Dijo un pensador que el destino del genio es ser un incomprendido, aunque no todo incomprendido sea genial. Es difícil definir a cuál de los grupos pertenece Nicanor Duarte Frutos, presidente del Paraguay entre el 2003 y el 2008, quien logró desatar la furia del monopolio mediático con su aproximación a la revolución bolivariana que liderara Hugo Chávez en Venezuela, pero lo cierto es que no puede negarse su capacidad para aggiornarse a las coyunturas políticas.
La cualidad es inusual, sobre todo para un país en cuyo mundillo político abundan los trasnochados y nostálgicos de los tiempos oscuros: los del neoliberalismo y las dictaduras militares.
Pocos presidentes del Paraguay pudieron leer e interpretar con tanta solvencia el contexto internacional en que les tocó remar. Decidido a estar al día, apostó por el buen relacionamiento con presidentes como Néstor Kirchner, Lula Da Silva, Evo Morales, Rafael Correa, y sobre todo con Hugo Chávez.
Consultado con la prensa sobre el legado de éste último, expresó sin ambigüedades que “Chávez dejó la vida para ingresar a la historia, fue el hombre que interrumpió la fiesta única del pensamiento utópico del neoliberalismo”. También reconoció que su presencia marcó un punto de inflexión en la historia latinoamericana.
Cuando el líder venezolano reconoció su derrota en un referéndum sobre reforma constitucional en su país, en el año 2007, Duarte Frutos afirmó que Chávez era un gran demócrata al reconocer su derrota, y que con esa actitud desmentía la infamia tramada en contra suya por los “publicistas de las regiones poderosas”.
En declaraciones a la prensa, Duarte Frutos expresó entonces textualmente que "Mi amigo (Hugo) Chávez desmiente lo que dicen los publicistas de ciertas regiones poderosas y ciertos escribidores. Su actitud demuestra de que es un gran demócrata, desmiente y echa por tierra la versión o la infamia de que es un autoritario, reconoce su derrota, y lo hace pidiendo paz a su pueblo. ¡Qué gran demócrata el presidente Chávez!, ¿o no ?”.
El 4 de julio de 2006, Nicanor Duarte estampó su firma junto a las de Nestor Kirchner, de Argentina; Luiz Inácio Lula da Silva, de Brasil; y Tabaré Vázquez, de Uruguay, y la de Hugo Chávez, de Venezuela, aceptando la adhesión venezolana como socio del MERCOSUR.
Duarte Frutos renovó su filiación en los últimos días renunciando a su cargo de embajador del Paraguay en Buenos Aires. Aunque alegó motivos personales, es evidente que la renuncia obedece a cierta incomodidad creada por el regreso del neoliberalismo menemista a la Casa Rosada, con el nuevo presidente argentino Mauricio Macri.
El regreso del primer referente bolivariano que tuvo el Paraguay encendió la alerta de los medios que siempre le fueron hostiles, sobre todo luego de que desempolvara la idea de enmendar la Constitución Nacional para permitir la reelección presidencial.
“Siempre estuve de acuerdo con la reelección como posibilidad jurídica, constitucional. Yo creo que en el Paraguay no podemos seguir atados a la experiencia stronista. No podemos permanecer anclados, no podemos vivir con los ojos en la nuca, mirando al pasado” declaró a la prensa el ex presidente apenas pisó tierra guaraní. Requerido nuevamente sobre su perfil ideológico, Duarte Frutos expresó con claridad:: “Mi pensamiento está marcado por la doctrina social de mi partido, por la base social histórica del coloradismo, obreros, campesinos y jóvenes. Me identifico con el estado social de derecho”.
Durante sus años como presidente, Duarte Frutos impulsó un cambio en la matriz ideológica de la su partido, al que definió por entonces como “socialista y humanista”.
En medio de una generalizada confusión ideológica, actores trasnochados y otros tantos autocensurados, Duarte Frutos da inusuales señales de tener bien clara su película y definidos sus objetivos, así como demuestra el coraje para expresarlos sin temor.
Y como lo expresara un conocido líder político español, la democracia no es el silencio, es la claridad con que se exponen los problemas y la existencia de medios para resolverlos.
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