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Las verdaderas mejoras en el terreno social en general son una etiqueta que no se corresponde con el mundo real

La leyenda de la sociedad avanzada

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Socialmente considerado, vista la situación actual, emplear el término avanzada para referirse a alguna sociedad, que así se autoconsidera, no pasa de ser un eslogan publicitario para entretener al auditorio en general, mientras los más ilusos pueden seguir mirándose el ombligo y las víctimas de la anestesia consumista se lo creen. Fuera de esto, por lo general, en este ámbito, no hay nada de nada, con la excepción de una imparable marcha atrás, en cuanto que la individualidad se va disolviendo en la manada. Salvo el progreso de la tecnología, un mercado capitalista sin límites y la mejora material de las condiciones existenciales, que son reales, lo demás apunta directamente a la fantasía que predomina en el ambiente. De manera que en eso del avance todo se mueve entre la evidencia, por un lado, en lo que se refiere a ciertos aspectos de la materialidad, y la leyenda, por otro. Puesto que las verdaderas mejoras en el terreno social en general son una etiqueta que no se corresponde con el mundo real.


Habría que aclarar que, en demasiadas sociedades, este panorama de apariencia social, política y hasta económica que se sirve a las gentes, ha sido confeccionado porque es necesario para que el gobierno sinárquico de la superélite del poder pueda continuar mandando a sus anchas, sin que se atisbe el menor conato de contestación. A la vista está que, ante acontecimientos tan graves como los presentes, la mayoría de las que se consideran sociedades avanzadas —las sociedades que presumen de riqueza y ocultan la pobreza de espíritu— agacha las orejas y pasa del asunto o, por puro compromiso, organiza una pequeña manifestación de protesta. Incluso se tiene el valor de hablar de derechos humanos y toda la parafernalia con la que se les acompaña. Claro está que eso de los derechos solamente se refiere a algunos, porque en el mundo de la igualdad de papel, unos, siguen siendo privilegiados y, otros, subordinados; manteniendo así, tras ese eslogan de sociedad avanzada, la vigencia del elitismo ancestral. Con lo que el llamado progreso de marketing no duda en poner en entredicho al mismo Derecho, en el que se pretende legitimar las actuaciones llamadas avanzadas, puesto que la racionalidad jurídica que le respalda está claramente subordinada al interés de la minoría dominante. El asunto capital es el dinero, y en el plano económico, por citar un ejemplo, las bolsas de valores son las encargadas de decir al público que no pasa nada, que el progreso del gran capital continúa; aunque mañana diga lo contrario, para recoger las ganancias de los que han picado el anzuelo.


Localizando el tema de la leyenda de la sociedad avanzada, hay otro asunto a considerar aquí mismo, en un país que vive del turismo y cuatro arreglos más. Cualquiera puede observar que el personaje central de la obra electoral, debidamente amparado por los mandatarios foráneos, y apoyado en un grupo de favorecidos locales, sale a escena para vender sus arreglos en interés del país. En un ejercicio de destreza artesanal —comparable al encaje de bolillos— va a confeccionando un mantel para la mesa del gran banquete del progresismo, es decir, del gobierno personal, marcado por la necesidad de su persona y la virtud de los manipulados. Habría que señalar que, flotando en el ambiente democrático al uso y un Estado de Derecho que se derrumba, solo queda la exclusiva presencia de este personaje clave en la obra electoral, representante de un gobierno sujeto a los intereses de esa alta jerarquía extranjera y de quienes pretenden ser herederos de los viejos señores feudales. En cuanto a los afectados directos, tienen bastante con el entretenimiento visual que procura la televisión oficial —lo de leer ya es más complicado—, que funciona al ritmo del interés dominante de tapa esto y saca a la luz lo otro, pero, como consuelo, al menos no cobra por el espectáculo, aunque luego lo facture a través de la propaganda, junto con la publicidad, destinada a justificar la compra de material para resaltar los cuestionables valores de las sociedades importadas y contribuir a la formación de la nueva sociedad mundial que se pretende construir.


Sin entrar en mayores detalles, basta este sencillo bosquejo de lo que se vislumbra por aquí, forzando muy poco la mirada, para poner en evidencia que esta sociedad avanzada es una leyenda, por lo que se refiere a su mejora moral. Solamente está destinada a seguir el dictado de la doctrina dominante. Por lo que parece, si se empeñan los que mandan, que avanza hacia adelante, tal como dice la propaganda, pero, sin tener en cuenta, que ese adelante no lleva a ninguna parte. Para digerir el brebaje anestesiante, basta con arrullar a las gentes con una nana moderna, que suena a monólogo rapero.

