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"Esta es una novela sobre el lado oscuro del ser humano"

Entrevista al escritor Toni Hill
Herme Cerezo
lunes, 6 de junio de 2016, 08:46 h (CET)



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Toni Hill (Barcelona, 1966) es licenciado en psicología. Lleva más de diez años dedicado a la traducción literaria y a la colaboración editorial en distintos ámbitos. Entre los autores traducidos por él podemos citar a David Sedaris, Jonathan Safran Foer, Glenway Wescott, Rosie Alison, Peter May, Rabbih Alameddine, A.L. Kennedy y Charlotte Bronté. Como escritor y dentro del género de la ficción policial, ha publicado tres novelas hasta ahora: ‘El verano de los juguetes muertos’, ‘Los buenos suicidas’ y ‘Los amantes de Hiroshima’. Los derechos de edición de estas obras han sido adquiridos ya por más de veinte países. ‘Los ángeles de hielo’, editada por Grijalbo, es su nueva entrega.

Toni Hill es sobradamente conocido tras el éxito alcanzado por la trilogía protagonizada por el inspector Salgado y compuesta por las novelas ‘El verano de los juguetes muertos’, ‘Los buenos suicidas’ y ‘Los amantes de Hiroshima’, que desde el año 2011 le consagró como uno de los primeros escritores actuales en el ranking nacional del género negro, duro y puro. Ahora nos sorprende con algo distinto, ‘Los ángeles de hielo’, editada por Grijalbo, donde el escritor barcelonés viaja hasta comienzos del siglo XX, para contarnos la historia de Frederic Mayol, un joven psiquiatra, que se ve enfrentado al misterio que afecta a la mujer que ama y a su lugar de trabajo, un sanatorio donde aún flotan tenebrosos secretos que se remontan a un pasado reciente, cuando el inmueble era un internado para señoritas de buena familia. La I Guerra Mundial, Freud y el psicoanálisis, la pujanza burguesa de Barcelona y Viena y la represión sexual femenina se dan cita en este volumen de casi quinientas páginas.

Toni, a veces creo que cuando entrevisto a un escritor lo hago a destiempo, porque su cabeza ya la habita otro proyecto literario diferente del que promociona, ¿es este tu caso?
No tant, home, no tant (No tanto, hombre, no tanto). Cuando terminé la trilogía de Salgado tenía claro que iba a escribir esta novela, pero ahora no sé qué voy a hacer. Manejo un par de cosas, pero solo son ideas que todavía no han fraguado. Así que, de momento, en mi cabeza solo cabe hablar de ‘Los ángeles de hielo’.

¿A qué se debe este salto del género negro a una novela de época, gótica, histórica…? ¿Te apetecía aparcar a Salgado?
Más que por aparcar al inspector Salgado, lo he hecho porque en mi cabeza esta novela llevaba mucho tiempo dando vueltas. Escribirla, por tanto, ha sido una especie de liberación, de no quedarme circunscrito al mundo de Salgado. Al cambiar de temática he podido hablar de cosas que no guardaban relación con lo policiaco. El trabajo ha sido enorme, porque la novela abarca una época muy amplia por la que pululan Freud, la I Guerra Mundial, Viena, Barcelona... Pero creo que el esfuerzo ha valido la pena, porque me lo he pasado muy bien.

¿Has querido demostrar que no solo eres un escritor policiaco y que puedes escribir cosas distintas?
Mira, cuando escribes una trilogía como ésa, el lector no quiere que te muevas de ahí, cree que estás preso de una historia concreta y espera que sigas con lo mismo. Mi próxima novela también intentaré que sea distinta a esta y a lo mejor me da por contar una historia actual, que ni sea negra, ni gótica. De momento los editores me permiten experimentar.

Sin embargo, algo de intriga o de thriller sí que tiene ‘Los ángeles de hielo’.
Sí, pero es distinto todo. He cambiado la época y el tipo de personajes que planteo también son diferentes y podrían no estar inmersos en ninguna intriga. Aquí el lector está inquieto desde el primer instante y el misterio crece poco a poco, pero no se trata de ningún crimen inicial sobre el que se articula la trama. Es una novela en torno al lado oscuro del ser humano, con protagonistas que se mueven en el límite entre la locura y la cordura. De toda mi anterior producción literaria, el único que no ha variado soy yo.

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¿Cuál fue el chispazo o la imagen que te impulsó a escribirla?
No fue tanto una imagen como la idea de querer abordar el género gótico, que en España está totalmente abandonado y con poca tradición. Apenas si encontramos alguna obra de Emilia Pardo Bazán y poco más. En Inglaterra, en cambio, tiene muchos escritores que lo cultivan. Aquí es como si estuviéramos atados a un naturalismo un poco rancio entre comillas.

