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Opinión
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La visión del cuerpo difunto genera preguntas, cuestiones insoportables. Nos enfrenta ante el sentido de la vida, el sentido de todo

Incógnitas ante el sufrimiento y la muerte

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Cuentan que hace mucho tiempo, el rey de Persia era amigo del gran visir y le pidió:

- “Por favor, mientras yo me dedico a los asuntos del reino, escribe para mí la historia de loshombres y del mundo, a fin de que extraiga las enseñanzas necesarias y sepa cómo es conveniente actuar”.


El amigo del rey consultó a historiadores y demás estudiosos y a los más Sabios, y escribió una enciclopedia. Luego de varios años fue al rey:

—“Señor, aquí tenéis treinta y seis volúmenes en los que se relata toda la historia delmundo, desde la creación hasta vuestro advenimiento”.

   

Pero el rey le dijo que era muy largo, que lo resumiera. Así el visir fue resumiendo la historia, y cada vez el rey le decía que estaba muy ocupado en guerras, o estaba legislando o recaudando impuestos. Cuando por fin lo había resumido mucho, los dos eran ya muy mayores, llenos de arrugas y con cabellos blancos.

—“¿Y bien? —murmuró el rey—. ¿Cuál es la historia de los hombres?”


Su amigo lo miró y lo vio cansado, no le entregó el volumen, le dijo solamente:

—“Sufren, señor”[1].


Sufre la mujer en el parto, el hijo ante la muerte de la madre, sufren los que están en guerra, o sufren una calamidad climática, sufren las personas que están en medio de una ley de la selva en la economía y sociedad, sufren los animales en su selva cuando unos se comen a otros. Hay muchos sufrimientos, unos que se sienten en los sentidos, y les llamamos dolor físico, como ahora un accidente que nos causa una contusión traumática, o bien un mal de amores que no se ve por fuera, es invisible a los sentidos. En resumen, sea enfermedad,vejez, muerte, separación de los seres queridos, falta de libertad o bien vivir en la opresión, temores… además, muchos sufrimientos son inventados (más del 90%) pues crecen en el campo falso de una imaginación llena de envidia, enemistad, vanidad,ignorancia… y sobre todo ego, mucho ego.

   

Para los budistas, hay que vivir las cuatro verdades: Reconocer el sufrimiento. Eliminar su origen. Conseguir su cesación. Y a tal fin practicar la vía (camino de la transformación personal, el proceso de curación).

   

Todos nos hacemos preguntas sobre el sufrimiento, pero no podemos quedarnos en un análisis morboso, que nos lleve a la parálisis. Así, “permanecer dolorosamente obsesionado por una situación o por el recuerdo de un difunto, hastael extremo de estar destrozado meses o años, no es una prueba de afecto, sino un apego que no resultanada beneficioso ni para los demás ni para uno mismo. Si logramos admitir que la muerte forma parte dela vida, la angustia cede paso poco a poco a la comprensión y a la paz”, dice Matthieu Ricard, que recuerda las palabras de una madre moribunda a su hijo:. «No creas que me rindes un granhomenaje dejando que mi muerte se convierta en el gran acontecimiento de tu vida. El mejor tributo quepuedes pagar a tu madre es continuar llevando una existencia fecunda y feliz».

   

Quizá en el contexto mental de otras épocas históricas, las personas estaban más habituadas al dolor y el sufrimiento, la enfermedad y la muerte. Hoy nos parece que tenemos más sensibilidad para todo ello, y nos afecta más, en general. Pero si adquirimos una comprensión del misterio, y una confianza de que aquello puede venir algo bueno, podemos adquirir la paz interior, y una vez que hemosadquirido cierta paz interior, es más fácil preservar nuestra fortaleza espiritual o recuperarla con rapidez,aunque exteriormente nos hallemos confrontados a circunstancias muy difíciles (M. Riccard).


