Siglo XXI. Diario digital independiente, plural y abierto. Noticias y opinión
Viajes y Lugares Tienda Siglo XXI Grupo Siglo XXI
21º ANIVERSARIO
Fundado en noviembre de 2003
Opinión
Etiquetas | Duelo | Pérdida | Dolor | Compañía
Encontrar a alguien con quien poder llorar es sanador

El consuelo de sabernos acompañados

|

El enigma más grande de la condición humana es la muerte. Es una cosa muy dolorosa que muera una persona a la que amamos. Cuando estamos con alguien que ha perdido un ser que amaba, lo mejor es no hablar mucho, sencillamente acompañarle. Dejar que llore, pues llorar da paz, descansa y restablece el equilibrio, ablanda y humaniza, y es un consuelo poder llorar con alguien, y nosotros podemos acompañarles, llorar con los que lloran. Encontrar a alguien con quien poder llorar es sanador.


Y hacerle ver que esa persona está más contenta si nosotros estamos bien. Cuentan de una persona que lloraba mucho la pérdida de un hijo por enfermedad. Un día en sueños se le aparece un ángel. Le dice:

-Basta ya.


-Es que no puedo soportar la idea de no verlo nunca más. El ángel le dice:


-¿Lo quieres ver? Entonces lo agarra de la mano y los sube al cielo.


-Ahora lo vas a ver, quédate acá. Por una acera enorme empiezan a pasar un montón de chicos, vestidos como angelitos, con alitas blancas y una vela encendida entre las manos, como uno se imagina el cielo con los angelitos. El hombre dice:


-¿Quiénes son? Y el ángel responde:


-Estos son todos los chicos que han muerto en estos años y todos los días hacen este paseo con nosotros, porque son puros...


-¿Mi hijo está entre ellos?


-Sí, ahora lo vas a ver. Y pasan cientos y cientos de niños.


–Ahí viene -avisa el ángel. Y el hombre lo ve. Radiante como lo recordaba. Pero hay algo que lo conmueve: entre todos es el único chico que tiene la vela apagada y él siente una enorme pena y una terrible congoja por su hijo. En ese momento el chico lo ve, viene corriendo y se abraza con él. Él lo abraza con fuerza y le dice:


-Hijo, ¿por qué tu vela no tiene luz?, ¿no encienden tu vela como a los demás?


-Sí, claro papá, cada mañana encienden mi vela igual que la de todos, pero ¿sabes lo que pasa?, cada noche tus lágrimas apagan la mía.


“No todas las lágrimas son amargas”, dirá El Señor de los Anillos [1] Así, ellos están contentos si seguimos luchando, con alegría, dándonos a los demás, viviendo. Cuando algo nos cueste, hemos de pensar en nuestra misión: “he de hacerlo, por mí y por él, por ella”.


Se puede hablar de reelaborar nuestra interioridad cuando hemos trabajado esa pérdida, con la ayuda de los demás. La ayuda de los demás es importante, sobre todo la de “estar ahí”, al lado, haciendo compañía, sin escatimar tiempo o esfuerzo que eso suponga.

   

Una pérdida tiene que llevar una despedida, saber decir “adiós” para que no se convierta el duelo en patológico: cuando se suelta con aceptación la marcha de esa persona querida, cuando no se la retiene, se reestructura nuestra interioridad. La persona perdida forma parte entonces de nosotros de otra manera: no ya físicamente, sino pasa a nuestro interior. Somos capaces de hablar de esa persona sin afectarnos quizá, porque hemos asumido que no está físicamente entre nosotros. Se encuentra en otra dimensión, pero está cerca, en nuestro corazón.



[1] Puede verse en este trozo de la película, que se puede poner en el taller: https://youtu.be/egZZrz5Gznk

El consuelo de sabernos acompañados

Encontrar a alguien con quien poder llorar es sanador
Llucià Pou Sabaté
martes, 10 de octubre de 2023, 09:18 h (CET)

El enigma más grande de la condición humana es la muerte. Es una cosa muy dolorosa que muera una persona a la que amamos. Cuando estamos con alguien que ha perdido un ser que amaba, lo mejor es no hablar mucho, sencillamente acompañarle. Dejar que llore, pues llorar da paz, descansa y restablece el equilibrio, ablanda y humaniza, y es un consuelo poder llorar con alguien, y nosotros podemos acompañarles, llorar con los que lloran. Encontrar a alguien con quien poder llorar es sanador.


