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María García-Lliberós (València, 1950) es licenciada en Ciencias Económicas por la Universidad de València y en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid. Es autora de las novelas ‘La encuestadora’ (Premio Gabriel Sijé, 1992), ‘El juego de los espejos’, ‘Equívocos’ (Premio de la Crítica Valenciana 1999, llevada a la televisión bajo el título de ‘Mentiras’, dirigida por Miguel Perelló), ‘Como ángeles en un burdel’ (Premio Ateneo de Sevilla 2002), ‘Babas de caracol’ y ‘Lucía o la fragilidad de los fuertes’, así como de los relatos cortos ‘El miedo’, ‘El último desfile de las hormigas’ y ‘Josefina, niña mala’. También fue co-guionista del documental para la televisión ‘La Bori, diva universal’, realizado por Lluís Miquel Campos.
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Gabriel Pradera, licenciado en Derecho y guiado por una ambición impaciente, inicia su imparable ascensión social casándose en 1972 con Nuria Ribazo, perteneciente a una de las familias de banqueros más poderosas de España. Treinta años más tarde, con Gabriel situado en la cúpula del poder económico del país, surge la figura inesperada de un tercer personaje, Gonzalo, portador de un mensaje confidencial que le obligará a enfrentarse con su pasado de un modo inesperado, porque la responsabilidad derivada de ciertos actos no prescribe jamás y solo se apaga con la muerte. Con estos parámetros argumentales, en su nueva novela ‘Diario de una sombra’, editada por Sargantana, María García-Lliberós traza la historia de la reparación de un agravio, anclada sobre un fresco sobre la sociedad española de las últimas décadas del siglo XX y las primeras del XXI. En una apacible tarde de diciembre, sentados alrededor de una mesa del Room Service Lounge Bar del Hotel Ayre Astoria de Valencia, conversamos durante unos minutos sobre su novela, que constituye un escalón más de su ya dilatada trayectoria literaria.
María, esta es tu séptima novela publicada, obra que confirma una sólida carrera como escritora, ¿si miras hacia atrás, se han cumplido las expectativas que te trazaste al iniciar esta aventura literaria?
Digamos que colma mis expectativas, pero no en su totalidad. Cuando empecé a escribir ni de lejos soñaba con que publicaría una séptima novela, ni que tendría muchos lectores que siguen mi obra y esperan con ganas nuevas entregas, algo que me satisface muchísimo. Tampoco pensé que ganaría un premio como el Ateneo de Sevilla, pero precisamente ese premio hizo que mis expectativas crecieran y a lo mejor no he alcanzado todo lo que soñaba tras conseguirlo. Pero bueno, tal vez lo logre algún día.
Te jubilaste a finales del verano pasado, ¿tu nueva situación te ha permitido dedicarte a la actividad literaria con mayor intensidad?
Sí, mucho, pero este incremento ha tenido también que ver con la circunstancia de la publicación de ‘Diario de una sombra’. El año pasado se reeditó ‘Babas de caracol’ y la promocioné como si fuera una novela nueva. Tuvo mucho éxito, pero yo llegaba exhausta por la noche a casa, porque me levantaba muy temprano para ir al trabajo y no paraba. Ahora, no, ahora me lo puedo tomar con mayor tranquilidad. Asisto a presentaciones, a clubes de lecturas, a entrevistas como esta, pero lo hago de otro modo, porque también me queda tiempo para descansar. Gracias a eso estoy disfrutando mucho más del trabajo realizado y de las emociones y sensaciones que he provocado.
Además de escribir ficción, a través de tu blog, ‘Crónica de lecturas’, te asomas a la crítica literaria, ¿te interesa ese género?
Hacer crítica literaria me aporta mucho. La vengo practicando desde hace bastantes años, no solo a través de mi blog sino también, de vez en cuando, en ‘Posdata’, suplemento cultural del diario ‘Levante’. Ejercer la crítica te obliga a leer con mucha atención, a detectar rápidamente los errores y los aciertos de una novela. No es lo mismo leer un libro tumbada al sol, que hacerlo con un bloc al lado para tomar notas. Yo soy autodidacta y la crítica ha constituido mi taller particular de literatura. Esta actividad, además, me permite estar muy al tanto de lo que escriben otros autores.
En el título de tu nueva entrega, ‘Diario de una sombra’, ¿’sombra’ es sinónimo de pasado?
No, más bien lo es de espectro, de fantasma. Se trata del diario de una muerta. Cuando por primera vez se lee el diario de Elsa, una de las protagonistas, ella ya no está. El diario se convierte en una amenaza para un personaje muy poderoso. En sus páginas, Elsa, que ya no es la mujer soñadora e idealista del principio, ha trazado un plan, que llevará a cabo su hijo, en el que exigirá justicia y venganza, dos conceptos que tienen importantes franjas de coincidencia.
De repente, el pasado se le viene encima a Gonzalo Pradera, ¿una persona es responsable toda su vida de sus actos?
Pradera comete un acto del que se olvida por completo y treinta años más tarde el pasado llama a su puerta sin esperarlo. Su pecado es la estrategia de engaños que urdió para olvidarlo y ocultarlo. De golpe, de repente, se dará cuenta de que se equivocó en su elección y se sentirá responsable de las consecuencias colaterales que acarreó su comportamiento.
¿‘Diario de una sombra’ forma parte del retrato de la España del siglo XX y XXI que has dibujado a lo largo de toda tu obra?
