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Es importante la lealtad hacia las buenas ideas

Malversación de conceptos

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Cuando hemos percibido una idea, un ideal, y los resultados de su puesta en práctica no acompañan a las previsiones, quizá porque originan un sinfín de complicaciones; no entramos en excesivas valoraciones, el ideal era engañoso, no sirve, era una falsedad rodante. Al menos resulta curioso, si no auténticamente penoso, que no paremos mientes en las intenciones de quienes los activaron en la sociedad, los métodos empleados y las modificaciones irregulares establecidas. Al detenernos en las observaciones, la DESVIACIÓN es notoria. La atribución de los inconvenientes a la idea inicial suele servir de escudo, a ella se deben los despropósitos. Las actuaciones en sí permanecen encubiertas completando el falseamiento.


Ya de por sí resulta complicado eso de tratar con precisión de las opiniones. Por un doble motivo, la inconsistencia manifiesta de sus contenidos y la ligereza con la cual son emitidas. Apenas superan el carácter efímero del parloteo mientras no maduren de cara a convencimientos posteriores. En un colectivo, el mero planteamiento de una opinión común se presta a confusiones o estrategias; la sinceridad, el momento, las intenciones subyacentes, la responsabilidad, introducen numerosas variables. Por eso, al escuchar pronunciamientos sobre la OPINIÓN PÚBLICA, percibimos el tufillo de una apropiación indebida, quién sabe con que intenciones. Unificar opiniones suena a maniobras tendenciosas difíciles de justificar.


En la versión poética, entre las piedras son capaces de surgir los brotes de hierba, sobre las cortezas resecas se asienta pausado el musgo verde. En el intento de acercarnos a los significantes de la Historia profunda, nos encontramos con hallazgos rocosos concienzudos que nos parecen definitivos, pero por encima de ellos brilla una claridad especial de lo que constituyó la realidad, sin ambages ni posturas añadidas ahora. Eso, aplicado a la ARQUEOLOGÍA, y si queremos, a la tan manoseada memoria; nos informa del sentido mágico de ambas, cuando se aprecian sin el pesado lastre de las visiones parciales o simplemente acomodadas a otros intereses. En las manipulaciones burdas asoma el barniz deslucido de memorias y arqueologías.


A la hora de aplicar determinadas nociones solemos dilapidar con asiduidad la carga de recursos que nos venían aportando en cada oportunidad; cuando llegamos a darnos cuenta, aquellas nociones iniciales están vacías, ya no resultan útiles. Lo apreciamos con nitidez a diario. Al detenernos en la valoración de las PALABRAS como principal vehículo a nuestra disposición para transmitir las ideas, para establecer los diálogos y razonar; comprendemos su magia como instrumento, aunque tienen una especie de vida propia al margen de quienes las emiten. Les hemos dado muchos mordiscos, las desfiguramos hasta convertirlas en elementos irreconocibles, convertidas en frívolas contraseñas de dudoso significado.


Tratando de establecer una calibración de aquellas cuestiones más importantes para conseguir la mejor vida posible; afrontamos un panorama existencial variado, donde los acuerdos resultan complejos, y por lo tanto difíciles de precisar. Si analizamos las condiciones concurrentes, quizá convenga partir de las valoraciones beneficiosas para todos, aunque fueran pocas. Esas serían los VALORES universales. En la medida de la reducción de ese requisito iremos descendiendo, fragmentando las conveniencias favorables para unos, pero no para otros. Con dicho troceado, el pretendido valor pasa a escribirse con minúsculas; acaban en proclamaciones sectoriales, con tendencia a los malos entendimientos, frustraciones lamentables y conflictos.


Al pensar en las violaciones u otros abusos sexuales, en el trato dado a los propietarios víctimas de los ocupas descontrolados, en el empoderamiento de los bancos, en la desproporción de normativas de cara a los productores frente al resto de intermediarios, o bien sobre los múltiples apremios siempre en favor de los grandes prebostes; al darnos cuenta de dichas situaciones, algo parece funcionar por derroteros inconvenientes. Se derrumba la confianza en normativas presentadas como respetuosas con las personas. Los malos presagios se acumulan en torno a la elaboración de las LEYES, con la mala impresión de unas gestiones alejadas de los razonamientos pertinentes, con la postergación de los ciudadanos, expuestos así a las tropelías.


La sensación de vorágine es patente en la mayoría de los ámbitos conocidos, en unos estamos involucrados por necesidades y en otros por preferencias u orientaciones. La imaginación nos permite actuar en territorios fantasiosos con la colaboración de cuantos crean en ellos. Existen personas muy predispuestas a manifestarse en estos ambientes, que sin embargo otras repudiarán. La bondad o maldad no depende del medio real o ficticio. Por eso, cuando en la actualidad se cita a menudo el espacio VIRTUAL, corremos el riesgo de valorar al medio y no a los actuantes en él. El deterioro de las disposiciones virtuales es atribuible a quienes allí trajinan, quienes malician sus efectos con penosas consecuencias.


