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‘Un ciego con una pistola’ de Chester Himes: un clásico, una sucesión de flashes, Harlem en vivo

Herme Cerezo
Herme Cerezo
viernes, 26 de septiembre de 2008, 22:12 h (CET)
De vez en cuando, lo he dicho ya en otras ocasiones, preciso regresar a eso que se llama novela negra (o policial aunque no sea lo mismo). En el cómic también me ocurre igual. Necesito que alguien, un escritor de confianza, tal vez un clásico, me cuente una buena historia, una historia que me arrope entre sus bastidores, que me encierre en su mundo de tinta, papel y palabras, y que no me deje escapar hasta el final. Si el argumento, además, no es edificante, tanto mejor. En ocasiones, uno se harta de tanta pulcritud y ortodoxia y quiere saltarse las reglas. O mejor, que alguien se las salte por él. Porque en eso, ni más ni menos, consiste la novela negra y la lectura en general.

Paco Camarasa, ese librero incansable de ‘Negra y Criminal’, que ya compareció por SIGLO XXI, hace poco me envió uno de tantos avisos suyos, avisos literarios, avisos negrocriminales, utilizando ese término que tanto le gusta, descubriéndome que RBA Bolsillo había reeditado unos cuantos clásicos del género. Entre ellos uno que comentaré hoy: ‘Un ciego con una pistola’. Y fue por este título, nada me pareció más contradictorio que un invidente disparando, por lo que decidí leerla. El título ya era por sí mismo bastante corrosivo, pero si leemos el Prefacio donde dice: "Un amigo mío, Phil Lomax, me contó que un ciego había disparado con una pistola contra un hombre que le había abofeteado en el metro y que había matado a un espectador inocente que leía tranquilo su periódico al otro lado del paseo", la tentación por conocer esta historia surge inevitable e incontenible.

‘Un ciego con una pistola’ es una novela de género pero que se sale de lo usual. Si quieren que les diga la verdad, a mí la trama policial de esta obra me ha importado tres pimientos y medio. No radica ahí su calidad. Y ¿por qué no? Pues por la sencilla razón, de que no es sino un elemento más de ella. El verdadero protagonista y el verdadero hilo argumental a la vez, es Harlem, un Harlem vivo, retratado a través de sus habitantes negros, de sus pensamientos sobre los blancos y de su modo de relacionarse con ellos. Harlem, el barrio afroamericano limitado por la calle 96 al sur, la Quinta Avenida y el río Hudson al oeste y la calle 155 al norte, junto con el río Harlem.

‘Un ciego con una pistola’ presenta dos protagonistas "oficiales", dos habituales en la carrera literaria de Himes: Coffin Ed Johnson y Grave Digger Jones, o lo que es lo mismo, Ataúd Johnson y Sepulturero Jones. Dos policías negros. Y en Harlem. Pero en el texto, Johson y Jones no son sino el hilo que une los sucesivos flashes de la novela. Sí, actúan de policías, interrogan, detienen, reparten algún mamporro que otro, coaccionan a los sospechosos, algo nada nuevo en el género, pero su función como tales es irrelevante. Es mucho más rica su posición con respecto a su superior, un blanco llamado Anderson, y sus relaciones con sus propios compañeros de raza. Los diálogos de los dos detectives con Anderson constituyen auténticos tiroteos verbales: ¡bang!, ¡ziuuu!, ¡bang! Su jefe es ante todo método policial, sistemático. Ataúd Johnson y Sepulturero Jones no. Ellos representan la praxis. Ellos son la policía de campo. Ellos son la policía de la calle. Por eso cada orden que reciben la ponen en duda mediante palabras cargadas de razón, irónicas, ciertas, incontestables. Y lo más curioso es que su actitud, la de los polis negros, viene avalada por los acontecimientos que se suceden y que no cesan de trabar la acción policial. Es el choque brutal entre realidad y teoría, entre manual y práctica, entre despacho y calle.

El Ataúd y el Sepulturero, además, se enfrentan a los miembros de su propia comunidad, de su propia raza negra. Para éstos, los dos detectives no son sino hombres negros vendidos al blanco, para quien trabajan y cuya ley, la ley también blanca, representan y tratan de aplicar en Harlem. En algunos momentos de pausa, Coffin y Digger filosofan. En una de sus parrafadas uno de los dos, no importa cuál, llega a afirmar que todo lo que les ocurre a sus congéneres de raza sólo tiene un culpable: Abraham Lincoln, por liberarlos de la esclavitud. En otra, definen a Harlem, como su "oficina" laboral. Y en la que reproduzco seguidamente describen el distrito:

"- Si parpadeas una vez, te asaltan – advirtió Coffin Ed al hombre blanco que rondaba de visita por Harlem.

- Si parpadeas dos veces, te matan – añadió Grave Digger, con sequedad".

‘Un ciego con una pistola’ es, por su estructura, una novela coral. En la travesía de su lectura, nos vamos a encontrar con líderes negros, con monjas y mormones negros, con predicadores negros de la fraternidad universal entre los hombres, con vendedores negros de eternas juventudes, con prostitutas negras y maricas negros de labios acolchados y cabellos ondeantes, con el Black Power, con manifestaciones de negros, con reyertas entre negros, con asesinatos de negros en mitad de una reunión, con cuchillos de manejo ligero, fácil y liviano ... en fin con todo lo imaginable y lo no imaginable. A veces, la lectura de la novela puede descolocar un poco, desorientar incluso por la procesión de tipos y escenas que se suceden. Pero al final todo ocupa su espacio natural, todo casa.

Chester Himes nació en Jefferson City (Missouri, EE.UU.) allá por 1909. Durante un tiempo se desenvolvió en ambientes delictivos hasta que ingresó en prisión por robo a mano armada. Durante su estancia carcelaria, comenzó a escribir relatos cortos y consiguió publicarlos en revistas. El propio Himes manifestó que escribir le proporcionó un cierto status en la prisión, porque "los convictos negros tenían un respeto instintivo, e incluso miedo, por alguien que podía sentarse a escribir a máquina y cuyo nombre aparecía en periódicos y revistas. Los carceleros no podían tocar a quien pensaban era una figura pública". Corría el año 1935. Diez años después publicó su primera novela, ‘Si grita, déjalo ir’, y en 1953, cansado del racismo de su país, decidió trasladar su residencia a París. Allí fue donde vieron la luz los detectives de ‘Un ciego con una pistola’: Ataúd Johnson y Sepulturero Jones. En 1969, se trasladó a vivir a Moraira (Alicante), donde fallecería en 1984. Sus novelas se caracterizan por su preocupación por el problema racial en EE.UU. Y sus personajes, dado que conocía perfectamente los ambientes criminales de su país, son fiel reflejo de esa realidad. Chester Himes no tomó partido en esta lucha ancestral. Se limitó a contar la brutalidad de cuanto veía. Su voz, su pensamiento eran un incordio para sus congéneres. Quizá por ello no regresó nunca a su país.

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‘Un ciego con una pistola’, de Chester Himes. Clásicos NOVELA NEGRA. RBA Bolsillo, mayo 2008. 285 páginas, 6,50 euros.

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