No hay que quitarle mérito, en sus justos términos, a Esquerra Republicana de Cataluña, al aprovechar la situación de debilidad política de Zapatero para sacarle un sistema de financiación autonómica que, aparentemente, ha de beneficiar principalmente a Cataluña, pero también a las demás Comunidades. Su amenaza de no apoyarle en la aprobación de los próximos Presupuestos del Estado, ha hecho que el Presidente del Gobierno, especialista en esto, se sacara un nuevo conejo de la chistera.
Veremos lo que da de sÍ esta extraña operación (que viene a apuntalar los gobiernos socialistas de Madrid y del Tripartit), vendida por Zapatero como un avance para toda España, y por Puigcercós, presidente de ERC, como un gran éxito suyo y de su partido. Los dos necesitaban, urgentemente, apuntarse un tanto ante los suyos y de cara la opinión pública. Mediáticamente, por ahora, lo han logrado. Convergència i Unió y el PP , de momento, han perdido la partida. El PSC del astuto Montilla, se afianza.
No será fácil que la realidad confirme estas previsiones interesadas, y seguro que desmentirá su optimismo. Puigcercós, con afán de protagonismo se ha presentado como el vencedor en este “éxito” catalán. Mala táctica, cara adentro y cara afuera. Desde el propio Govern catalán, el verdadero negociador, el conceller Castells, la ha calificado de “chiquillada”, y desde el Gobierno, el vicepresidente Chaves, la ha acusado de creerse un “superman”.
Pero es que, además, al presentarlo –aún que sea cierto- como una concesión de Zapatero a la formación independentista, Puigcercós ha conseguido que el acuerdo fuera mal visto por otros partidos catalanes ( e incluso por los radicales de su propia formación) y sobre todo ha levantado la animadversión en la recelosa opinión pública española.
Es decir, ha alimentado la “catalanofóbia”, de que tanto se queja.
La “españofóbia” alentada por algunos políticos catalanes, con el victimismo cuando las cosas les van mal, y con el triumfalismo cuando les van bien, es claramente culpable de aquella “catalanofóbia”. Puigcercós lo acaba de demostrar.
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