El despacho de Mossak & Fonseca está escupiendo a borbotones buena parte de lo que podríamos llamar los documentos de la infamia capitalista. El capitalismo, que sostiene el libre mercado y tiene por dogma que la empresa privada es la única capaz de generar riqueza y puestos de trabajo, guarda en los paraísos fiscales los inmensos caudales de empresas y particulares que carecen de objeto social alguno; es decir, que ni generan riqueza (más bien la detraen del erario) ni crean puestos de trabajo (más allá del de testaferro). En España, una sociedad mercantil está obligada a inscribirse en el Registro Mercantil que, dicho sea de paso, es una sociedad privada. Y para que la sociedad mercantil sea aceptada por el Registro Mercantil, ha de reflejar con meridiana claridad su objeto social; para hacerlo de la forma más sencilla, se pueden definir las actividades de la empresa según las calificaciones que estas tienen del IAE o del CNAE, ninguna de las cuales contempla la actividad de blanqueo de dinero o elusión de obligaciones tributarias.
Esta gran y delictiva contradicción del capitalismo, entre su teórica defensa de la empresa productiva y la empresa “instrumental” dedicada al blanqueo de dinero y a la elusión de obligaciones tributarias, es extraordinariamente dañina para el conjunto de la sociedad, pero no es la única. A ella hay que sumarle otra contradicción: la oposición al Estado mientras se utiliza el Estado a favor de los intereses privados de los más ricos.
El capitalismo actual pivota sobre cuatro ejes: 1- En la economía productiva, obtener el máximo beneficio a costa de empobrecer a la clase trabajadora; 2- Eludir su aportación al erario, mediante tejidos societarios opacos, cargando el coste de todos los bienes y servicios públicos a la cuenta de los salarios de los trabajadores; 3- Derivar el capital generado a través de la clase trabajadora, el ahorro de los trabajadores, a la economía especulativa, a los fondos de inversión, a los mercados de divisas, operando con productos apalancados cuyo valor (extraordinariamente inflado) reside en apuntes contables que en nada se corresponden con su valor real, de tal manera que hoy circula mil veces más dinero fiudiciario (el que se basa en la confianza de la gente) que dinero real obtenido de una actividad productiva legítima; en definitiva, la deuda, que pone bajo las patas de los caballos del capitalismo a los Estados, por medio de lo que se ha dado en llamar agencias de calificación de riesgos (Moody’s, Standard and Poors, etc.), agencias propiedad de las grandes corporaciones financieras que, a la postre, determinan los intereses que los Estados han de pagar sobre los préstamos que reciben de dichas corporaciones financieras. Es decir, que lejos de estar regulados los mercados por los gobiernos, son los mercados los que regulan a los gobiernos supuestamente soberanos. 4- La externalización del conflicto interno de las sociedades capitalistas, por medio de la intervención armada en países de interés geoestratégico para las corporaciones financieras encastradas en los gobiernos de las supuestas democracias, provocando la ruina de sociedades que le son ajenas (Libia, Irak, Siria, Chad, Yemen, Afganistán,…), ingentes genocidios, y la diáspora de cientos de miles de personas a lo largo y ancho de todo el planeta.
Este es el capitalismo visto desde Panamá ¿Es este el modelo económico-social que desea el común de la gente? Dicen que la democracia liberal es el sistema menos malo que existe. Pues parece que se va mostrando como todo lo contrario ¿Hay alternativa? Sí, pero no la veremos hoy; quizá, con un poco de suerte, lo vean las generaciones futuras. De momento, lo que sí cabría la posibilidad de hacer, es poner punto final al control de los Estados por parte de los mercados y hacer que los gobiernos soberanos controlen a los mercados; dicho de otra manera: empoderar a la ciudadanía.
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