicitaria. ‘Arrugas’ del valenciano Paco Roca y publicado por la editorial Astiberri, es un libro bellísimo sobre la vejez, la edad, el decaimiento del ser humano, muy emotivo y sensible. De ‘Corto Maltés’ acaba de salir una edición en tamaño gigante, en la que se pueden apreciar las aguadas de Hugo Pratt tal y como él las concibió para sus álbumes. ‘Blotch’, un tebeo francés dibujado por Blutch, que se autoparodia a sí mismo, es otra obra extraordinaria. Frederic Peeters ha editado ‘RG’, un relato que cae dentro de lo policial altamente recomendable. Y no puedo olvidar ‘36-39 Malos tiempos’, la última obra de Carlos Giménez, un álbum demoledor sobre la Guerra Civil. Después de leer este tebeo, no creo que haya nadie que pueda entender jamás una guerra. Debería ser de obligada lectura pero, por desgracia, eso no ocurrirá.
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