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Ecclestone, un amigo peligroso

Rafa Esteve-Casanova
Rafa Esteve-Casanova
domingo, 5 de julio de 2009, 07:16 h (CET)
De un tiempo acá vengo observando que una pequeña parte de la ciudadanía comienza a tener brotes de animadversión contra las ideas democráticas. En la barra de cualquier bar a la hora del almuerzo de los trabajadores no es extraño escuchar conversaciones en las que la xenofobia disfrazada de defensa de los valores propios aparece y otras en las que la frase más escuchada es aquella tan manida de “todos los políticos son iguales”. Ni los que han llegado a nuestras tierras para ganar su sustento con honradez han viajado hasta aquí para quitarnos lo que consideramos “nuestro” ni a rebajarnos los derechos sociales a los que aspiramos, ni todos los políticos aceptan dádivas ni están en sus puestos para medrar, aunque, por desgracia, se de más de un caso.

Estas conversaciones de barra de bar en hora de bocadillo pueden derivar hacia la defensa de ideologías y actitudes fascistas o muy cercanas a la ideología de la ultraderecha. Ya se ha visto cómo en las últimas elecciones europeas los partidos situados más allá de la derecha han obtenido en algunos países buenos resultados, la crisis económica, el paro, el aumento de la inmigración y, especialmente, la falta de formación son un excelente caldo de cultivo para que la ultraderecha de un paso al frente.

Pero lo verdaderamente preocupante es cuando una persona a la que se le supone una buena formación cultural, debido al puesto que ocupa, como Bernie Ecclestone se lanza desde las páginas del The Times a alabar a dictadores como Hitler y Sadam Hussein, El “patrón” y principal muñidor de beneficios de la Formula 1 denota ciertos aires a fascismo trasnochado en sus declaraciones periodísticas. Decir que Hitler “consiguió que las cosas funcionasen” olvidando los millones de judíos que asesinaron sus sicarios en las cámaras de gas es una aberración impropia de cualquier persona con un conocimiento, aunque sea pequeño, de la historia contemporánea. Pero lo que a los tertulianos de la barra del bar se les puede perdonar por su situación y formación es imperdonable en quien mueve miles de millones de euros cada año y viaja constantemente por todo el mundo, aunque, visto lo visto, aquello de que viajar ilustra y forma en Ecclestone no se da, él de los viajes tan sólo debe recordar el olor del carburante, el fuerte ruido de los bólidos y el aumento constante tras cada viaje de su cuenta corriente.

Pero Ecclestone tiene amigos en Valencia, y no son tertulianos de barra de bar, sino políticos de alto copete, tan alto como el imputado President de la Comunitat. Hay que recordar que en las últimas elecciones autonómicas el “capo” de la F1 declaró que las carreras de autos tan sólo llegarían a València si Francisco Camps era el ganador de las mismas. Un defensor de la ideología fascista y de los dictadores apoyando la elección de un President todavía imputado. Aunque no soy quien le aconsejaría al jefe de los populares valencianos que mire muy bien a la hora de elegir sus amistades ya que de momento uno de sus “amiguitos del alma” huele a presidio, Alfonso Rus, President de la Diputació de Valencia, de repente responde con los gritos de rigor de antaño, es decir con un “Arriba Franco” a preguntas de la oposición o a los maestros que le critican, Carlos Fabra el “domfabriccio” castellonense anda que te andará entre papeleos, pleitos y juzgados por diversos presuntos delitos, al alcalde de Orihuela el fiscal no le cree las explicaciones que da sobre los automóviles de súper lujo que utiliza y que, presuntamente, son regalados por un constructor, y a él, al que más manda, las malas amistades le han llevado a estar imputado por cuatro trajes de nada. Y es que, seguramente, de niño nunca le dijeron que no debía andar en malas compañías.

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Censura. No la juzgo como una práctica muy denostada en estos días. Por el contrario, se me antoja que tiene más adeptos de los que, a priori, pudiéramos presumir. Como muestra de ello, hay un sector de usuarios que están abandonando cierta red social para migrar a otra más homogénea, y no con el fin de huir de la censura, sino por la ausencia o supresión de la misma en la primera de ellas.

Vivimos agazapados sobre los detalles mínimos a nuestro alcance y llegamos a convencernos de que esa es la auténtica realidad. Convencidos o resignados, estamos instalados en esta polémica de manera permanente; no aparece el tono resolutivo por ninguna parte. Aunque miremos las mismas cosas, cada quien ve cosas con matices diferentes y la disyuntiva permanece abierta.

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