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Rajoy ha dilapidado la derecha

Jesús Salamanca
Jesús  Salamanca
miércoles, 5 de marzo de 2008, 05:42 h (CET)
Antiguo. Muy antiguo. Los simpatizantes del PP no se merecen la humillación que han sufrido. Rajoy ha fallecido políticamente. Ha mentido a los españoles. Sigue hablando del pasado, sin renovarse después de cuatro años. Tan solo ha presentado ideas que nos ha robado a los candidatos de otras formaciones políticas. Su portavoz de educación en el Senado, señor Abejón, se ha convertido en su ruina como dirigente del PP, demostrando la mediocridad que ya se le suponía al aportar ideas de otros. A Mariano Rajoy le han elaborado mal las propuestas y, lo que es peor, se las ha creído como suyas, sin saber desarrollarlas. ¡Márchate, Mariano, márchate!

Rajoy ni siquiera ha podido estar a la altura de las circunstancias. Ha defraudado a sus afiliados y simpatizantes. Ha arruinado la esperanza de millones de españoles que soñaban en azul claro, frente al miedo que proyectaban Zapatero, ‘Pepiño’, ‘Maritere’ y el odiado falangista venido a menos, Mariano Fernández Bermejo.

En este momento no hay futuro inmediato para la derecha. Zapatero ha pasado sobre Rajoy como una apisonadora. Como dicen los jóvenes, y como acaba de asegurarme un importante dirigente de su partido en Valladolid, Zapatero le ha meado la oreja a Mariano; pero lo que es peor, es que la gente llora de decepción y de rabia. No faltan quienes piden a gritos: “¡Mariano, vete ya, no nos hagas mas daño!”.

Mariano ha llegado hasta donde suponíamos muchos; es decir, a la cima del fracaso. Un fracaso en el que han participado sus asesores y su falta de equipo. Muchos tenían que haber oído a su compañero del alma en Valladolid: “¡Qué te follen, mamón!”. Ha sido la culminación de la debilidad cuando se proyecta sobre un correligionario. Ha sido para llorar de decepción. Ni el PP se merece eso, ni tampoco sus simpatizantes. Y lo dice alguien tan alejado de la derecha como puede ser un candidato de Unidad Regionalista.

Políticamente, Mariano Rajoy ha muerto esta noche. Nadie se lo agradecerá y muchos serán los que se lo reprochen. La derecha está en el desierto. Antes o después, Alberto Ruiz-Gallardón deberá coger la bandera y aglutinar fuerzas. No va a ser un camino fácil. La derecha ha tirado por la borda la ilusión de un futuro esperanzador. Lo dijimos hace tiempo, pero Mariano se resistió a marcharse. Aquí está el resultado. Decía Pío Baroja que el público cree con la mayor facilidad las más grandes necedades. En esta ocasión, Rajoy las ha dicho, pero el público no las ha creído.

Y si alguien de la derecha no cree en esa decepción que describimos, debería pasar por la plaza Mayor de Valladolid y ver a los seguidores de la derecha insultando a los candidatos del PP por Valladolid, sabedores de que son un clan cerrado, una familia arruinada y un partido en declive donde se reparten prebendas. Ahí acaba su futuro y su perspectiva.

Los asesores de Mariano Rajoy forman parte de la nada, aunque cobran por ello, y no han evolucionado desde 1996. Han llevado al PP a la ruina política y social, con Mariano a la cabeza. Hay cosas que tocan a su fin antes de tiempo. Y la derecha ha muerto políticamente en su enfrentamiento con Zapatero. Teniéndolo todo a favor, ha arruinado su existencia por la mala cabeza del equipo que rodea a Rajoy, por el propio Rajoy y por mirarse al ombligo. El entierro político de Mariano es al amanecer. No hay más prórrogas.

La travesía del desierto es urgente e inminente. El caos alumbra al Partido Popular. Una prueba evidente son los candidatos al Senado por Valladolid. Representan el fracaso del clan inmovilista. El mismo fracaso que representa Rajoy ante los españoles más cerrados y menos reformistas. España no se merecía tan floja consistencia por parte de la derecha. Ahora sí se pondrá de moda el concepto de ‘Maricomplejines’, con todos los deshonores para quienes engañaron a los ciudadanos tras un manto de vulgaridades y desinformación. La derecha yace de cuerpo presente en el tanatorio de la vergüenza. Nadie esperaba este fin tan temprano.

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