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Recorremos la vida comprometidos con terceros, empresarios, jefes, superiores... Palmadas que esclavizan, crean, sin saberlo, sueños de ilusiones que se rompen... Los compromisos no generan confianza y futuro, sobre todo si el que sirve es pobre.
Se solía decir: “Es la hora de comer... mientras nos vamos, usted termine el trabajo”. Ese “usted” era el servidor confiado en el favor del jefe... Se equivocaba. El jefe come, el servidor merienda la tartera.
De vez en cuando, en este mundo lleno de egoísmos sin futuro, aparecen personas emprendedoras... nacidas del esfuerzo... del bocadillo en la acera... del despertador al alba... Personas que cuando alcanzan su meta, siguen agarrados a su pasado... a sus acompañantes... a los que creyeron en ellos... a los que pudieron confiar sus dudas... a “sus amigos pobres o ricos, pero amigos”.
¡Qué difícil!... ¿Dónde están esas personas?... ¡Qué difícil! Pero los hay... Que piensan en la necesidad de los que acompañan su carro. Lloran desgracias y secan sus lágrimas con sus obreros... ¡Qué difícil!, pero los hay. Ríen... beben... disfrutan... siempre con los demás... ¡Qué difícil!, pero los hay.
Hoy, recuerdo alguno de ellos, Paco, MARTÍN, Carlos, Chanca, Alfredo... ¡¡Los hay!! Creo que a esos les llaman AMIGOS... ¡¡me alegro haberles conocido!!
Aunque criticada por su nivel de simplificación, la teoría del cerebro reptiliano, difundida por el neurólogo Paul D. MacLean en la década de 1960, se presenta atrayente para los legos en la materia, como es el caso de quien suscribe, pues nos retrotrae a otros esquematismos explicativos, verbigracia, el de infraestructura/superestructura.
Las especulaciones del pensamiento, sean de gente común o de egregios pensadores, cotizan a la baja frente a los requerimientos prácticos; generan una serie de abstracciones teóricas, difíciles de amoldar en la encarnadura de lo que son el ser humano concreto, el individuo, y el sujeto colectivo.
Hemos pasado de la “gloriosa” etapa del nacionalcatolicismo, en la que todo era cumplimiento y parabienes, a una especie de paso a la persecución solapada y el ninguneo –cuando no desprecio- hacia la Iglesia Católica. Los cristianos de a pie vemos como desciende de una manera exagerada el número de los que se consideran católicos, mientras muchos renuncian a su pertenencia a una fe que confesaron en su día, y que hoy la consideran como algo “cultural” y arcaico.
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