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‘El TBO de siempre’: un propósito loable, un resultado irregular, unas buenas reproducciones, unas magníficas historietas 

Herme Cerezo
Herme Cerezo
miércoles, 29 de julio de 2009, 05:42 h (CET)
Bajo el epígrafe ‘El TBO de siempre’, Ediciones B viene publicando unos libros espléndidamente encuadernados, tapa en color, ilustrada, y lomo negro entelado, al uso de los antiguos Tintines de la Editorial Juventud, provistos con un importante montón de historietas del TBO. La calidad de las reproducciones y del color es buena. El tono del papel, que nunca fue igual ni parecido al de otras revistas de entonces (Pulgarcito, Tiovivo o DDT) está muy logrado e incluso envejece como lo hacían las antiguas páginas de la publicación. Cada uno de los volúmenes lleva un subtítulo: ‘Al servicio del lector’, ‘Una apuesta original’ o ‘Retorno a la tradición’ son algunos de ellos.




Portada del cómic.


El TBO, como "Semanario festivo infantil", vio la luz el 17 de marzo de 1917. Su importancia fue tan grande en España que sus iniciales dieron nombre al género de la historieta en nuestro país. Tebeo, derivado evidente e indiscutiblemente de TBO, es como se conocía por estos lares al noveno arte, mucho antes de que comenzáramos a llamarle cómic. Igual que ocurrió en otros países, donde los tebeos todavía reciben otros apelativos: fumetti en Italia o bande dessinée en Francia.

Es una pena la falta de información en esta colección y que no consten otros datos que las propias viñetas. El lector se ve obligado, por tanto, a echar mano de su memoria, a menudo falsificada por la imaginación, para intuir si tal o cual historieta es más antigua que otra o viceversa. El esfuerzo de datarlas creo que hubiera merecido la pena ya que las han publicado sueltas, agrupándolas con criterios aleatorios (por ejemplo, se insertan dos o tres episodios seguidos de los Ulises, cuando es bien sabido que los señores de Higueruelo cerraban todas las semanas la revista). Si Ediciones B hubiese optado por la reproducción completa de algunos números, la clasificación cronológica hubiera resultado una tarea mucho menos ardua para el coleccionista. Sin olvidar que los propios ejemplares, ordenados por las distintas etapas de la publicación, ofrecerían una perspectiva mucho más amplia de la revista. Por otro lado, esta ordenación cronológica hubiera permitido acercar al dibujante y su obra al entorno. ¿Qué ocurría en la España de aquel entonces? Sí, ya sabemos que estaba el Dictador, infatigable vigía de Occidente durante veinticuatro horas al día y sin relevo, pero dentro de la Dictadura hubo momentos, fases, épocas, sucesos que condicionaron la realidad hispana y que, de alguna manera, tuvieron su reflejo en las páginas del TBO: el fenómeno del turismo y las playas atiborradas de guiris sin ir más lejos o la importancia de la Iglesia en la vida española (el TBO publicó numerosos recortables de belenes o hagiografías sobre festividades religiosas).

Otra opción, también desestimada en esta ocasión, hubiera consistido en presentar los álbumes clasificados por autores o, incluso, por personajes, sin duda, una posibilidad tan válida como la cronológica. La obra de un dibujante, agrupada de un modo más o menos coherente, habría permitido observar la evolución de su trazo o de sus temáticas. Por ejemplo, es curiosa la trayectoria de las criaturas del malogrado José Coll, desde sus primeros personajes algo rechonchos y cabezones, a los últimos, estilizados, alargados, maravillosos. Y les hablo de Coll, pero es que hay tantos otros: Opisso, Salvador Mestres, Roldán, Blanco, Ayné, Muntañola, Benejam, Blanco, Urda, Sabatés, Batllori Jofré, Otto Soglow, Castanys, ….etcétera. No cito aquí autores posteriores, los de la última hornada, algunos de ellos extranjeros, porque la colección, de momento, se centra en la fase clásica de la publicación. De ahí lo de ‘El TBO de siempre’.

Aun siendo lo anterior lamentable, lo que verdaderamente decepciona es que cada uno de los tomos vaya encabezado por la misma Introducción. Un texto anónimo, de encargo, rutinario, firmado por "El editor", que resulta mínimo, escuálido, totalmente insuficiente. ¿Cómo se puede repetir la misma tonadilla en los seis volúmenes? Si la colección hubiera seguido algún criterio, cada uno de ellos hubiera podido hablar de sus contenidos específicos. Y si Ediciones B pretendía hacer una pequeña historia del TBO, qué mejor que dosificarla, como si fueran capítulos, dotándola de mayor extensión y contenido. Para que comprendan el desorden, les diré que la reproducción de la primera página del número 1 del TBO, la del 17 de marzo de 1917, se incluye en el sexto volumen. Otra arbitrariedad viene dada por la selección de las historias. Resulta abrumadora la cantidad de páginas dedicadas a familia Ulises, en detrimento de otros dibujantes o personajes que podrían estar mejor representados.

Sin embargo, estos libros constituyen la mejor oportunidad que existe actualmente de acercarse al pasado del TBO y volver a reír o a sonreír con personajes tan cotizados e inolvidables como Eustaquio Morcillón, la citada familia Ulises, el profesor Franz de Copenhague, Melitón, Josechu el Vasco y muchos otros cuyos nombres no hemos llegado a conocer, ya que una de las características singulares del TBO radicó en la gran cantidad de historias sin personaje fijo. TBO, de este modo, permitía reconocer a los autores por las características estéticas de sus dibujos, por el trazo de su lápiz y tinta, por los paisajes y gestos, por los argumentos, por sus arquetipos: el ladrón, el cazador, el automovilista, el guardia, el guerrero, el indígena ...

Una pena: una publicación tan bien cuidada en algunos detalles y tan descuidada en otros. Lo siento pero el pasado, el acervo cultural, en este caso del cómic, merece ser tratado todavía con más cariño, casi con mimo, seguro que con veneración. Las viñetas del TBO marcaron una época, convivieron con varias generaciones, contribuyeron a educarlas y, sobre todo, entretuvieron muchos de sus ratos de ocio. Repito y acabo con lo dicho en el encabezamiento: ‘El TBO de siempre’: un propósito loable, un resultado irregular, unas buenas reproducciones, unas magníficas historietas.

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‘El TBO de siempre’. Colección de 6 volúmenes; Ediciones B; Tapa dura, color, 216 páginas. 11,95 euros cada uno.

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