La pérdida más grave es la muerte de un ser querido. Nos quedamos impactados ante ese trance definitivo, sentimos debilidad e impotencia, porque no entendemos que hasta ese momento estaba y ahora ya no está visible ante nosotros, su cuerpo no tiene vida y nos quedamos consternados. La visión del cuerpo difunto genera preguntas, cuestiones insoportables. Nos enfrenta ante el sentido de la vida, el sentido de todo, y causa con frecuencia un dolor agudo ante la separación y el aniquilamiento. Mirar un cuerpo difunto es duro. A mí me gusta rezar ante él, pero entiendo a mis amigos cuando dicen que al morir no quieren ser vistos.


Ese ser querido, del que tantos recuerdos tienes, que cuando te enfadabas con él pensabas que a pesar de todo si se muriera lo sentirías, que entrelazó su vida con la nuestra, ahora hay que enterrarlo. En Granada, después del funeral se llevaba al cortejo fúnebre por el paseo más bonito de la ciudad, a los pies de la Alhambra, al lado del río, camino al cementerio, por eso se llama así: el Paseo de los tristes. Ya lo dijo Bécquer: “¡Qué solos y tristes se quedan los muertos!"

   

Entonces me hago preguntas… ¿Por qué ha pasado esto? Vivir las preguntas es importante, sin acelerar las respuestas, que en el remanso del corazón iremos encontrando. También rezar nos ayuda, pues ahí siempre hay respuestas. Si vamos teniendo esa comprensión, el alma no sufre pues sabe que de aquello malo puede surgir una cosa buena por caminos incomprensibles para nosotros en ese momento. Por ejemplo, en la perspectiva cristiana se ve a Jesús haciendo camino por ese paso, la Pascua, que es camino hacia algo más grande: «La vida de los que en ti creemos, Señor, no termina, se transforma; y, al deshacerse nuestra morada terrenal, adquirimos una mansión eterna en el cielo (Prefacio de difuntos).



[1] Cf. Robert Godet, Le Jardin des cinqsaisons, Julliard, París, 1956.

Incógnitas ante el sufrimiento y la muerte

La visión del cuerpo difunto genera preguntas, cuestiones insoportables. Nos enfrenta ante el sentido de la vida, el sentido de todo
Llucià Pou Sabaté
lunes, 18 de septiembre de 2023, 10:44 h (CET)

Cuentan que hace mucho tiempo, el rey de Persia era amigo del gran visir y le pidió:

- “Por favor, mientras yo me dedico a los asuntos del reino, escribe para mí la historia de loshombres y del mundo, a fin de que extraiga las enseñanzas necesarias y sepa cómo es conveniente actuar”.


El amigo del rey consultó a historiadores y demás estudiosos y a los más Sabios, y escribió una enciclopedia. Luego de varios años fue al rey:

—“Señor, aquí tenéis treinta y seis volúmenes en los que se relata toda la historia delmundo, desde la creación hasta vuestro advenimiento”.

   

Pero el rey le dijo que era muy largo, que lo resumiera. Así el visir fue resumiendo la historia, y cada vez el rey le decía que estaba muy ocupado en guerras, o estaba legislando o recaudando impuestos. Cuando por fin lo había resumido mucho, los dos eran ya muy mayores, llenos de arrugas y con cabellos blancos.

—“¿Y bien? —murmuró el rey—. ¿Cuál es la historia de los hombres?”


Su amigo lo miró y lo vio cansado, no le entregó el volumen, le dijo solamente:

—“Sufren, señor”[1].


Sufre la mujer en el parto, el hijo ante la muerte de la madre, sufren los que están en guerra, o sufren una calamidad climática, sufren las personas que están en medio de una ley de la selva en la economía y sociedad, sufren los animales en su selva cuando unos se comen a otros. Hay muchos sufrimientos, unos que se sienten en los sentidos, y les llamamos dolor físico, como ahora un accidente que nos causa una contusión traumática, o bien un mal de amores que no se ve por fuera, es invisible a los sentidos. En resumen, sea enfermedad,vejez, muerte, separación de los seres queridos, falta de libertad o bien vivir en la opresión, temores… además, muchos sufrimientos son inventados (más del 90%) pues crecen en el campo falso de una imaginación llena de envidia, enemistad, vanidad,ignorancia… y sobre todo ego, mucho ego.

