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Opinión
Etiquetas | Sensibilidad | emociones | Espiritualidad | Paz | Sufrimiento | Alma
De la misma forma que en la fase sensible aparecen los instintos y la violencia, en la espiritual sólo hay amor y paz, sin apenas sufrimiento

Desde el alma no se sufre

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Cuando se encuentra un sentido al sufrimiento, ya se deja de sufrir desde el alma. Con la paz y armonía en el nivel más profundo del ser, el alma experimenta un estado que trasciende el sufrimiento. No me refiero aquí al dolor físico, que hay que procurar quitar, sino a ese pesar causado por algo que nos desagrada. Pero si vemos que todo será para un bien, este enfoque nos da conexión espiritual a trascender lo que pasa, con una sensación de serenidad que no está afectada por las dificultades externas. Como el sufrimiento es de la mente y de la sensibilidad, si lo integramos en nuestro ser profundo, nuestra alma, sentiremos menos ese sufrir.


Me gusta más hablar de esa integración en el alma, que lo que los estoicos y algunas filosofías y enseñanzas espirituales orientales dicen de liberarse del apego. Esto es interesante para las cosas materiales, y así las circunstancias externas puede conducir a una sensación de libertad y serenidad en el alma, independientemente de las fluctuaciones externas. Pero para las personas, prefiero ese apego y cariño, matizados por esa integración en la paz de nuestro ser profundo: sí a los afectos, pero integrados en esa alma que no sufre.


Desde esta perspectiva, se sufre desde el alma por ignorancia, por la falta de comprensión o aceptación de la realidad. Entender que todo es para nuestro bien, y aceptar la naturaleza transitoria y cambiante de la vida puede conducir a una mayor paz interior.


Estamos llamados a conectarnos con nuestra esencia interior, el núcleo más profundo de nosotros mismos, que no está sujeto a las fluctuaciones externas. La búsqueda de comprensión nos dará una plenitud que no se ve fácilmente afectada por las adversidades, y cuando llegan a seres queridos, sufrimos desde la mente y la sensibilidad, pero menos que si nuestra alma no tuviera esa comprensión.


No todos somos iguales, y esto puede tener variaciones según cada uno, pero en general nuestro cuerpo físico nos habla, como también nos hablan las emociones. Y la razón. Y nos dicen cosas verdaderas. Pero hay un nivel más alto de comprensión, por el espíritu que alcanza una inteligencia sin necesidad de desarrollar razonamientos, sino por intuición. A ese nivel en que no hace falta lenguaje, en nosotros va desarrollándose un crecimiento -proceso espiritual– en el que vemos que todo será para bien, y sin llegar a una insensibilidad, que sería mala porque no tendría en cuenta que en nuestro “yo” espiritual está integrado también nuestro “yo” racional, y emotivo, y el físico… podemos hablar de una desensibilización en la que ya no sufrimos apenas, pues encontramos un sentido a esa pérdida.


Las contrariedades toman un sentido más profundo si las vemos como lo que Jesús llama “la cruz”: el sufrimiento será así un regalo, y las dificultades parte del trabajo de aprendizaje que debe hacer el alma, lo que podríamos llamar su “destino” (una especie de “karma” que el alma debe quemar). Aceptar la cruz será aceptar mi destino. El alma viene con un destino para poder hacer un aprendizaje para una misión. El alma, que es individual y colectiva, se va abriendo a un proceso de comprensión hacia lo que nos causa dificultad. Yo he descubierto mi misión en ayudar a otros en ese crecimiento. Todo ha confluido hacia esa misión, a lo largo de mi vida. Al final, todos descubrimos nuestra vocación al amor, al servicio. Las dificultades me sirven para crecer y prepararme para desarrollar mi misión. Es decir que a través del aprendizaje y dificultades (destino) descubrimos la misión a la que hemos venido aquí. Todos hemos de comprender que tenemos un destino para desarrollar una misión, y sería estúpido entorpecerlo buscando huir de ese destino. En cambio, si no nos resistimos podremos aprender más rápido, vivir antes y mejor esa misión para la que vivimos. Subiremos más rápido a un nivel de conciencia más alto.


