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“Tokyo Blues”, de Haruki Murakami

Gabriel Ruiz-Ortega
Gabriel Ruiz Ortega
lunes, 23 de febrero de 2009, 09:58 h (CET)
Mundialmente conocida como NORWEGIAN WOOD, cuya versión en castellano obedece al título de TOKYO BLUES, Haruki Murakami (Kyoto, 1949) no ha hecho otra cosa que sembrar elogios con esta novela que literalmente lo tiene todo. Esto, entre otras cosas, nos revela la contundencia que siempre ha tenido la literatura japonesa, al menos entre las traducciones que llegan a nosotros.

TB es una novela en la que no percibimos un gran argumento, a simple vista podría tratarse de una suerte de reflexiones que divagan a lo largo de las más de trescientas páginas. Sin embargo, esta tiene algo que ya desearían tener muchísimas novelas: sensibilidad. Así de simple.

Tenemos a Toru Watanabe, quien llegando en avión a Alemania escucha en el desembarco la mítica canción de The Beatles “Norwegian Wood”. Basta ese detalle para que él, a sus treinta y siete años, se vea envuelto tal cual presa de sus años juveniles cuando era estudiante de Literatura en Tokio, en los turbulentos y apasionados años sesenta. Como en toda época estudiantil, pues es inevitable que esa canción de los disidentes de Liverpool le recuerde a la mujer que terminó marcando su vida. Es así que tenemos a Naoko, una mujer con una inherente inclinación por el más sórdido de los espíritus fanáticos, quien fue novia de Kisuki, el mejor amigo de Watanabe, y quien terminaría suicidándose. Entonces entre Naoko y Watanabe se forja la dependencia mutua de dos personas que siempre se gustaron, pero que ante el temor de herir al tercero, no se decían nada. Sin embargo, en la vida del joven Watanable también confluyen otras mujeres, como la estudiante Midori y la experimentada, y no menos atormentada, Keiro.

Suena a cuarteto amoroso, sí, pero TB es muchísimo más que destilación sentimental y flujos hormonales. A su manera, peculiar y honesta, Watanabe quiere a estas mujeres, y pese a estar enrollado con ellas, jamás deja de pensar en Naoko, quien ya no pudiendo sobrellevar su apego al vacío, sigue los pasos de su primer novio mientras se encuentra en un centro de rehabilitación, lo que configura la deuda del narrador-protagonista en un recuento muy alejado de la anécdota atrabiliaria, porque a medida que este recuerda, nos ofrece un fresco no muy conocido de la sociedad japonesa de esos años, tan lejos de la propaganda conservadora que, a excepción de los últimos tres lustros, siempre se ha proyectado de Japón, lo cual nos patentiza que siempre ha sido un país cuya cultura estaba inmersa en un franco proceso de occidentalización.

Por tratarse de una novela anclada en la tradición literaria oriental, se podría pensar que se nutre de ella. No es así. TB es una fiel y buena deudora de la novela de aprendizaje alemana y de las novelas de la decadencia espiritual norteamericana, en especial en la línea de F. Scott Fitzgerald. Y sumemos también las referencias de la cultura de masas, como bien podrá colegirse en el título con el cual se la conoce en el mundo entero.

TB pertenece a rubro de libros que muchos ansiamos leer. Es de los que están llamadas a quedar, no importa si uno llega con retraso a él, como tampoco importa que haya sido editado en castellano en el 2005 (salió a la luz en 1987), sencillamente tiene el poder no solo de reconciliarte con la vida, sino que afianza en el lector lo que ante todo debe importar: saber mirar y escuchar, “detalles” estos que nos ayudan a valorar más nuestras vidas.

Editorial: Tusquets.

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