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Del pensamiento caduco de Juan Rusell

La idea del trabajo fijo y seguro nace de la lucha de la clase trabajadora para salir de la esclavitud
Mario López
miércoles, 18 de mayo de 2016, 00:48 h (CET)
Afirma el presidente de la CEOE, Juan Rosell, que el trabajo fijo y seguro es un concepto del siglo XIX. El trabajo en la sociedad capitalista, debería haber añadido. Y la banca un concepto del siglo XVI. Por no hablar del cristianismo, un concepto del siglo I. Pues sí, es verdad, llevamos veintiún siglos en la idea de que los humanos, como todo lo que existe en el Universo, somos creación de un solo dios cuyo hijo Jesucristo es, también, inspiración del Paráclito y, a su vez, hijo putativo de José de Nazaret; eso sí, hijo de una madre, María de Nazart. Llevamos cinco siglos en la idea de que la banca ha de gestionar el capital producto de nuestro trabajo, especular con él y garantizar la acumulación de dicho capital en unas pocas manos que, al ser las que más tienen son las que más mandan. Y solo llevamos dos siglos, mal contados, en la idea de tener un trabajo fijo y seguro ¿Por qué, entonces, Juan Rosell considera caducada la idea del trabajo fijo y seguro y nada dice de la banca o el cristianismo, ideas mucho más antiguas y discutibles?

Lo primero que habría que preguntarse es por qué la idea del trabajo fijo y seguro nació a finales del siglo XIX. La respuesta es bien sencilla: porque hasta entonces lo que se llevaba en el mundo capitalista era la esclavitud y, claro, los esclavos estaban hasta el moño de su condición y, por medio de huelgas y el apoyo intelectual de pensadores como Karl Marx, que llegó a desarrollar un modo de pensamiento epistemológico extraordinariamente eficaz para explicar la Historia, las transformaciones sociales y, en , definitiva, la lucha de clases, consiguieron arrebatar a sus patronos unos derechos que, con el tiempo, fueron reconocidos en la Carta de las Naciones Unidas sobre los Derechos Humanos.

Así pues, señor Rusell, sepa usted que la idea del trabajo fijo y seguro nace de la lucha de la clase trabajadora para salir de la esclavitud a la que el capitalismo la había condenado secularmente, y es una conquista del género humano que reconoce las Naciones Unidas y que ha de ser irreversible. El señor Rusell, en cambio, no es de esta opinión, lo que el querría es volver al siglo XVI. Y la cuestión es muy sencilla: o el capitalismo respeta los Derechos Humanos o deja paso a otro sistema que sí los respete; un sistema en el que el trabajo sea un derecho inalienable y justamente retribuido, los beneficios generados por la comunidad reviertan a la comunidad en forma de servicios sociales, protección de los más débiles, sanidad, educación, infraestructuras, tecnología, investigación y desarrollo. Quizá lo que ya va sobrando, lo que resulta una idea extremadamente caduca es la CEOE que el señor Rusell preside. Ya que estos señores son tan partidarios de respetar las tradiciones (los toros, las procesiones de semana santa...) deberían respetar una tradición mucho más terrenal, social y de mayor fuste cual es el derecho a un trabajo digno y bien remunerado.

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