Les puedo asegurar que es la primera vez que entrevisto a una escritora que responde a mis preguntas de modo pausado, metódico, sonriente, trenzando las palabras justas y... dándole a las agujas: "calcetar es mi única adicción", reconoce la propia María Reimóndez (Lugo, 1975), traductora de profesión y feminista por convicción. Además de escribir en diversos medios de comunicación, ‘A nosa terra’ o ‘Vieiros’, a María todavía le presta su tiempo para publicar novelas como ‘El club de la calceta’, que nos presenta hoy, o para trabajar en ‘Implicad@s no Desenvolvemento’, una ONG fundada por ella misma y que entiende la pobreza como un sistema de explotación por parte de gobiernos y empresas y trata de cambiar los hábitos de consumo y la visión de los países del Sur entre la ciudadanía gallega. A principios de 2009, verá la luz su nueva novela, ‘Pirata’, escrita como toda su obra en gallego.
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María Reimóndez.
| Herme Cerezo / SIGLO XXI
Galicia es tierra de cuentos narrados alrededor de una hoguera o al pie de una chimenea y de buenos escritores: Valle, Torrente Ballester, Pardo Bazán... ¿de dónde procede tu afición por escribir.
A mí me viene de otros escritores distintos a los que tú has mencionado, porque mi literatura es otra, escrita en lengua gallega. Me viene de la tradición literaria de mi tierra, de mi afición por devorar libros, que también eran mis regalos preferidos. En mi casa decían que resultaba más barato darme de comer que satisfacer mi voracidad lectora. La que más influyó en ello fue mi madre que, desde siempre, me inculcó la pasión por leer, una pasión que me llevó a querer formar parte también de los libros. Desde pequeña siempre quise ser escritora. Otras cosas no las tuve claras tan pronto, pero ésta sí.
Todas las escritoras gallegas que escribís en este tiempo, Susana Fortes, Luisa Castro o Mercedes Castro ¿formáis parte de eso que se llama una generación?
Para mí la diferencia fundamental sigue siendo que yo escribo en gallego. Ellas lo hacen en castellano y, por lo tanto, mis referentes no tienen absolutamente nada que ver con los suyos. Son gallegas, pero pertenecen a otro sistema literario. Hace poco se celebró una reunión en la Asociación de Escritores Gallegos para hablar de este tema y llegamos a la conclusión de que precisamente lo que caracterizaba a esta generación entre dos siglos es que no había una generación y que éramos muy conscientes de las diferencias de clase, de procedencia y de género que nos separaban. Yo me siento mucho más próxima a escritoras gallegas feministas, mayores o más jóvenes que yo, que compartimos una manera de entendernos como autoras que no tiene nada que ver con el año en que nacimos.
¿Hay mucha actividad en la literatura gallega femenina en este momento?
Depende de cómo se mire. En narrativa, numéricamente, seguimos siendo muy pocas. Sin embargo, las poetisas, a lo largo de los años noventa, transformaron el panorama literario y tuvieron mucha repercusión y visibilidad. Ahora comenzamos a emerger las narradoras, pero todavía existe un desequilibrio grande. Al cabo del año publican cuatro o cinco autoras nada más, frente a un número mucho mayor de hombres.
¿Cómo es tu proceso creativo?
Soy escritora diurna pero sin ritmo fijo, porque mi ritmo de vida es errante. Pero tengo una ventaja muy grande porque no tengo coche y viajo bastante, lo que implica que paso mucho tiempo en el avión, en el bus o en el tren y lo invierto en pensar y desarrollar ideas. Por eso cuando escribo voy como una bala. Siempre empiezo mis novelas con cuadernos. El primer esqueleto lo hago a mano, es una manía, y después lo paso todo al ordenador. Llevar un cuaderno encima es muy sencillo y lo sacas en cualquier parte para escribir lo que te surja.
¿De qué va ‘El club de la calceta’?