   

Para los budistas, hay que vivir las cuatro verdades: Reconocer el sufrimiento. Eliminar su origen. Conseguir su cesación. Y a tal fin practicar la vía (camino de la transformación personal, el proceso de curación).

   

Todos nos hacemos preguntas sobre el sufrimiento, pero no podemos quedarnos en un análisis morboso, que nos lleve a la parálisis. Así, “permanecer dolorosamente obsesionado por una situación o por el recuerdo de un difunto, hastael extremo de estar destrozado meses o años, no es una prueba de afecto, sino un apego que no resultanada beneficioso ni para los demás ni para uno mismo. Si logramos admitir que la muerte forma parte dela vida, la angustia cede paso poco a poco a la comprensión y a la paz”, dice Matthieu Ricard, que recuerda las palabras de una madre moribunda a su hijo:. «No creas que me rindes un granhomenaje dejando que mi muerte se convierta en el gran acontecimiento de tu vida. El mejor tributo quepuedes pagar a tu madre es continuar llevando una existencia fecunda y feliz».

   

Quizá en el contexto mental de otras épocas históricas, las personas estaban más habituadas al dolor y el sufrimiento, la enfermedad y la muerte. Hoy nos parece que tenemos más sensibilidad para todo ello, y nos afecta más, en general. Pero si adquirimos una comprensión del misterio, y una confianza de que aquello puede venir algo bueno, podemos adquirir la paz interior, y una vez que hemosadquirido cierta paz interior, es más fácil preservar nuestra fortaleza espiritual o recuperarla con rapidez,aunque exteriormente nos hallemos confrontados a circunstancias muy difíciles (M. Riccard).


La pérdida más grave es la muerte de un ser querido. Nos quedamos impactados ante ese trance definitivo, sentimos debilidad e impotencia, porque no entendemos que hasta ese momento estaba y ahora ya no está visible ante nosotros, su cuerpo no tiene vida y nos quedamos consternados. La visión del cuerpo difunto genera preguntas, cuestiones insoportables. Nos enfrenta ante el sentido de la vida, el sentido de todo, y causa con frecuencia un dolor agudo ante la separación y el aniquilamiento. Mirar un cuerpo difunto es duro. A mí me gusta rezar ante él, pero entiendo a mis amigos cuando dicen que al morir no quieren ser vistos.


Ese ser querido, del que tantos recuerdos tienes, que cuando te enfadabas con él pensabas que a pesar de todo si se muriera lo sentirías, que entrelazó su vida con la nuestra, ahora hay que enterrarlo. En Granada, después del funeral se llevaba al cortejo fúnebre por el paseo más bonito de la ciudad, a los pies de la Alhambra, al lado del río, camino al cementerio, por eso se llama así: el Paseo de los tristes. Ya lo dijo Bécquer: “¡Qué solos y tristes se quedan los muertos!"

   

Entonces me hago preguntas… ¿Por qué ha pasado esto? Vivir las preguntas es importante, sin acelerar las respuestas, que en el remanso del corazón iremos encontrando. También rezar nos ayuda, pues ahí siempre hay respuestas. Si vamos teniendo esa comprensión, el alma no sufre pues sabe que de aquello malo puede surgir una cosa buena por caminos incomprensibles para nosotros en ese momento. Por ejemplo, en la perspectiva cristiana se ve a Jesús haciendo camino por ese paso, la Pascua, que es camino hacia algo más grande: «La vida de los que en ti creemos, Señor, no termina, se transforma; y, al deshacerse nuestra morada terrenal, adquirimos una mansión eterna en el cielo (Prefacio de difuntos).



[1] Cf. Robert Godet, Le Jardin des cinqsaisons, Julliard, París, 1956.

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