La leyenda de la sociedad avanzada

Las verdaderas mejoras en el terreno social en general son una etiqueta que no se corresponde con el mundo real
Antonio Lorca Siero
viernes, 3 de noviembre de 2023, 08:59 h (CET)

Socialmente considerado, vista la situación actual, emplear el término avanzada para referirse a alguna sociedad, que así se autoconsidera, no pasa de ser un eslogan publicitario para entretener al auditorio en general, mientras los más ilusos pueden seguir mirándose el ombligo y las víctimas de la anestesia consumista se lo creen. Fuera de esto, por lo general, en este ámbito, no hay nada de nada, con la excepción de una imparable marcha atrás, en cuanto que la individualidad se va disolviendo en la manada. Salvo el progreso de la tecnología, un mercado capitalista sin límites y la mejora material de las condiciones existenciales, que son reales, lo demás apunta directamente a la fantasía que predomina en el ambiente. De manera que en eso del avance todo se mueve entre la evidencia, por un lado, en lo que se refiere a ciertos aspectos de la materialidad, y la leyenda, por otro. Puesto que las verdaderas mejoras en el terreno social en general son una etiqueta que no se corresponde con el mundo real.


Habría que aclarar que, en demasiadas sociedades, este panorama de apariencia social, política y hasta económica que se sirve a las gentes, ha sido confeccionado porque es necesario para que el gobierno sinárquico de la superélite del poder pueda continuar mandando a sus anchas, sin que se atisbe el menor conato de contestación. A la vista está que, ante acontecimientos tan graves como los presentes, la mayoría de las que se consideran sociedades avanzadas —las sociedades que presumen de riqueza y ocultan la pobreza de espíritu— agacha las orejas y pasa del asunto o, por puro compromiso, organiza una pequeña manifestación de protesta. Incluso se tiene el valor de hablar de derechos humanos y toda la parafernalia con la que se les acompaña. Claro está que eso de los derechos solamente se refiere a algunos, porque en el mundo de la igualdad de papel, unos, siguen siendo privilegiados y, otros, subordinados; manteniendo así, tras ese eslogan de sociedad avanzada, la vigencia del elitismo ancestral. Con lo que el llamado progreso de marketing no duda en poner en entredicho al mismo Derecho, en el que se pretende legitimar las actuaciones llamadas avanzadas, puesto que la racionalidad jurídica que le respalda está claramente subordinada al interés de la minoría dominante. El asunto capital es el dinero, y en el plano económico, por citar un ejemplo, las bolsas de valores son las encargadas de decir al público que no pasa nada, que el progreso del gran capital continúa; aunque mañana diga lo contrario, para recoger las ganancias de los que han picado el anzuelo.


Localizando el tema de la leyenda de la sociedad avanzada, hay otro asunto a considerar aquí mismo, en un país que vive del turismo y cuatro arreglos más. Cualquiera puede observar que el personaje central de la obra electoral, debidamente amparado por los mandatarios foráneos, y apoyado en un grupo de favorecidos locales, sale a escena para vender sus arreglos en interés del país. En un ejercicio de destreza artesanal —comparable al encaje de bolillos— va a confeccionando un mantel para la mesa del gran banquete del progresismo, es decir, del gobierno personal, marcado por la necesidad de su persona y la virtud de los manipulados. Habría que señalar que, flotando en el ambiente democrático al uso y un Estado de Derecho que se derrumba, solo queda la exclusiva presencia de este personaje clave en la obra electoral, representante de un gobierno sujeto a los intereses de esa alta jerarquía extranjera y de quienes pretenden ser herederos de los viejos señores feudales. En cuanto a los afectados directos, tienen bastante con el entretenimiento visual que procura la televisión oficial —lo de leer ya es más complicado—, que funciona al ritmo del interés dominante de tapa esto y saca a la luz lo otro, pero, como consuelo, al menos no cobra por el espectáculo, aunque luego lo facture a través de la propaganda, junto con la publicidad, destinada a justificar la compra de material para resaltar los cuestionables valores de las sociedades importadas y contribuir a la formación de la nueva sociedad mundial que se pretende construir.


Sin entrar en mayores detalles, basta este sencillo bosquejo de lo que se vislumbra por aquí, forzando muy poco la mirada, para poner en evidencia que esta sociedad avanzada es una leyenda, por lo que se refiere a su mejora moral. Solamente está destinada a seguir el dictado de la doctrina dominante. Por lo que parece, si se empeñan los que mandan, que avanza hacia adelante, tal como dice la propaganda, pero, sin tener en cuenta, que ese adelante no lleva a ninguna parte. Para digerir el brebaje anestesiante, basta con arrullar a las gentes con una nana moderna, que suena a monólogo rapero.

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