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‘El asombroso viaje de Pomponio Flato’ de Eduardo Mendoza: mucho Pomponio y poco flato

Herme Cerezo
Herme Cerezo
jueves, 24 de julio de 2008, 22:34 h (CET)
Me acerqué a este libro espoleado por la lectura de dos de los suplementos culturales más importantes de la prensa peninsular. Incluso abandoné mi sacrosanta horizontalidad sobre el sofá, para bajar raudo a la calle y comprarlo. No exagero, es cierto. Y también es verdad que concluí su lectura subido al sillín de mi bicicleta estática – los triglicéridos mandan –, pedaleando con el libro en las manos. Tampoco esta vez exagero, oigan.

Y la verdad, mis improbables, es que necesitaba reír un poco. O, al menos, pasar un rato agradable. Y mis expectativas han quedado un tanto defraudadas. Bueno y ¿por qué mentir?: bastante defraudadas en realidad. Mi pretendida ración de sana risoterapia queda pospuesta para otra ocasión.

Eduardo Mendoza (Barcelona, 1943) es uno de esos escritores con cuya lectura más he disfrutado siempre. ‘La verdad sobre el caso Savolta’, ‘La ciudad de los prodigios’, ‘La aventura del tocador de señoras’, ‘Una comedia ligera’ y la espléndida, para mí, ‘El año del diluvio’ constituían un aval suficientemente sólido para emprender la lectura de ‘El asombroso viaje de Pomponio Flato’. Sin olvidar los avales culturales citados al principio.

Si, ya sé que me he dejado uno de sus títulos más célebres, ‘Sin noticias de Gurb’, la novela que más me ha hecho reír de todas cuantas he leído. Pero este olvido ha sido aposta. Sin discusión, creo que todos coincidimos en la maestría de este relato de humor, género difícil, donde los haya y, por ende, poco cultivado. Y por eso quería obviarlo. Pero no ha sido posible. Y es que durante la lectura del periplo pomponiano y aunque la temática de ambas novelas tenga poco en común, realmente nada, uno no puede evitar retrotraerse a las aventuras del marciano Gurb y su jefe. Quizá esta circunstancia haya constituido un lastre excesivo para juzgar a Pomponio y su flato. Es posible, no lo sé. Pero lo cierto es que Mendoza había puesto el listón muy alto. Mucho, muchísimo, con aquella descacharrante obra.

‘El asombroso viaje de Pomponio Flato’ es una amalgama de casos, cosas y fuentes de información. Es indudable, lo explica el propio autor al final del libro, que ha bebido de fuentes clásicas, Plinio el Viejo, para inspirarse. Pero también de fuentes nuevas. Este asombroso viaje se muestra deudor de la celebérrima ‘Vida de Brian’, la de los Monty Python, película que también engullí para ver si me ilustraba la lectura de la novela. Pero nada, ni por esas.

No sé que tiene este viaje que deja indiferente al lector. Alguna sonrisa me ha aflorado a los labios, tampoco hay que mentir, pero no ha conseguido arrancarme ninguna carcajada franca. Hay momentos interesantes, eso tampoco hay que negarlo. Y golpes buenos, pero son los menos: frases sueltas, ramalazos ingeniosos que sí consiguen hacerte reír. Uno de los más divertidos es cuando dice "Yo aún no había conocido mujer. Sólo aves de corral" o cuando un legionario afirma que, como no tiene dinero, para practicar el sexo, se masturba leyendo ‘La Guerra de las Galias’ de Julio César. Por cierto hay que tener agallas para practicar el onanismo leyendo ‘De bello gallico’. Si hubiera escogido ‘De Catilinae coniuratione liber’, aunque con muchísima imaginación, aún podría entenderlo. Pero bueno ya no hay más. Nada.

En ‘El asombroso viaje de Pomponio Flato’, Eduardo Mendoza ha metido muchas cosas en el puchero: a Jesús de niño, a las legiones romanas, al sanedrín judío, a las putas judías, a los efebos, al orden ecuestre romano al que pertenece Pomponio, a los delincuentes bíblicos – Barrabás -, a los Reyes Magos, a José y María y a la especulación del suelo, algo que parece comprobado, según explica el propio autor, que existió en aquella época.

El argumento es sencillo: José, padre de Jesús, ha sido condenado a muerte por el asesinato, brutal y sangriento, del acaudalado Epulón. El niño le encargará al romano del orden ecuestre, Pomponio, aquejado de flatulencias eternamente inoportunas, que investigue y demuestre la inocencia de su progenitor. Desde este punto de vista, la novela intentaría ser un peplum policial. Pero no llega porque el argumento, desde el punto de vista "negro", no funciona mucho. Y, además, el improvisado detective parece medio idiota (o idiota entero sin paliativos y sin gracia). Y como ridiculizador de las costumbres judías o de la Biblia o de la religión judía (y cristiana) se queda corto. El propio Mendoza, en la entrevista concedida a un suplemento cultural, suspira un poco (bastante) por causar una cierta irreverencia en los medios eclesiásticos. "Ojalá me anatematizara. Al editor le encantaría, se vendría muchísimo y se traduciría". Pero creo que esto no va a ser así ni mucho menos. Al lado de ‘El Código da Vinci’, ‘El asombroso viaje de Pomponio Flato’, es un cuento casi para niños. Y no alcanza para la hoguera del Santo Oficio.

En fin que ‘El asombroso viaje de Pomponio Flato’ tiene mucho de Pomponio y menos de flato, bastante menos. Ya lo creo. Para reír con fuerza habrá que recurrir de nuevo a Gurb, el alienígena, y a su consternado jefe. Impagables ambos.

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‘El asombroso viaje de Pomponio Flato’, de Eduardo Mendoza. Ed. Seix Barral Biblioteca Breve, marzo 2008. 190 páginas y 16,50 euros.

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