En el tebeo (o cómic) la portada es importante. Muy importante, mucho más que en una novela o una enciclopedia. Es un indicio claro, una pista, de lo que vamos a encontrar en el interior del álbum. Y por eso, por su portada, "Actor aspirante" cayó en mis manos. Los tonos suaves y apagados, que Max Vento empleó en su diseño, llamaron mi atención. De este modo tan sencillo comencé a hojearlo preñado de curiosidad.
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Portada del cómic.
| Realizado con trazos bastante simples, los relieves los obtiene Max Vento con los tonos del relleno, "Actor aspirante" se presenta encuadernado con tapa dura y aderezado con unas preciosas guardas que reproducen paisajes urbanos. Por todas partes leo que ha sido realizado en bitono y, salvo que mi vista présbica se haya tornado además daltónica, esta novela gráfica está iluminada con grises, negros, blancos y azules. Así que lo de la "bitonalidad" hay que cogerlo con pinzas.
"Actor aspirante" es un compendio de realidad. Nos cuenta la vida de Pablo, un aspirante a actor que no se fía ni un pelo de su agente y al que su novia Marta acaba de sumir en la soledad del abandono. Un buen punto de partida, sin duda. A partir de ese instante, por las viñetas del álbum – de distintos tamaños y concepciones – desfilará de todo: sus cultivados compañeros de la hamburguesería que, además de tostar pedazos de "Rat burguer" y freír aros de cebolla, se enfrascan en discusiones y charlas de elevado nivel cultural (las atrocidades de Lucrecia Borgia o los documentales sobre vanguardias artísticas), perseguidos por las diatribas que les propina el encargado del establecimiento ("... todo iba mejor cuando los universitarios no se veían obligados a trabajar en empleos basura"); su amigo Rafa, eterno escritor de un filosófico tocho, pastosamente titulado "Consecuencia, la clave de la vida", al que también su novia ha puesto de patitas en la calle; Marmoto, compañero de piso de Pablo, que más que aparecer en el álbum duerme en él; las frustraciones escénicas ("No era lo que buscaban"); las broncas con los clientes ("¡Espérese aquí y luego le atenderemos, caramba!"); la falta de inspiración para componer un monólogo ("¿Por qué no dejas de perder el tiempo y vienes a ver la tele?"); los castings con el sabor a derrota ("Han preferido otras opciones") ... y los sueños. Sueños imposibles, ansias de artista, deseos de elevación a la gloria universal.
Saben, mis improbables, si tradicionalmente el cómic (o tebeo) era género de aventuras, policial, de guerra o de humor, salpicado más adelante por la historia o la ciencia ficción, el porno y el cuento, con obras como "Actor aspirante" lo consuetudinario, el día a día, llega al noveno arte, ayudándole a consolidar su mayoría de edad, su condición adulta, un nivel que alcanzó hace ya muchos años. El tebeo (o cómic) ya no es únicamente animalitos, ni vaqueros, ni indios, ni soldados con metralletas, ni género negro trajeado con viñetas. No, el cómic (o tebeo) es un medio narrativo en sí mismo, como acertadamente lo definió Paco Roca en la entrevista que le hice tiempo atrás a propósito de su "Arrugas", otro álbum que transita la misma senda que "Actor aspirante".
Termino con un aspecto de esta obra que me parece relevante, porque pone la guinda y le da el toque final: la indumentaria de los personajes, plenamente vigente, que acrecienta la verosimilitud y actualidad del álbum de este dibujante valenciano, al parecer afincado en St. Louis (EE.UU.), donde se gana la vida impartiendo clases en un colegio. Una actividad, la docente, tan noble como dibujar tebeos (o cómics).
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"Actor aspirante", de Max Vento. Editorial Dolmen, 2007. 127 páginas, 15 euros.
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