Según la definición de la RAE, practicamos ese ejercicio recreativo sometido a reglas en el cual se gana o se pierde; contamos con el azar, las cualidades y la pericia adquirida, con la ilusión y el empeño, para una puesta a prueba de las capacidades propias. Se trata de una competición limpia, recomendada incluso por Ortega y Gasset como norma de comportamiento vital. El sentido inicial centrado en el JUEGO no debe confundirse con los numerosos añadidos adheridos a sus prácticas, hasta convertirlo en un sucedáneo de perfil intrincado. Las interferencias surgen sobre todo por la progresiva infiltración de intereses económicos manejando cantidades desorbitadas, no faltan tampoco lastres políticos o maniobras corruptas para desvirtuarlo.


Muchas veces, los conceptos son exagerados desde su proclamación inicial, por presuntuosos, equívocos, quiméricos e incluso tendenciosos; no es ninguna rareza que se trate de una noción imposible de verificar. Encontramos peores estrategias si avizoramos los diversos intereses con los cuales pretenden utilizarlas. Recordemos el mitológico rapto de Europa, quién sabe el botín hasta donde alcanzó. En la actualidad casi se plantea el asunto al revés, al citar esa idea de EUROPA democrática, cuántas cosas nos arrebataron. El árbol europeo se forjó con el desdén manifiesto hacia sus numerosas ramas en aras de una entidad vaciada de contenido. La nueva pirámide de gestores resulta anacrónica, además de improcedente.


Otro concepto vilipendiado hasta términos perniciosos es el de PUEBLO, del cual tantos manipuladores intentan sacar provecho. En especial al tratar de homogeneizarlo, cuando cualquier pueblo entraña una diversidad majestuosa. La riqueza del pueblo físico y sus complementos de seres vivos no tolera imposiciones caprichosas; aunque estas nos saturen, no dejan de ser invenciones utilitarias enajenadas.


Si nos descuidamos quedamos enfrentados a verdaderas aberraciones disfrazadas de certezas. Las buenas intenciones también pueden ser peligrosas si presumen de seguridades que no son ciertas. No debemos despreciar a esa sufrida noción de la HUMILDAD, dada nuestra condición de menesterosos abocados a la incertidumbre. Nos conviene ceñirnos a la realidad frente a las invasiones de bárbaros presuntuosos.

Malversación de conceptos

Es importante la lealtad hacia las buenas ideas
Rafael Pérez Ortolá
sábado, 10 de diciembre de 2022, 12:01 h (CET)

Cuando hemos percibido una idea, un ideal, y los resultados de su puesta en práctica no acompañan a las previsiones, quizá porque originan un sinfín de complicaciones; no entramos en excesivas valoraciones, el ideal era engañoso, no sirve, era una falsedad rodante. Al menos resulta curioso, si no auténticamente penoso, que no paremos mientes en las intenciones de quienes los activaron en la sociedad, los métodos empleados y las modificaciones irregulares establecidas. Al detenernos en las observaciones, la DESVIACIÓN es notoria. La atribución de los inconvenientes a la idea inicial suele servir de escudo, a ella se deben los despropósitos. Las actuaciones en sí permanecen encubiertas completando el falseamiento.


Ya de por sí resulta complicado eso de tratar con precisión de las opiniones. Por un doble motivo, la inconsistencia manifiesta de sus contenidos y la ligereza con la cual son emitidas. Apenas superan el carácter efímero del parloteo mientras no maduren de cara a convencimientos posteriores. En un colectivo, el mero planteamiento de una opinión común se presta a confusiones o estrategias; la sinceridad, el momento, las intenciones subyacentes, la responsabilidad, introducen numerosas variables. Por eso, al escuchar pronunciamientos sobre la OPINIÓN PÚBLICA, percibimos el tufillo de una apropiación indebida, quién sabe con que intenciones. Unificar opiniones suena a maniobras tendenciosas difíciles de justificar.


En la versión poética, entre las piedras son capaces de surgir los brotes de hierba, sobre las cortezas resecas se asienta pausado el musgo verde. En el intento de acercarnos a los significantes de la Historia profunda, nos encontramos con hallazgos rocosos concienzudos que nos parecen definitivos, pero por encima de ellos brilla una claridad especial de lo que constituyó la realidad, sin ambages ni posturas añadidas ahora. Eso, aplicado a la ARQUEOLOGÍA, y si queremos, a la tan manoseada memoria; nos informa del sentido mágico de ambas, cuando se aprecian sin el pesado lastre de las visiones parciales o simplemente acomodadas a otros intereses. En las manipulaciones burdas asoma el barniz deslucido de memorias y arqueologías.