Son las historias de seis mujeres que, cuando las leemos por separado, observamos que todas ellas han de enfrentarse a lo que les ocurre día a día, eso que yo denomino violencia estructural, situaciones que no salen en la prensa, pero que están ahí y al final nos acaban limitando y delimitando. Es un libro que habla con optimismo de cómo conocer esa diversidad para ayudarnos a superar los atrancos y a entender que lo que nos pasa no es algo individual sino colectivo y desde ahí es donde puede transformarse el entorno.
¿Tu novela se estructura desde el monólogo individual o a través de diálogos cruzados?
Cada capítulo habla de una de las mujeres. Algunos están narrados en primera persona y otros en tercera. Cada protagonista la he escrito según cómo tiraba de mí el personaje. Elvira, por ejemplo, una mujer mayor, podríamos pensar que es una beata, pero al leerlo descubrimos que tiene ideas muy poco convencionales sobre la religión y que ha acabado en la Iglesia porque no ha encontrado otro sitio para ser soltera y que la dejasen en paz. En su caso concreto me interesaba narrar en primera persona, porque me parecía importante ver cómo era su lenguaje e incluso su manera de expresarse. Todo eso también formaba parte del personaje y no se podía extraer de otro modo.
¿Los problemas que trata la obra son específicamente femeninos?
Los problemas de las mujeres están relacionados con los hombres y sus problemas, porque yo creo que si no se da un cambio de papeles de poco vale que las mujeres hayamos avanzado mucho si ellos siguen como hace cincuenta años. En ese sentido creo que ‘El club de la calceta’ trata asuntos que afectan a toda la sociedad. Si una mujer no puede salir a la calle tranquilamente, porque sabe que los obreros de una esquina van a comenzar a insultarla, o una chica, con la carrera terminada y perfectamente preparada, desempeña el papel de florero en una oficina, es evidente que tenemos un problema que nos debería preocupar a todo el mundo.
¿En ‘El club de la calceta’ queda espacio para la ironía también?
Hay mucho humor. Como buena gallega, soy una persona a la que le gusta mucho la retranca y la ironía. Creo que es una manera eficaz de hincarle el diente a la realidad. Hay partes que son crudas, especialmente para mí como narradora. Por ejemplo, el personaje de Luz, una prostituta que vive una situación de violencia mucho más explícita, me resultó duro de crear y narrar. Pero incluso en su caso hay una dosis de humor, como una manera amarga de enfrentarse a la vida.
¿El humor es buena herramienta para acercarnos a estos problemas?
El humor inteligente, claro, te permite poner luz sobre cosas que parecen evidentes y darte cuenta de que no son tan normales como nos parecen. En este caso, en los problemas que tenemos las mujeres por la definición del género, es muy importante reflexionar sobre la supuesta normalidad que en muchas ocasiones es sólo la base para las injusticias.
¿El final de ‘El club de la calceta’ es crudo o esperanzador?
El final es muy optimista, porque yo lo soy y porque creo que tenemos una tradición, aportada por la literatura masculina, de que las mujeres que transgreden siempre son castigadas y yo me niego a seguir esa misma ruta. Las mujeres que transgredimos, al menos, hemos de ser reconocidas y tener esperanza en nuestra vida.
Tu obra ha sido traducido antes al italiano que al castellano ¿cómo fue eso?
Bueno, yo no sé por qué tendrían que traducirme primero al castellano. El castellano es un idioma más y es como si escribes en chino: te traducen por las razones que sean. Y, a veces, por distintas circunstancias un libro llega antes a un sitio que a otro. Me niego a pensar que las personas, que escribimos en otras lenguas del estado español, tengamos que pagar el peaje del castellano para que se nos traduzca después a otros idiomas. En este momento, se puede traducir directamente del gallego al inglés o al francés y la traducción al castellano de nuestras obras en primer lugar no es el objetivo. Para mí fue una satisfacción que me tradujesen antes al italiano.
Yo me refería al hecho de que si te traducen antes en el extranjero que aquí, parece que exista un cierto desinterés hacia las otras lenguas del estado español.
