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"La imagen que tenemos de nosotros mismos no nos gusta"

Entrevista a la escritora Flavia Company
Herme Cerezo
miércoles, 25 de mayo de 2016, 09:16 h (CET)



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Flavia Company (Buenos Aires, 1963) es autora de más de una decena de novelas entre las que destacan ‘Saurios en el asfalto’, ‘Luz de hielo’, ‘Dame placer’, ‘Ni tú ni yo ni nadie’ (Premio Documenta), ‘Melalcor’, ‘La mitad sombría’, ‘La isla de la última verdad’ y ‘Que nadie te salve la vida’. También de los libros de cuentos ‘Viajes subterráneos’, ‘Género de punto’, ‘Con la soga al cuello’ y ‘Por mis muertos’, así como del volumen de microrrelatos ‘Trastornos literarios’. Su poesía ha sido recogida en diversas revistas y ha publicado el poema narrativo ‘Volver antes de ir’. Su obra ha sido traducida en Francia, Brasil, Holanda, Polonia, Alemania, Portugal, Italia y Estados Unidos. Flavia, además, es licenciada en Filología Hispánica, música, traductora, periodista, profesora de microrrelato en l’Escola d’Escriptura del Ateneu Barcelonès y de cuento en el Máster de Creación Literaria de la Universitat Pompeu i Fabra.

Lleva treinta y cinco años escribiendo, con otras tantas obras en su haber. Parece que la cosa le funciona a esta escritora argentina afincada en Barcelona, Flavia Company, que termina de publicar ‘Haru’, editada por Catedral, la novela de una joven niña que, tras la muerte de su madre, ingresa en el dojo, donde aprenderá el camino del tiro con arco, hasta el instante vital que hará que lo cuestione todo, lo arriesgue todo y lo pierda todo, para recibirlo todo. Flavia se muestra especialmente satisfecha con la escritura de esta novela, en cuya contraportada podemos leer: «Después de leer la historia de Haru, leerás tu vida de otra manera».

Flavia, la vida de Haru es una sola vida o son muchas vidas.
Es una vida entera y creo que cualquier persona que lea el libro puede identificarse con Haru, ya que responde al principio zen de que todos somos uno y uno somos todos. Por lo tanto, las vicisitudes que atraviesa la protagonista son las mismas a las que nos enfrentamos cada uno de nosotros a lo largo de nuestra vida. Tanto es así, que lo único que cambiaría sería el orden en que nos las vamos encontrando cada uno de nosotros, pero en cualquier caso y en última instancia, todos los humanos nos enfrentamos a lo mismo.

Reza la contraportada del libro que «Después de leer la historia de Haru, leerás tu vida de otra manera», ¿hay algo de manual en tu novela?
Bueno, lo cierto es que nadie de la editorial fue capaz de resumir el argumento de la novela y por eso optamos por incluir esa frase en la contraportada. Toda la literatura clásica que ha permanecido es catártica y de aprendizaje y ‘Haru’ es una obra que se preocupa por respetar la tradición y aportar algo. Se encuentra en ese río literario que apuesta por un proyecto vital.

¿Cómo surge la idea que ha provocado la escritura de ‘Haru’?
Toda la novela parte de la meditación. Siempre tuve ganas de escribir una vida completa y Haru surgió durante mis meditaciones. Respeté su existencia y comencé a trabajar en esa idea como si realmente yo fuera Haru y ella fuera yo. No en vano utilicé la imagen del arquero, porque tengo la extraña sensación de que llevo dedicada toda mi existencia una sola disciplina, en este caso la literatura, y del mismo modo que la arquera llega a fundirse con el disparo de la flecha, yo me he fundido con la escritura del libro, cuya estructura, como te puedes imaginar, me ha costado mucho de organizar.

