Recuerdo que hace ya casi dos décadas el príncipe de Gales causó conmoción publicando en el Daily Telegraph un artículo que condenaba la inconsciencia de algunas empresas biotecnológicas, desnudaba sus intenciones y vaticinaba un negro futuro para la agricultura si esos modelos se instalaban. Recuerdo que cuando leí parte del artículo en un debate radial sobre el tema, un empresario sojero que estaba presente me retrucó diciendo que Carlos primero debería resolver su situación con Camila Parker.
Con una lógica igualmente absurda, algunos opinólogos intentaron descalificar esta semana las críticas a los privilegios de estos agentes de empresas como Monsanto, calificando de “chavista”, “bolivariano” y “marxista” a todo aquel que osara desafiar el pensamiento único impuesto por la élite empresarial sobre esta cuestión, desempolvando discursos maccartistas de tiempos idos.
Teniendo en cuenta que Carlos ha contraído matrimonio con Camila Parker, y la situación conyugal entre ambos fue regularizada, quisiera señalar el acierto de las profecías que realizara el príncipe de Gales, sobre todo aquella donde advertía que agitar el fantasma del hambre en el mundo para descalificar la agricultura orgánica no tenía sustento alguno, dado que el problema no era la falta de comida sino de dinero para comprarla.
Con un sentido común y de la realidad que a muchos empresarios y políticos paraguayos les falta, el príncipe de Gales había puntualizado que las empresas que promovían una agricultura con raíces intelectuales totalitarias no lograrían las grandes ganancias que pretenden vendiendo alimento a los países pobres, que son los castigados por el flagelo del hambre.
En el Paraguay la controversia volvió a ser agitada esta semana por el ex presidente Nicanor Duarte Frutos, quien criticó a los políticos y legisladores que olvidan al pueblo campesino y defienden a latifundistas y sojeros, rehuyendo cobardemente debatir un impuesto a la soja.
Agregó que no puede defenderse un modelo que excluye a tantos campesinos, y envenena la tierra, solo para que las ganancias se las lleven empresas como Cargill, Bunge o Monsanto. En el año 2004 Duarte Frutos había pedido apoyo para una ley que gravara con el diez por ciento la exportación de soja, pero ésta fue rechazada en el Parlamento, donde las transnacionales están siempre muy bien representadas.
Es difícil negar lo grotescamente ofensivo que resulta que todo un país contribuya con sus impuestos mientras los que más contaminan y destruyen el ambiente cuyo deterioro todos padecemos, los que más destruyen las rutas con el peso de sus camiones y los que más intoxicados envían a ocupar camas en los hospitales públicos de escuálido presupuesto, no contribuyan con un solo céntimo al gasto público y todavía se vanaglorien de exportar sin dar valor agregado a lo que producen siguiendo un esquema totalitario implantado por transnacionales de triste fama.
Los cronistas del Tercer Reich nos recuerdan que al instalarse Hitler en el poder, fue extraído de los polvorientos archivos el mapa del ideólogo pangermanista Otto Richard Tannenberg, a quien durante la primera guerra mundial el político y escritor André Chéradame había denunciado.
Sobre la base de ese documento, Berlín elaboró durante la Segunda Guerra Mundial unas cuantas variantes para la conquista de América Latina. En una de ellas, denominada 'Alemania Antártica', se planeaba crear un protectorado títere, que incluyera territorios de Brasil (Santa Catarina, Río Grande do Sul, Paraná, Mato Groso), de Argentina (Misiones, Corrientes, Entre Ríos, Santa Fe, Buenos Aires), de Paraguay y la parte oriental de Bolivia.
Un territorio parecido hoy abarca el "Soya Land" que las empresas sojeras han trazado como destino ineludible para el Cono Sur. El intolerable privilegio de sus agentes exonerados de impuestos en Paraguay, verdaderos déspotas deslustrados que actúan como reyes sin tan siquiera dar la talla, son una muestra que los totalitarios se están saliendo con la suya.
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