Puede decirse que sí, porque ‘Babas de caracol’ recorría todo el siglo XX y terminaba en el año 2001 y esta novela digamos que profundiza en el periodo comprendido entre 1972 y 2005. De todas formas eso son interpretaciones que se hacen a posteriori, porque mi objetivo tampoco era ese, aunque sí es verdad que mis libros retratan a la sociedad española de todo ese periodo.
Has escrito la novela en primera y tercera personas, ¿era un reto como escritora?
Mientras escribes no te planteas si escoger una u otra personas para narrar es un reto literario o no, simplemente piensas que lo que llevas entre manos te lo pide. Elsa es una soñadora y lleva un diario donde anota sus vivencias. Un diario es un elemento muy importante porque, si eres sincera con él, y Elsa lo es, sustituye a un psicólogo. Es como una oreja a la que tú le vas contando todo lo que te preocupa. Pero la tramoya argumental requería algo más y por eso he utilizado también una voz omnisciente para narrar.
Hablemos un poco de tu proceso creativo.
Escribo rápido y corrijo despacio. La primera fase es parir el argumento, la historia. Después de una etapa preparatoria siempre surge una chispa, un runrún que te acompaña todo el día hasta que un día milagroso abres la tapa del ordenador y empiezas a escribir. Entonces compruebas que ese runrún toma cuerpo y se convierte en una fiebre que te embarga. Primero lo escribo todo, para que no se me escape ninguna idea. Eso me ocupa un año. Después paso otro año o más de trabajo artesanal de pulido y corrección. Corrijo mucho y también introduzco elementos nuevos. Finalmente, lo dejo reposar durante unos meses y acometo, sin prisa, la tercera fase, la de la última corrección.
Algo que siempre llama la atención en las novelas de María García-Lliberós es el esmero que pones en los personajes y la facilidad que tienes para caracterizarlos y dotarlos de vida.
Es cierto, los personajes me interesan mucho, sobre todo su profundidad psicológica, escarbar en ellos, en su vida, ver por qué actúan de una forma determinada y no de otra… Para construirlos utilizo todo lo que tengo a mi alcance en el sentido más amplio del término: mi experiencia vital, amorosa y también laboral, porque mi trabajo me ha permitido conocer a mucha gente. Además soy muy observadora y no me creo las apariencias. Muchas veces pongo en duda aquello que la gente dice ser y me pregunto qué es lo que se esconde detrás de cada persona. Algunos de mis personajes son inventados, pero otros surgen porque algún ser real me los evoca.
¿Quizá de todos los elementos de la novela, quienes más te preocupan son precisamente los personajes?
No, no, de la novela me preocupa todo. Pretendo que cuando el lector comience a leer se interese por lo que yo le voy a contar. Aunque pueda narrar algo que parezca completamente irreal, quiero lograr que el lector no lo ponga en duda. Los personajes han de resultar creíbles y su comportamiento ha de ser completamente coherente con el perfil y el carácter que les he imprimido al crearlos. Por eso resulta tan importante incluir datos ciertos en una historia inventada, porque aportan realismo y verosimilitud. Tampoco puedo olvidar los diálogos que dan agilidad al relato. Me gusta que el texto se lea con fluidez y que el lector se imagine las escenas en su cabeza con facilidad, que la lectura le resulte muy visual, muy cinematográfica por usar un término actual. En resumen, para que una novela sea redonda todos sus elementos han de funcionar bien.
En ‘Diario de una sombra’ aparecen varias ciudades: Madrid, Lucerna, Valladolid… y también Londres e Inglaterra. ¿Inglaterra llega a convertirse en un personaje más de la novela?
Inglaterra desempeña un papel importante y probablemente sí pueda considerarse como un personaje más. Elsa vive su temporada inglesa como en una nube de romanticismo, de irrealidad, un tiempo hermoso. Pero eso termina en 1972 e Inglaterra desaparece y se convierte en un recuerdo. Ese año yo estuve en Londres y los lugares que aparecen en la novela los he extraído de mi propia realidad. Algunas cosas que cuento son absolutamente verídicas, transformadas con un baño de ficción.
¿Qué significaba para un joven de tu generación Londres en 1972?
Londres era entonces un lugar mítico que estaba a la vanguardia de todo: la música de los Beatles, la filosofía que envolvía la ciudad, era una urbe multirracial en la que tropezabas con todo tipo de individuos y donde se respiraba una libertad que aquí no había. En España vivimos los últimos años del dictador, el TOP todavía estaba en pleno funcionamiento, se produjeron los últimos fusilamientos y el asesinato de Carrero Blanco. Pero al mismo tiempo nos dimos cuenta de que en el extranjero ocurrían escándalos como el Watergate, o sea que la corrupción existía también en sistemas que añorábamos y envidiábamos. La verdad es que resulta una época muy novelesca. Los personajes de Gabriel y Elsa son prototipos de aquella generación, que luego se traicionó un poco, porque abandonó sus ideales ante los deseos de lograr el éxito a toda costa.
Citabas antes a la verosimilitud, que parece la palabra clave en toda obra de ficción, ¿no?
Cuando en la primera página de un libro escribes la palabra novela, ya le estás diciendo al lector que lo que hay allí es una gran mentira. Pero lo importante, como dijo Vargas Llosa, es que una novela es una gran mentira que contiene muchas verdades. Pero eso no quiere decir que no aproveches cosas reales para incluirlas. Al hacerlo, transformas una realidad en otra que es imaginaria y que le vendes al lector. Una novela es una mentira que podría haber sido una verdad.
Acabamos por hoy, ¿llevas ya algún nuevo proyecto entre manos?
[Risas] Sí y, además, lo tengo muy avanzado, en la última fase de corrección. Se trata de una novela diferente a las anteriores y creo que bastante divertida.
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