Dentro del estado español si no escribes en castellano trabajas en una literatura menor, que no se estudia y de la que nadie tiene la menor idea. Tú antes me hablabas de unas autoras que conoces porque las has leído o estudiado. Pero cuando yo iba al colegio nadie me habló de la literatura catalana o de la vasca. Creo que es una forma muy negativa de presentar las cosas y parece que conseguir un libro en catalán en España sea una cosa rara y que tengas que recurrir a Amazon.
¿Has traducido tú misma la novela al castellano?
No y no lo he hecho porque no quería que me fagocitasen. Hay muchos autores que cuando se traducen a sí mismos, caso de Manuel Rivas o Bernardo Atxaga, soslayan el hecho de que es una traducción y dan a pensar que han escrito esos libros en castellano y no en otras lenguas: eliminan su propia literatura. Y a mí eso me resulta muy preocupante. En determinadas partes del estado español, si dices que has escrito en gallego les parece una aberración, te miran como una cosa rara y te dicen que pudiéndolo escribir en castellano por qué lo has escrito en gallego. Y tú les respondes que también podría haberlo escrito en inglés pero que no me da la gana. Mi publico está en mi idioma.
‘El club de la calceta’ ha sido llevado al teatro y ahí sí has intervenido como coguionista, ¿no?
He tenido un papel más bien de asesora, porque Celso Parada, que es el director de la obra, estaba muy preocupado y quería que yo formase parte de ese proceso. La versión teatral ha resultado como una gran condensación de la novela y recomiendo a todo el mundo que la vaya a ver. El año próximo la estrenarán en su versión castellana en Barcelona y luego espero que viaje a otras partes, a Valencia también. Merece la pena porque las actrices son estupendas y pienso que es una buena ocasión para leer el libro y verlo en carne y hueso.
Como autora, ¿qué sientes viendo sobre un escenario a los personajes que tú has imaginado, moviéndose con vida propia?
Pues la verdad es que es muy emocionante. Soy muy poco posesiva de lo que escribo y una vez que el libro está ahí, su versión teatral y las traducciones son otras vidas. Sin embargo, la obra de teatro la siento como mía también. He ido a verla cuatro veces y he podido observar la reacción del espectador, porque con el libro lógicamente no puedes verla mientras lee. Allí es lo inmediato y el texto provoca la risa de la gente o sus silencios. En los momentos duros y tensos ves que el público no respira. Claro que todo eso ya no es tanto mérito mío como de Celso y las actrices.
‘El club de la calceta’ también se ha llevado al cine, ¿ha terminado el rodaje ya?
Sí, sí, terminaron de rodarla hace un par de semanas y mi papel se limitó a hacer un pequeño cameo con frase incluida. Pero no sé cuándo se estrenará.
¿Qué escribes ahora?
Siempre estoy con muchos proyectos literarios en mente, poemarios, por ejemplo. A primeros del próximo año se publicará ‘Pirata’, mi nueva novela, y ahora ya estoy escribiendo otra mas.
No me resisto a preguntártelo antes de terminar: ¿lo la calceta de dónde te viene?
Desde pequeña, mi madre nos enseñó a calcetar a mi hermano y a mí. Más tarde, la madre de una amiga, que calcetaba profesionalmente para una tienda, me explicó todas la técnicas. Es algo que me encanta, creo que es la única adicción que tengo. Sin ir más lejos, la semana pasada hice cuatro bufandas. Empiezas y quieres ver como queda y en cuanto te das cuenta llevas cinco horas calcetando. Es una actividad muy relajante menos para las cervicales. A mí, además, me ayuda a desatascar los argumentos de mis novelas.
Mi hora había terminado. Mientras la noche cerraba pacientemente el cielo de la ciudad, llegaba el turno para otro colega, para otro medio. No obstante y antes de despedir a María Reimóndez, por significativo y esclarecedor, quiero dejarles un fragmento mínimo, pero fragmento al fin, de ‘El club de la calceta’. Se trata de la dedicatoria con la que la escritora gallega comienza su novela’: "A todas las mujeres que, ante tanta violencia, no reaccionan con violencia".
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