Sabía que Sergio Scariolo era un magnífico entrenador. Sus números y su trabajo en los distintos equipos por los que ha pasado así lo demuestran. Lo que ignoraba es que, además, era capaz de transmitir por escrito su capacidad de observación, sus análisis, sus conocimientos del básket. No crean que esta cualidad, la de escribir, digo, la posee cualquier coach. No, ni mucho menos. Una cosa es comentar un partido in situ, viva vocce, con el soporte de las cámaras de televisión y sus replay, y otra muy distinta dejar constancia en los papeles de lo que un entrenador ve, de lo que opina, de lo que sabe.
Y digo esto porque Scariolo viene escribiendo en el diario ‘EL PAÍS’ una serie de artículos, excelentes en mi opinión, a propósito de Pekín 2008 y la selección española de básket (perdonen, sé que es baloncesto, pero a mí me gusta este anglicismo, ¡qué le voy a hacer!).
La víspera del partido contra EE.UU., Scariolo advertía de las diferencias entre la NBA y la ACB y de las posibilidades de nuestro combinado patrio. El técnico italiano se mostraba partidario de que España guardase alguna baza para un hipotético segundo enfrentamiento, en una también hipotética final. Es decir, que Aíto García Reneses, si llegase la ocasión, debería sacar algún "conejo de la chistera" para variar un posible resultado negativo ante los norteamericanos en el primer envite, como así sucedió el pasado sábado, e intentar trocarlo por victoria. Scariolo indicaba, además, que los americanos habían cambiado. Que ahora ya no lo confiaban todo a su talento individual y superior condición física, sino que también estudiaban a sus rivales, sus movimientos, sus puntos fuertes y débiles. Que eran más team y menos singles. Después del encuentro, después del apabullante resultado favorable al NBA team, los norteamericanos han dejado flotar en el aire, a propósito sin duda, unos cuantos apuntes que me gustaría señalar.
La selección estadounidense no es sólo gran fuerza física y calidad técnica, aunque su superioridad en este sentido les permita resolver los uno contra uno a gran velocidad y plantarse ante el aro con solitaria solvencia. Y allí, en el momento supremo, no hacen bandejas ni chorradas al uso. Allí, machacan. Dos puntos son dos puntos. Esa misma superioridad, física y técnica, les hace disponer de una velocidad de reacción superior en el juego sin balón, hasta tal punto que la anticipación es una de sus mejores armas y el robo de muchos balones, una consecuencia. Pero, cuidado, los americanos obtienen rentabilidad a su superioridad gracias a su enorme capacidad de concentración en el juego. Su lectura del partido es constante, sin pausas, y viven no sólo de la calidad en su juego, sino también de los despistes del rival, despistes que ellos mismos provocan.
Pero hay más cosas. Los estadounidenses quisieron dejar bien patente que no están dispuestos a tolerar que los europeos, en este caso españoles, que juegan la NBA les guinden el pastel del oro. Y así, durante los dos primeros cuartos, sometieron a Pau Gasol a una defensa frenética, de agobio y psiquiatra, que redujo enormemente sus prestaciones numéricas, y sobre todo, le desequilibró y descentró al comprobar que nada le salía bien.
Otro factor determinante es la presión en media cancha, en la media cancha del equipo contrario, claro. Los norteamericanos, cuando presionan al rival, le hacen rozar siempre la desposesión de balón por agotamiento de sus ocho segundos reglamentarios. Eso es fuente de pérdidas para el equipo rival, de desestabilización, de asfixia emocional, porque los jugadores defendidos se sienten oprimidos en su propia pista, curiosamente atacados sin balón por un rival al que corresponde defender en aquel instante. Esa táctica sirve para ganar partidos. Indudablemente. España tendrá que superar esta barrera, si puede, y, por qué no, poner también en práctica alguna defensa similar, si le da tiempo a ensayarla en algún entrenamiento, aunque evidentemente a estas alturas de competición, inmersos en el frenético ritmo de partidos-acumulación de cansancio-recuperación, pocas estrategias nuevas se pueden preparar ya.
Con los número del score final, 119-82, los NBA team ya le han recordado a los ACB team cuál es la diferencia entre una selección y otra, entre la NBA y la ACB, entre EE.UU. y España. Y esto no es si no una muestra de lo ambicioso que puede llegar a ser un equipo, un verdadero team, tanto que ya marca el terreno futuro antes del nuevo enfrentamiento. Si, en un posible segundo choque, los españoles quieren mejorar resultado, la chistera de Aíto García Reneses tendrá que obrar milagros. Y de los gordos, casi bíblicos.
Y concluyo. Antes de esta nueva oportunidad, si se produce (habrá que pedir permiso a Croacia en el cruce de cuartos, por ejemplo), reproduzco a continuación un párrafo del artículo de Scariolo del domingo pasado: "Dando por descontado que los norteamericanos estarán en la final, ahora toca recuperarse pronto y ganarse en los cruces el derecho a desafiarlos nuevamente". Una gran verdad, como todas las que ha escrito el técnico transalpino durante estos Juegos Olímpicos de Pekín.
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