Llega el buen tiempo al afianzarse la primavera; las noches se acortan e invitan a ver el amanecer sin tener que acostarse demasiado tarde. Noches de botellón para un público escogido. Es mucho más barato que ir a un disco bar y más práctico que invitar a casa a los amigos. El clima favorece beber a la intemperie en un jardín público o semipúblico y luego no hay que recoger nada ni fregar el suelo, pues para eso están las brigadas de limpieza de los ayuntamientos; no fueran a quedarse sin trabajo y despidieran a la mitad de la plantilla.
La actividad del botellón no requiere enjundia administrativa alguna. No se precisa autorización de los vecinos ni licencia de obras ni de actividad ni de apertura. Tampoco está sujeta la actividad a inspecciones de trabajo ni de la policía municipal, aunque debiera. Tampoco hay que pagar un canon con la SGAE para tener música. Es fácil: se va al supermercado, se adquieren refrescos, cervezas, whisky, ron, ginebra y otras bebidas espirituosas, se camuflan algunas botellas entre la ropa para que el precio final sea más repartidor y a la calle.
Y todos a beber en la calle: muchachitas y muchachitos; hombres y mujeres aunque no tantos y muchos niños. Y si bien era una actividad propiamente masculina, la de beber hasta el “morao” o el ciego, ahora las mujeres están afianzando su igualdad también en el botellón. Y las cifras de mujeres arrestadas y sancionadas por desórdenes públicos –borrachas perdidas– están subiendo no sé si alarmantemente o con la decisión propia de la igualdad en todos los aspectos.
Diversos estudios coincidentes en Gran Bretaña, demuestran que las cifras de mujeres detenidas y castigadas con multas por tales conceptos (binge-drinking) se han incrementado un 50% en los últimos cuatro años.
El creciente número de mujeres borrachas por las calles, sugirió a un jefe de policía británico solicitar la prohibición de las promociones de bebidas alcohólicas, los “happy hours” y la publicidad del alcohol. Los mayores incrementos de arrestos de mujeres se produjeron en West Midlands donde el incremento fue del 1.138%; en ciudades como Birmingham, Coventry, Wolverhampton o Dudley. En Gwent (Gales) el incremento se cifró en el 578%.
El jefe de policía Mike Craik, de Northumbria, Noreste de Inglaterra, donde las detenciones saltaron de 1.414 a 2.101, explicó al Canal Cuatro, quien elaboró uno de los estudios, que la realidad es peor aún, pues las detenciones son mayoritariamente a menores. Craik se mostraba partidario de acabar con las ventas en supermercados de cerveza y sidra a precios más baratos que una botella de agua.
Diversas manifestaciones del mismo tenor se produjeron con anterioridad a una dura campaña antialcohol que hubo el pasado verano en Gran Bretaña, dirigida a las mujeres de mediana edad.
Algunas autoridades británicas temen que beber un gran vaso de vino por las noches pueda incrementar el riesgo de cáncer de mama en un 60% pues hasta 2.000 mujeres mueren cada año en el país por cáncer de mama ligado a la bebida, con un número creciente también padeciendo otros tipos de cáncer, afecciones hepáticas y problemas de fertilidad. Es claro que las autoridades sanitarias mediterráneas no se ponen de acuerdo sobre este particular. Aunque desconocemos si por un gran vaso de vino se refieren a una pinta; casi medio litro que es más de media botella.
Don Shenker, director ejecutivo de Alcohol Concern, agencia británica que se ocupa del abuso del alcohol, dijo que no hay duda que el número de mujeres que se agarran un “morao” bebiendo y arman pendencia callejera ha subido; siguen el ejemplo de los chicos, apostilló.
El botellón está afianzado ya en nuestra cultura juvenil masculina y se va extendiendo a la femenina muy rápidamente, pues la igualdad es para todo. No es que antes no participaran ellas de la diversión, sino que su adhesión se va haciendo mayor. Empieza a ser frecuente ver grupos de chicas solas en su propio botellón.
Resulta un contrasentido el incremento del precio de los productos de primera necesidad frente a la asequibilidad del alcohol. Por el precio de una sola copa para cada uno de los componentes de un grupo de botellón en un local al uso, pueden adquirir diversas botellas de alcohol de marca y proveerse de mucha mayor cantidad de bebida de la que normalmente tomarían en un disco bar.
Así es, en efecto y prueba de ello es que por las mañanas de los fines de semana, las botellas terciadas de whisky, ginebra, ron y/o vodka forman parte del testimonio que los botelloneros dejan al respetable, en prueba de que han estado ahí reafirmando su personalidad a base de beber y beber como objetivo de la reunión. Pero no han podido acabar con sus propias existencias, pues si hubiesen sido conscientes de no beber más de lo debido, también lo habrían sido para tirar a la papelera a menos de diez metros del parterre elegido, los deshechos de su jactanciosa francachela nocturna.
Nuestras autoridades deberían estudiar la forma de compensar los incrementos de precios de productos de primera necesidad con subidas correspondientes del alcohol, de manera que aquellos no resulten tan onerosos a las familias que más lo necesitan y trate de frenarse vía precio, el desbocamiento del botellón debido también a la propia igualdad que deseamos no propicie en este ámbito nuestra joven ministra de Igualdad. Tal vez debiera impulsar una Agencia del Alcohol Abusivo que se financiara con un impuesto sobre tales bebidas ¡No sobre el vino! No nos fuésemos a equivocar ahora.
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