Al abrir la novela tropezamos con una cita de Charlotte Bronte, extraída de Jane Eyre. Para un lector resulta difícil asociar a Toni Hill con la Bronte, ¿no te parece?
Bueno, Charlotte Bronte pulula por todo el libro, porque yo traduje sus obras para Random y, además de pasármelo bien escribiendo, quería rendir un pequeño homenaje a una serie de novelas que, de alguna manera, me han marcado como son ‘La dama de blanco’, ‘Jane Eyre’ y ‘Otra vuelta de tuerca’. Y mi modo de homenajearlas solo puede consistir en seguir su camino y reconocerlo, por eso al final he incluido una nota de autor que lo explica.

Has narrado ‘Los ángeles de hielo’ mediante tres voces distintas y una de ellas intenta engañar al lector. ¿Un narrador mentiroso da mucho juego, pero no es también un artefacto peligroso a la vez para el autor y el lector?
No es exactamente así. Hay un narrador omnisciente, que cuenta una buena parte de la novela, un diario y un tercer narrador, al que tú te refieres, que lo sabe y lo cuenta todo y que yo llamo travieso. En determinados pasajes, esta voz decide opinar sobre lo que le hubiera gustado que sucediera, pero te deja claro qué es lo que ocurrió realmente. Este no es un recurso literario nuevo, es muy del siglo XIX. Pensaba utilizarlo solo al principio y al final, pero me gustó tanto que le di cuerda y comencé a experimentar con él.

Ya hemos dicho que la acción se desarrolla en el primer tercio del siglo XX, ¿te atraía este periodo histórico por alguna cuestión particular?
Es una época que me gusta y me interesa mucho. Hablar sobre la represión sexual y el autoengaño, temas que trata la novela, se puede hacer ambientando la acción en la actualidad, pero tiene más gracia ubicarla en un momento en que la gente no era consciente de que estaba reprimida. Ahora las personas se dan cuenta de ello, porque ven a su alrededor gente que claramente no lo está. Pero entonces, si eras una jovencita que tenía fantasías, se pensaba que estaba loca. En este tiempo, además, se inició la psiquiatría que se dedicó a tratar estos problemas.

Esta es una novela en la que, tú, un psicólogo, escribes sobre Frederic Mayol, otro psicólogo, miel sobre hojuelas, ¿por dónde anda Toni Hill en el libro?
Soy psicólogo, pero no ejerzo la profesión y estoy en todas partes, diluido en la narración, porque Toni Hill no solo puede ser un psicólogo, sino también un psicópata [risas]. Desde luego, Frederic Mayol no soy yo, sin duda.

¿Has tenido que documentarte mucho para escribirla?
Asedié a un amigo psicoanalista, repasé mis apuntes de la carrera y leí muchos ensayos sobre la Primera Guerra Mundial. Me interesaba sobre todo la ideología imperante y los estudios posteriores que han analizado las causas que desencadenaron el conflicto. Al principio, la gente se alistaba pensando que en tres meses estaba liquidada y duró cuatro años. Para muchos historiadores ésta es la Gran Guerra, porque la Segunda es una consecuencia suya. En total suman casi cuarenta años de una contienda que cambió la forma de vivir de las personas.

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Procedente de Viena, Frederic Mayol llega a Barcelona, ¿en qué situación se encontraba la psicología en la España de 1916?
Su situación era nula, no existía directamente. De hecho, el propio Freud era neurólogo y había un cuestionamiento absoluto hacia él. En España el psicoanálisis entró mucho después con Marañón. Catolicismo y psicoanálisis tienen mucho en común, la confesión te absuelve de todos tus pecados, que proceden del trauma original, pero eso es absurdo, porque los pecados los cargas tú y, aunque conozcas el origen y reconocerlo esté bien, no te cura. Freud hablaba de la sexualidad de niños y mujeres y eso armaba escándalo, porque se pensaba que la mujer carecía de sexualidad. También inventó el término de inconsciente, una palabra que hoy todos tenemos asumida en nuestro vocabulario.

En su nuevo asentamiento barcelonés, Mayol encuentra muchos contrastes, ¿cómo eran Barcelona y la capital vienesa en 1916?
Tenían muchas cosas en común. Viena era algo así como la capital de Europa, con una burguesía, básicamente de origen judío, muy potente, muy activa, que pagaba artistas que decorasen los interiores de sus palacios. Por su parte, Barcelona, al estallar la Primera Guerra Mundial y declararse España como país neutral, pudo comerciar con todos los países beligerantes gracias a su industria. La burguesía barcelonesa se enriqueció y se puso a mirar hacia París o Viena con esa tendencia europeísta suya tan característica.

Él trabaja en una institución para enfermos mentales, ¿describe un poco como eran entonces esos centros?
Eran horribles. Yo he dibujado uno especial, privado, para enfermos ricos que podían pagarse un tratamiento, una casa de reposo para personas que no estaban exactamente locas sino que atravesaban algunas crisis. Hay que tener presente que entonces no había ansiolíticos ni antidepresivos y se practicaban electroshocks, que fueron el horror de la psiquiatría y que dejaron de utilizarse cuando aparecieron los fármacos adecuados. Centros como el que yo describo había muy pocos, en los frenopáticos tenían atados a los enfermos, como si fueran presos.

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