A la hora de aplicar determinadas nociones solemos dilapidar con asiduidad la carga de recursos que nos venían aportando en cada oportunidad; cuando llegamos a darnos cuenta, aquellas nociones iniciales están vacías, ya no resultan útiles. Lo apreciamos con nitidez a diario. Al detenernos en la valoración de las PALABRAS como principal vehículo a nuestra disposición para transmitir las ideas, para establecer los diálogos y razonar; comprendemos su magia como instrumento, aunque tienen una especie de vida propia al margen de quienes las emiten. Les hemos dado muchos mordiscos, las desfiguramos hasta convertirlas en elementos irreconocibles, convertidas en frívolas contraseñas de dudoso significado.


Tratando de establecer una calibración de aquellas cuestiones más importantes para conseguir la mejor vida posible; afrontamos un panorama existencial variado, donde los acuerdos resultan complejos, y por lo tanto difíciles de precisar. Si analizamos las condiciones concurrentes, quizá convenga partir de las valoraciones beneficiosas para todos, aunque fueran pocas. Esas serían los VALORES universales. En la medida de la reducción de ese requisito iremos descendiendo, fragmentando las conveniencias favorables para unos, pero no para otros. Con dicho troceado, el pretendido valor pasa a escribirse con minúsculas; acaban en proclamaciones sectoriales, con tendencia a los malos entendimientos, frustraciones lamentables y conflictos.


Al pensar en las violaciones u otros abusos sexuales, en el trato dado a los propietarios víctimas de los ocupas descontrolados, en el empoderamiento de los bancos, en la desproporción de normativas de cara a los productores frente al resto de intermediarios, o bien sobre los múltiples apremios siempre en favor de los grandes prebostes; al darnos cuenta de dichas situaciones, algo parece funcionar por derroteros inconvenientes. Se derrumba la confianza en normativas presentadas como respetuosas con las personas. Los malos presagios se acumulan en torno a la elaboración de las LEYES, con la mala impresión de unas gestiones alejadas de los razonamientos pertinentes, con la postergación de los ciudadanos, expuestos así a las tropelías.


La sensación de vorágine es patente en la mayoría de los ámbitos conocidos, en unos estamos involucrados por necesidades y en otros por preferencias u orientaciones. La imaginación nos permite actuar en territorios fantasiosos con la colaboración de cuantos crean en ellos. Existen personas muy predispuestas a manifestarse en estos ambientes, que sin embargo otras repudiarán. La bondad o maldad no depende del medio real o ficticio. Por eso, cuando en la actualidad se cita a menudo el espacio VIRTUAL, corremos el riesgo de valorar al medio y no a los actuantes en él. El deterioro de las disposiciones virtuales es atribuible a quienes allí trajinan, quienes malician sus efectos con penosas consecuencias.


Según la definición de la RAE, practicamos ese ejercicio recreativo sometido a reglas en el cual se gana o se pierde; contamos con el azar, las cualidades y la pericia adquirida, con la ilusión y el empeño, para una puesta a prueba de las capacidades propias. Se trata de una competición limpia, recomendada incluso por Ortega y Gasset como norma de comportamiento vital. El sentido inicial centrado en el JUEGO no debe confundirse con los numerosos añadidos adheridos a sus prácticas, hasta convertirlo en un sucedáneo de perfil intrincado. Las interferencias surgen sobre todo por la progresiva infiltración de intereses económicos manejando cantidades desorbitadas, no faltan tampoco lastres políticos o maniobras corruptas para desvirtuarlo.


Muchas veces, los conceptos son exagerados desde su proclamación inicial, por presuntuosos, equívocos, quiméricos e incluso tendenciosos; no es ninguna rareza que se trate de una noción imposible de verificar. Encontramos peores estrategias si avizoramos los diversos intereses con los cuales pretenden utilizarlas. Recordemos el mitológico rapto de Europa, quién sabe el botín hasta donde alcanzó. En la actualidad casi se plantea el asunto al revés, al citar esa idea de EUROPA democrática, cuántas cosas nos arrebataron. El árbol europeo se forjó con el desdén manifiesto hacia sus numerosas ramas en aras de una entidad vaciada de contenido. La nueva pirámide de gestores resulta anacrónica, además de improcedente.


Otro concepto vilipendiado hasta términos perniciosos es el de PUEBLO, del cual tantos manipuladores intentan sacar provecho. En especial al tratar de homogeneizarlo, cuando cualquier pueblo entraña una diversidad majestuosa. La riqueza del pueblo físico y sus complementos de seres vivos no tolera imposiciones caprichosas; aunque estas nos saturen, no dejan de ser invenciones utilitarias enajenadas.


Si nos descuidamos quedamos enfrentados a verdaderas aberraciones disfrazadas de certezas. Las buenas intenciones también pueden ser peligrosas si presumen de seguridades que no son ciertas. No debemos despreciar a esa sufrida noción de la HUMILDAD, dada nuestra condición de menesterosos abocados a la incertidumbre. Nos conviene ceñirnos a la realidad frente a las invasiones de bárbaros presuntuosos.

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