Y hacerle ver que esa persona está más contenta si nosotros estamos bien. Cuentan de una persona que lloraba mucho la pérdida de un hijo por enfermedad. Un día en sueños se le aparece un ángel. Le dice:

-Basta ya.


-Es que no puedo soportar la idea de no verlo nunca más. El ángel le dice:


-¿Lo quieres ver? Entonces lo agarra de la mano y los sube al cielo.


-Ahora lo vas a ver, quédate acá. Por una acera enorme empiezan a pasar un montón de chicos, vestidos como angelitos, con alitas blancas y una vela encendida entre las manos, como uno se imagina el cielo con los angelitos. El hombre dice:


-¿Quiénes son? Y el ángel responde:


-Estos son todos los chicos que han muerto en estos años y todos los días hacen este paseo con nosotros, porque son puros...


-¿Mi hijo está entre ellos?


-Sí, ahora lo vas a ver. Y pasan cientos y cientos de niños.


–Ahí viene -avisa el ángel. Y el hombre lo ve. Radiante como lo recordaba. Pero hay algo que lo conmueve: entre todos es el único chico que tiene la vela apagada y él siente una enorme pena y una terrible congoja por su hijo. En ese momento el chico lo ve, viene corriendo y se abraza con él. Él lo abraza con fuerza y le dice:


-Hijo, ¿por qué tu vela no tiene luz?, ¿no encienden tu vela como a los demás?


-Sí, claro papá, cada mañana encienden mi vela igual que la de todos, pero ¿sabes lo que pasa?, cada noche tus lágrimas apagan la mía.


“No todas las lágrimas son amargas”, dirá El Señor de los Anillos [1] Así, ellos están contentos si seguimos luchando, con alegría, dándonos a los demás, viviendo. Cuando algo nos cueste, hemos de pensar en nuestra misión: “he de hacerlo, por mí y por él, por ella”.


Se puede hablar de reelaborar nuestra interioridad cuando hemos trabajado esa pérdida, con la ayuda de los demás. La ayuda de los demás es importante, sobre todo la de “estar ahí”, al lado, haciendo compañía, sin escatimar tiempo o esfuerzo que eso suponga.

   

Una pérdida tiene que llevar una despedida, saber decir “adiós” para que no se convierta el duelo en patológico: cuando se suelta con aceptación la marcha de esa persona querida, cuando no se la retiene, se reestructura nuestra interioridad. La persona perdida forma parte entonces de nosotros de otra manera: no ya físicamente, sino pasa a nuestro interior. Somos capaces de hablar de esa persona sin afectarnos quizá, porque hemos asumido que no está físicamente entre nosotros. Se encuentra en otra dimensión, pero está cerca, en nuestro corazón.



[1] Puede verse en este trozo de la película, que se puede poner en el taller: https://youtu.be/egZZrz5Gznk

Noticias relacionadas

Realmente, la función de la filosofía se desarrolla, como un saber crítico de segundo grado, que analiza los contenidos de las diversas ciencias. Es un saber que se interesa por toda la realidad y el presente. Ya en vida de su creador Gustavo Bueno, su materialismo demostró una potencia explicativa extraordinaria, superior a la de otras corrientes o sistemas filosóficos.

Hay cosas cómicas que hay que tomar muy en serio. Son gansadas que retratan nuestro mundo. Representan el ombliguismo que nos rodea. El término es magistral: define aquello que cree está en el centro del cuerpo (del universo), sin reparar que su función se volvió inútil hace ya tiempo.

Hace unos días recibí de la editorial Anagrama el libro de Roberto Saviano titulado Los valientes están solos. Libro apasionante que he comenzado a devorar por la forma directa de contar una historia de coraje e integridad que terminó con los restos del juez Falcone volando por los aires a consecuencia del atentado perpetrado por la Cosa Nostra, al mando de ese tipo con cara de paleto bobo, Salvatore Totò Riina.

 
Quiénes somos  |   Sobre nosotros  |   Contacto  |   Aviso legal  |   Suscríbete a nuestra RSS Síguenos en Linkedin Síguenos en Facebook Síguenos en Twitter   |  
© 2024 Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto | Director: Guillermo Peris Peris
© 2024 Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto