Fue hace un par de sábados. La acera de la calle Comedias de la capital del Turia presentaba un aspecto imponente. Un buen contingente de ciudadanos, de esos que marchan de vacaciones en agosto o que no salen los fines de semana del ‘cap i casal’ y su entorno, se concitaron para ver al grupo musical valenciano más antiguo del escalafón en este momento: Al Tall. Una banda reivindicativa, veterana y casi de culto, que presentaba su nuevo cedé, ‘Vergonya, cavallers, vergonya’, dedicado a la figura del rey Jaume I, con motivo de la celebración del octavo centenario de su nacimiento. El escenario escogido no podía ser más idóneo, más rico, más emblemático: la Universidad de la calle de la Nave de Valencia, la Universidad Vieja y dentro del denominado ciclo de ‘Serenates al claustre’.
Al Tall.
Para el que esto escribe, aquella noche de sábado tuvo tintes especiales. Hacía veintisiete años que no los veía actuar en directo. Recuerdo perfectamente que el último concierto suyo al que asistí, tuvo lugar un mes de abril de 1982, en el coso taurino de Castellón de la Plana, lleno de público en tendidos y ruedo, "de gom a gom", como se dice por aquí. Verlos subir al escenario fue como si un nudo en mi estómago, más de cinco lustros contenido, se desatara de repente y afloraran imágenes de muchos conciertos, de muchas otras noches, de muchas actuaciones de Al Tall a las que asistí en aplecs (reuniones) o fiestas mayores de localidades valencianas. Y sobre todo de una noche fría del año 1979, el vaho nos salía hasta por las orejas, no recuerdo si de enero o de febrero, cuando el grupo presentó en el Teatro Principal de Valencia su primera cantata: ‘Quan el mal ve d’Almansa’. Estábamos todos los que teníamos que estar en el patio de butacas y sobre el escenario ocurría lo mismo: Manuel Miralles, Vicent Torrent, Enric Esteve, Miquel Gil, Eliseu Parra... y allí nos quedamos boquiabiertos porque aquel nuevo trabajo superaba con creces todo lo hecho por ellos hasta entonces, incluido su archifamoso tema ‘Tio Canya’. Aunque el entonces nuevo álbum fue presentado como una cantata, lo bien cierto es que, acostumbrados a formas más tradicionales de la cantata tal y como se concibe en el género clásico (las de Bach, por ejemplo, alcanzan diez o doce movimientos), la cosa quedaba corta, porque en el elepé editado únicamente ocupaba la primera cara. Por su contenido no había ninguna duda de que ‘Quan el mal ve d’Almansa’ podía catalogarse de cantata, ya que aunque esta composición tenía un origen religioso, muchos compositores (Scarlatti o Händel, por ejemplo) adoptaron esta estructura musical para composiciones de claros caracteres profanos. La cantata alterna recitativos, momentos musicales y formas mixtas (voz y música de acompañamiento mezcladas), una característica que ‘Quan el mal ve d’Almansa’ también ofrecía. Aquella noche, Al Tall comenzó a construir su aureola de mito.
Siempre pensé que el grupo no debería olvidar la senda iniciada, que sería un error, que debería retomarla más a menudo y profundizar en ella. La música, como algunos otros medios de expresión artística, cine o cómics, es un vehículo más que válido para "evangelizar" al pueblo sobre aspectos de un pasado, que ignora o que le han "forçat a oblidar" (forzado a olvidar). Siempre deseé que así ocurriera. Por eso cuando hace un par de sábados, ante la mirada broncínea de la estatua de Luis Vives y el soporte de los capiteles jónicos de las columnas del antiguo claustro universitario, ante sus seguidores de siempre y sus descendientes en algunos casos, Vicent Torrent, la carismática voz de Al Tall, anunció que ‘Vergonya, cavallers, vergonya’, era una especie de continuación de ‘Quan el mal ve d’Almansa’, mi deseo se vio colmado de satisfacción.
‘Vergonya, cavallers, vergonya’, se articula en torno a diez temas, movimientos o piezas, como prefiramos o prefieran, mis improbables. Todos giran en torno a la figura de Jaume I, desde el ‘Romanç de cec del Rei Jaume’ hasta la ‘Marxa Jaume’ y nos hablan de distintos pasajes de su trayectoria, tanto humana, vida amorosa incluida, como política, toma de Mallorca o Burriana por su ejército de guerreros, o jurídica, reivindicación de Els Furs como carta constitucional a través de la cual el rey se relacionaba con sus súbditos. En este sentido, las letras de algunos temas del cedé insisten mucho en lo avanzado de la legislación creada por el rey y en el carácter democrático y pactista de los reinos de la antigua Corona de Aragón, bien diferentes de las relaciones de vasallaje puro y duro existentes en Castilla, sin ir más lejos.
Musicalmente, ‘Vergonya, cavallers, vergonya’ es una composición de una riqueza extraordinaria, compleja, repleta de matices de origen muy diverso. Al Tall se adscribe a eso que se llama en el folk la ‘riproposta’, un término de origen italiano, que incluye la recuperación de melodías y romances antiguos y que constituye el punto de partida para la investigación musical, para mezclar ritmos viejos y nuevos, para conectar sonidos y aires de la cuenca mediterránea. Al Tall en este sentido practica una música de fusión y de este modo ‘romances de cec’ (romances de ciego), jotas, o ‘albaes’ (alboradas) se ensamblan con propuestas musicales que incluyen ritmos pop, marchas moras, melodías ligeras y rápidas que incitan al baile (hay ecos de algunos ritmos propios de grupos como ‘Celtas cortos’), alguna tarantela o momentos de guitarra huérfana, medieval, que evocan las cuerdas del inolvidable guitarrista de Pentangle, John Renbourn, o los acordes de ‘Elspeth of Nottingham’, un tema del grupo Focus, otra banda instrumentalmente muy rica, que allá por los años 70 practicaba una música de fusión entre el jazz y el rock.
En directo destaca poderosamente la puesta en escena del tema que da título al cedé, ‘Vergonya, cavallers, vergonya’, instante en que mientras una parte del grupo interpreta la música y canta la letra, la otra parte, encabezada por el polifacético Manuel Miralles, acompañan el estribillo con golpes de manos y puños sobre una mesa cuadrada, ofreciendo un contrapunto interesante y de difícil coordinación a las palabras 'Vergonya, cavallers, vergonya, feu de la llei vella una fruita nova ..."
Colaboran también en este cedé el músico mallorquín Tomeu Penya y el occitano Jan Maria Carlotti, este último un viejo conocido del grupo valenciano. En este sentido, en el de las colaboraciones, Al Tall siempre ha contado con una buena pléyade de músicos temporales, que abarca desde el inolvidable para mí, Eliseu Parra, pasando por Enric Esteve, Pep Gómez, Empar Torres, Ximo Caffarena, Eliseo Parra, Ferrán Manzaneque, Vicent Alonso, Vicent Hervàs, Eladio Reinón, Joseph Rodilla, Ángel Estellés, Xema Senabre, Vicent-Lluis Fontelles, Ramón García, Montse Anfruns, Jordi Reig, Maribel Crespo, Robert Moreno, Xavier Ahuir, Enric Banyuls, Francesc Gaya, Lolo Servera, Salvador Martí y Jordi Juan, algunos de los cuales continúan en la banda, acompañando a los dos únicos miembros fundadores, indestructibles, incombustibles, del grupo: Vicent Torrent y Manuel Miralles, que siguen llevando el timón de la nave.
Otra de las cosas que llama la atención es la versatilidad de los componentes de Al Tall, ya que la mayoría de ellos dominan varios instrumentos, tanto de cuerda (guitarras, bandurrias, bouzuquis, ukeleles ...) como de viento (flauta dulce, clarinete, dolçaina...), sin olvidar sus voces, frecuentemente un nuevo instrumento más en su forma coral, gregoriano como en este trabajo, impostada o a capella.
Y en la hora de los bises, en la hora de la despedida del concierto, Al Tall se comportó como lo que son y siempre han sido: un grupo profesional de primer orden. Y así, pese a las numerosas peticiones por parte del público asistente de la emblemática ‘Tio Canya’, las piezas repetidas lo fueron todas de su nuevo trabajo. Vicent Torrent y compañía optaron por el Al Tall 2009, antes del aplauso fácil de los tiempos pasados. Mi aplauso, disculpen la redundancia, para ellos.
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