En su ‘Manuel del Guerrero de la Luz’, Paulo Coelho también utiliza la imagen del arquero, ¿qué significa el manejo del arco y las flechas en la cultura oriental?
No he leído a Paulo Coelho, pero siempre me ha fascinado el simbolismo que representa el disparo a una diana. Durante toda nuestra vida nos planteamos la obligación de dar en el centro y eso nos agobia, hasta que nos damos cuenta de que no existe ninguna diana. En el tiro del arco tampoco la hay y si el disparo es bueno consigue crearla a su alrededor.

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Por todo lo que llevamos dicho, queda claro que ‘Haru’ se ubica en Oriente, ¿hay mayor fascinación en Oriente por Occidente que a la inversa?
No creo, pienso que somos la fantasía inalcanzable, a la vez que somos también aquello que rechazamos y con lo que no nos identificamos porque es distinto. Con esto quiero decir que en Oriente puede haber una falsa visión de nuestra libertad y en Occidente una falsa visión de la serenidad oriental. En ‘Haru’ propongo que sumemos, que no restemos, que nos acerquemos a nuestros ideales de serenidad y libertad. Todo eso es un mensaje subyacente, que tiene mucho que ver con mi deseo por cambiar el mundo, motivo por el que comencé a escribir.

Tenemos claro que Oriente es el escenario que has escogido para la novela, pero desconocemos a qué país te refieres.
Simplemente es Oriente, sin más, porque hay diversas tradiciones que me ha parecido interesante no ubicarlas de un modo tan cerrado y concreto. He sido una persona occidental escribiendo un libro oriental.

La protagonista de la novela, la escritora, la editora y la diseñadora son mujeres, ¿es un libro dirigido específicamente para lectoras?
No, en absoluto, y ésa es una de las mayores sorpresas que me ha proporcionado su escritura, ya que la está leyendo un abanico de personas muy amplio, desde señoras de noventa años hasta gente joven de diecisiete, y que curiosamente recomiendan muchos hombres. Tanto es así que Jordi Sanuy, que ha efectuado una reseña muy interesante de la novela, me ha comentado que el hombre que no llore leyéndola, está muerto.

A la narración le has imprimido un ritmo pausado, pero que no aburre, ¿has cuidado mucho la selección de palabras para lograrlo, no?
Sí, claro, esa forma de escribir se consigue después de treinta y cinco años de dedicación. Las dos grandes consignas en mi vida literaria han sido siempre desaparecer en el libro y ser lo suficientemente humilde como para quitarme la importancia de decir cosas profundas, porque la profundidad la debe poner cada lector. Es un ejercicio de humildad que a todo el mundo le cuesta llevar a cabo.

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«Quien huye, tarde o temprano tiene que volver para poder marcharse», esta frase aparece en la novela.
Su contenido está claro: marcharse es elegir, huir no. Así que para irte de un lugar has de haber elegido abandonarlo y solo puedes elegir si vuelves para irte. Un poema narrativo mío, titulado ‘Volver antes de ir’, tiene mucho que ver con esta reflexión.

En un momento determinado, Haru miente porque siente vergüenza de lo que es, ¿no aceptar nuestra apariencia es el pecado más grave?
La imagen que tenemos de nosotros mismos, lo que vemos, no nos gusta. Hay una escena ilustrativa de esto cuando Haru no admite la visión del ratón en la que se ve reflejada. Es nuestra propia negación. Preferimos pertenecer a un club, a una patria o a una religión antes que ser nosotros mismos. Adoptamos una de esas identidades y la convertimos en nuestro icono. Esa identificación nos ahorra el trabajo de conocernos y de encontrar la verdadera identidad. No nos aceptamos como somos y la gran tragedia es que tampoco aceptamos que somos mortales.

Terminamos. Después de escribir ‘Haru’, ¿Flavia Company es la misma persona o se ha obrado en ti algún proceso de transformación personal?
Después de leer, ojo digo leer y no escribir, ‘Haru,’ yo también he visto mi vida de otro modo. Igual que muchas personas que han leído el libro, me he perdonado algunas cosas, he entendido otras mejor y me he reconciliado con ellas. ‘HARU’ es uno de los libros que más me ha cambiado.

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