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Para ser sabios tenemos que superar la barrera del conocimiento y adentrarnos en el ojo crítico y meditativo del entendimiento

​Un paso más allá del conocimiento

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El tener conocimiento es agradable; a veces, no tanto adquirirlo. Lo cierto es que nos gusta saber cosas. Los seres humanos somos curiosos, lo que nos ha llevado a lograr descubrimientos que se simulaban imposibles; aunque, también, a meter las narices donde no nos llaman ocasionando la reafirmación de la frase: «La curiosidad mató al gato».


Conocer es bueno, útil… necesario. Sin embargo, el conocer no antecede por fuerza al acto de aplicar, ni siquiera al de saber qué hacer con ese conocimiento. Es correcto decir que la sabiduría es consecuente al conocimiento, sin que ello marque una obligatoriedad en la persona que posea ese conocimiento. Existe mayor probabilidad a discurrir en el cuadrante vital del tonto intelectual que el del sabio ignorante. En este caso la ignorancia es una herramienta para dejar a un lado la información inservible.


Siguiendo esta línea de pensamiento podemos decir que la universidad o los libros no crean personas sabias, y, aun así, decir lo mismo de las personas que nunca se han graduado o que nunca han abierto un libro. Entonces, ¿qué hace que alguien sea sabio? La aplicación de aquellos datos que tenemos a nuestra disposición. A más datos, mayor sabiduría; siempre y cuando, hagamos uso de ese bagaje intelectual. ¿Qué hace que alguien sea sabio? La decisión de serlo.


Una decisión constante de conocer y aplicar lo conocido, al no saber algo preguntar. El proceso que convierte la erudición en sabiduría tiene como paso intermedio el entendimiento, como resultado de una meditación tranquila y sosegada sobre aquello en donde nuestra atención puso su mirada. Cualquier cosa puede ser propicia para aumentar nuestro saber. «El tonto aprende de sus propios errores, el sabio aprende de los errores del tonto». Dejemos ya esa piedra detrás de nosotros, la historia ha sido una sucesión en bucle, siempre con la misma piedra.


Así que, para ser sabios tenemos que superar la barrera del conocimiento (ser Wikipedia no tiene ningún valor) y adentrarnos en el ojo crítico y meditativo del entendimiento. Ser sabio es un decisión, una actitud ante la vida.

​Un paso más allá del conocimiento

Para ser sabios tenemos que superar la barrera del conocimiento y adentrarnos en el ojo crítico y meditativo del entendimiento
Gabriel Lanswok
martes, 5 de octubre de 2021, 08:17 h (CET)

El tener conocimiento es agradable; a veces, no tanto adquirirlo. Lo cierto es que nos gusta saber cosas. Los seres humanos somos curiosos, lo que nos ha llevado a lograr descubrimientos que se simulaban imposibles; aunque, también, a meter las narices donde no nos llaman ocasionando la reafirmación de la frase: «La curiosidad mató al gato».


Conocer es bueno, útil… necesario. Sin embargo, el conocer no antecede por fuerza al acto de aplicar, ni siquiera al de saber qué hacer con ese conocimiento. Es correcto decir que la sabiduría es consecuente al conocimiento, sin que ello marque una obligatoriedad en la persona que posea ese conocimiento. Existe mayor probabilidad a discurrir en el cuadrante vital del tonto intelectual que el del sabio ignorante. En este caso la ignorancia es una herramienta para dejar a un lado la información inservible.


Siguiendo esta línea de pensamiento podemos decir que la universidad o los libros no crean personas sabias, y, aun así, decir lo mismo de las personas que nunca se han graduado o que nunca han abierto un libro. Entonces, ¿qué hace que alguien sea sabio? La aplicación de aquellos datos que tenemos a nuestra disposición. A más datos, mayor sabiduría; siempre y cuando, hagamos uso de ese bagaje intelectual. ¿Qué hace que alguien sea sabio? La decisión de serlo.


Una decisión constante de conocer y aplicar lo conocido, al no saber algo preguntar. El proceso que convierte la erudición en sabiduría tiene como paso intermedio el entendimiento, como resultado de una meditación tranquila y sosegada sobre aquello en donde nuestra atención puso su mirada. Cualquier cosa puede ser propicia para aumentar nuestro saber. «El tonto aprende de sus propios errores, el sabio aprende de los errores del tonto». Dejemos ya esa piedra detrás de nosotros, la historia ha sido una sucesión en bucle, siempre con la misma piedra.


Así que, para ser sabios tenemos que superar la barrera del conocimiento (ser Wikipedia no tiene ningún valor) y adentrarnos en el ojo crítico y meditativo del entendimiento. Ser sabio es un decisión, una actitud ante la vida.

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