Rubem Fonseca (Juiz de Fora, 1925) es uno de los más destacados autores brasileños vivos de hoy, llamado a ser una de las voces referentes de las nuevas camadas de novelistas sudamericanos, porque ese es el destino de los grandes, de aquellos que ponen con letra dura la cimiente de cualquier tradición. Fonseca es también uno de los más importantes exponentes del género policial, el cual, muchas veces no sé por qué, es tan vilipendiado por algunos novelistas de fuste que lo consideran subliteratura, un género menor, en algo que hasta un mico puede hacer. El prejuicio sobre el policial es muy fuerte, no pocos piensan que hay muchísima facilidad en su desarrollo, se cree que con tal de poner como telón de fondo un crimen, un poco de sangre, una incomprendida mujer, un sospechoso común y un criminal solapado es más que suficiente.
Si analizamos bien y detenidamente la tradición de la novela y somos un poco más abiertos de mente y espíritu, no vamos a tardar en llegar a la conclusión de que las novelas, a lo largo de su historia, se desarrollan en dos grandes bloques: las de amor y los policiales. O bien se cuenta un gran romance y la lucha por un bienestar sentimental o bien el interés por conocer o revelar un tabú en todas sus variantes. (Esta idea da para más, trataré de desarrollarla en una futura reseña de otra novela policial.)
Y DE ESTE MUNDO PROSTITUTO Y VANO SÓLO QUERÍA UN CIGARRO EN MI MANO es una novela que demuestra el por qué Fonseca es una narrador importante, conocido y desconocido a la vez. Brasil es un país del que a las justas los lectores relacionamos con algunos escritores, y uno de ellos es Fonseca. La relación, para ser justos, no pasa más de diez nombres, entonces esto nos da luces de lo mucho que falta por conocer de la tradición novelística de ese país continente. No es extraño pensar que pueden haber más escritores de la talla de quien hace no mucho fue galardonado con el prestigioso Juan Rulfo de México.
Esta novela es un policial. Sin embargo, a diferencia de títulos de Fonseca como AGOSTO, aquí tenemos el pretexto de la intriga para inmiscuirnos en uno de los grandes subtemas de Fonseca: los placeres del vicio, en este caso, exclusivamente del tabaco. El abogado Mandrake, presente en las novelas del escritor, quien recuerda las idas y vueltas de un caso aparentemente superfluo, que, de paso, trae algunas muertes que giran en la figura del exitoso escritor Eduardo Flavio y las apasionadas Amanda, Luisa y Silvia, todas ellas, a su manera, obnubiladas por los encantos de aquel hombre al que no le importa más que el vivir como todo un sibarita. Basta recorrer las primeras páginas para darnos con la casi certeza de quien puede ser la persona responsable de las muertes, y como esta historia no tiene para más, encontramos el motivo de su brevedad, te la puedes leer en el viaje al trabajo en bus o en la sala de espera de un banco. Flojísima en trama, pero que mantiene, y en gran nivel, el secreto recurrente de las más grandes novelas policiales: la fisonomía moral de los personales y las relaciones entre ellos, es este aspecto el que termina ofreciendo un plus a toda novela policial, no importa si nos topamos ante un argumento jalado de los cabellos.
Los personajes de esta novela de título largo, cuyas letras no consigno para que el lector no crea que estoy hablando de la clave de una cuenta corriente, se mueven alrededor de las conversas grababas de Mandrake a su cliente Eduardo Flavio a través de las transcripciónes de las sesiones que lindan con los métodos de los psicoanalistas. A partir de ellas es que Mandrake empieza a armar el devenir de estas mujeres enamoradas (encaprichadas) del escritor que representa para ellas el ideal de ternura, aventura y fervor sexualidad que tanto ansían.
Sin embargo, entre sesión y sesión, Flavio suelta los móviles de su poética, de su relación con la literatura. Por este lado también puede decirse que estamos ante una novela policial de espíritu metaliterario, no por el hecho de que el protagonista ancla sea un narrador, sino por las reflexiones que en torno al trabajo literario se detallan, teniendo como punta de lanza la disidencia del talento natural, de la carencia de lecturas, que en no pocas líneas puede resultar sumamente estimulantes para cualquier escritor. Y claro, como se anuncia desde el título, el inmenso amor de Flavio por el tabaco queda más que sustentado en reflexiones que recorren la historia del mismo, su uso adecuado y sus ciertos “tics” para prenderlos. Estas páginas escritas con el demonio de la nicotina pueden llegar a ser la mejor defensa para cualquier fumador de verdad, para los que el fumar es un dañino placer que no es tan mortal como algunos distinguidos despistados creen.
Fonseca, seguramente un gran fumador, hace con esta novela un buen ejercicio que en un futuro puede ser el punto de partida para un trabajo de mayor aliento, con una estructurada más cohesionada y una trama más creíble. Obviamente esta novela no está entre lo mejor de su producción, pero nadie puede negar que la misma tiene harta soltura, mucho oficio en su desarrollo escritural, sumamente interesante para animarnos a recorrer lo que aún no se ha leído de la adictiva narrativa de este extraordinario escritor.
No puedo terminar esta reseña si no saludo el acierto de la editorial que nos entrega esta segunda edición del 2007. La primera data del 2001. Si no fuera por esta apuesta sería imposible reseñar esta joyita solo para fumadores.
Editorial: Norma.
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