Tenemos una vida espiritual donde se integra todo lo demás; pero el hombre no es sólo espíritu. A ese nivel, no hay ya apegamientos, no hay tanto dolor. El Amor Universal es una comprensión, no un sentimiento. El Amor no sufre. El cariño sí. El cariño necesita un objeto sobre el que proyectarse a diferencia del Amor. El cuerpo físico sufre. El cuerpo emotivo también. Así, tengo también otras capas de mí, que sí notan el dolor: la "vida afectiva", y la "vida corporal". Y ellos pueden integrarse en mi ser profundo, mi alma.


Si mi vida esta regida por mis cuerpos superiores, si rige el espíritu, puede dominarse mucho... y según el nivel de crecimiento, se puede llevar mejor o no, en la medida que nos acercamos a lo divino. De manera que por un lado, el dolor y las dificultades tienen un sentido, para crecer, aprender. Pero por otro lado, el sufrimiento es un estadio que debe superarse, podríamos decir que estamos llamados como imagen divina a ser como Dios, que no tiene passio, es decir no sufre, pero sí compassio, es decir, comprensión compasiva, y su Misericordia nos salva impulsando y atrayendo nuestro crecimiento por los niveles de consciencia.


Nosotros también podemos pasar de una fase más bien sensible a otra espiritual. Es decir, en la medida que tengamos más cercanía con niveles altos de conciencia, más parecidos a Dios, podremos integrar en nuestro “yo” espiritual todo lo que nos pasa, y no sufrir demasiado. De la misma forma que en la fase sensible aparecen los instintos y la violencia, en la espiritual sólo hay amor y paz, sin apenas sufrimiento, aunque participamos del sufrimiento a través de nuestra mente, de nuestra sensibilidad y emociones.

Desde el alma no se sufre

De la misma forma que en la fase sensible aparecen los instintos y la violencia, en la espiritual sólo hay amor y paz, sin apenas sufrimiento
Llucià Pou Sabaté
miércoles, 29 de noviembre de 2023, 10:12 h (CET)

Cuando se encuentra un sentido al sufrimiento, ya se deja de sufrir desde el alma. Con la paz y armonía en el nivel más profundo del ser, el alma experimenta un estado que trasciende el sufrimiento. No me refiero aquí al dolor físico, que hay que procurar quitar, sino a ese pesar causado por algo que nos desagrada. Pero si vemos que todo será para un bien, este enfoque nos da conexión espiritual a trascender lo que pasa, con una sensación de serenidad que no está afectada por las dificultades externas. Como el sufrimiento es de la mente y de la sensibilidad, si lo integramos en nuestro ser profundo, nuestra alma, sentiremos menos ese sufrir.


Me gusta más hablar de esa integración en el alma, que lo que los estoicos y algunas filosofías y enseñanzas espirituales orientales dicen de liberarse del apego. Esto es interesante para las cosas materiales, y así las circunstancias externas puede conducir a una sensación de libertad y serenidad en el alma, independientemente de las fluctuaciones externas. Pero para las personas, prefiero ese apego y cariño, matizados por esa integración en la paz de nuestro ser profundo: sí a los afectos, pero integrados en esa alma que no sufre.


Desde esta perspectiva, se sufre desde el alma por ignorancia, por la falta de comprensión o aceptación de la realidad. Entender que todo es para nuestro bien, y aceptar la naturaleza transitoria y cambiante de la vida puede conducir a una mayor paz interior.


Estamos llamados a conectarnos con nuestra esencia interior, el núcleo más profundo de nosotros mismos, que no está sujeto a las fluctuaciones externas. La búsqueda de comprensión nos dará una plenitud que no se ve fácilmente afectada por las adversidades, y cuando llegan a seres queridos, sufrimos desde la mente y la sensibilidad, pero menos que si nuestra alma no tuviera esa comprensión.


No todos somos iguales, y esto puede tener variaciones según cada uno, pero en general nuestro cuerpo físico nos habla, como también nos hablan las emociones. Y la razón. Y nos dicen cosas verdaderas. Pero hay un nivel más alto de comprensión, por el espíritu que alcanza una inteligencia sin necesidad de desarrollar razonamientos, sino por intuición. A ese nivel en que no hace falta lenguaje, en nosotros va desarrollándose un crecimiento -proceso espiritual– en el que vemos que todo será para bien, y sin llegar a una insensibilidad, que sería mala porque no tendría en cuenta que en nuestro “yo” espiritual está integrado también nuestro “yo” racional, y emotivo, y el físico… podemos hablar de una desensibilización en la que ya no sufrimos apenas, pues encontramos un sentido a esa pérdida.


Las contrariedades toman un sentido más profundo si las vemos como lo que Jesús llama “la cruz”: el sufrimiento será así un regalo, y las dificultades parte del trabajo de aprendizaje que debe hacer el alma, lo que podríamos llamar su “destino” (una especie de “karma” que el alma debe quemar). Aceptar la cruz será aceptar mi destino. El alma viene con un destino para poder hacer un aprendizaje para una misión. El alma, que es individual y colectiva, se va abriendo a un proceso de comprensión hacia lo que nos causa dificultad. Yo he descubierto mi misión en ayudar a otros en ese crecimiento. Todo ha confluido hacia esa misión, a lo largo de mi vida. Al final, todos descubrimos nuestra vocación al amor, al servicio. Las dificultades me sirven para crecer y prepararme para desarrollar mi misión. Es decir que a través del aprendizaje y dificultades (destino) descubrimos la misión a la que hemos venido aquí. Todos hemos de comprender que tenemos un destino para desarrollar una misión, y sería estúpido entorpecerlo buscando huir de ese destino. En cambio, si no nos resistimos podremos aprender más rápido, vivir antes y mejor esa misión para la que vivimos. Subiremos más rápido a un nivel de conciencia más alto.


Tenemos una vida espiritual donde se integra todo lo demás; pero el hombre no es sólo espíritu. A ese nivel, no hay ya apegamientos, no hay tanto dolor. El Amor Universal es una comprensión, no un sentimiento. El Amor no sufre. El cariño sí. El cariño necesita un objeto sobre el que proyectarse a diferencia del Amor. El cuerpo físico sufre. El cuerpo emotivo también. Así, tengo también otras capas de mí, que sí notan el dolor: la "vida afectiva", y la "vida corporal". Y ellos pueden integrarse en mi ser profundo, mi alma.


Si mi vida esta regida por mis cuerpos superiores, si rige el espíritu, puede dominarse mucho... y según el nivel de crecimiento, se puede llevar mejor o no, en la medida que nos acercamos a lo divino. De manera que por un lado, el dolor y las dificultades tienen un sentido, para crecer, aprender. Pero por otro lado, el sufrimiento es un estadio que debe superarse, podríamos decir que estamos llamados como imagen divina a ser como Dios, que no tiene passio, es decir no sufre, pero sí compassio, es decir, comprensión compasiva, y su Misericordia nos salva impulsando y atrayendo nuestro crecimiento por los niveles de consciencia.


Nosotros también podemos pasar de una fase más bien sensible a otra espiritual. Es decir, en la medida que tengamos más cercanía con niveles altos de conciencia, más parecidos a Dios, podremos integrar en nuestro “yo” espiritual todo lo que nos pasa, y no sufrir demasiado. De la misma forma que en la fase sensible aparecen los instintos y la violencia, en la espiritual sólo hay amor y paz, sin apenas sufrimiento, aunque participamos del sufrimiento a través de nuestra mente, de nuestra sensibilidad y emociones.

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