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Opinión
Etiquetas | Duelo | Muerte | emociones | Espiritualidad
El desconcierto y la ira son las fases previas a la depresión, pero también eso va cediendo lugar a esa vuelta a empezar

Gestión del duelo

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En nuestra interioridad más profunda, espiritualmente, el duelo toca hondo. Aparecen preguntas, sobre a dónde va a quien queríamos y que nos ha dejado, cómo y de qué modo volveremos a encontrarnos con él, con ella. Hay unas fases de ese duelo, primero de caída y luego de resurrección en los sentimientos: un resurgir más tarde, cuando podemos llegar a sentir la presencia de quien nos dejó, algo así como un ángel que nos cuida.


Uno de los principales indicadores de que el duelo ha finalizado es poder pensar en el difunto sin dolor: sin llorar, sin opresión… se recupera el interés por la vida, se siente más esperanza, se experimenta gratificación de nuevo en las cosas que gustan, va apareciendo la adaptación a los nuevos modos de vida.


También aparece una mayor comprensión de la realidad, sin el colapso que hubo en los sentimientos. El consuelo puede llegar por muchos caminos… “En una ocasión, dice el Dr. Viktor Frankl, un viejo doctor en medicina general me consultó sobre la fuerte depresión que padecía. No podía sobreponerse a la pérdida de su esposa, que había muerto hacía dos años y a quién él había amado por encima de todas las cosas. ¿De qué forma podía ayudarle? ¿Qué decirle? Pues bien, me abstuve de decirle nada y en vez de ello le espeté la siguiente pregunta: -«¿Qué hubiera sucedido, doctor, si usted hubiera muerto primero y su esposa le hubiera sobrevivido?» -«¡Oh!, dijo, ¡para ella hubiera sido terrible, habría sufrido muchísimo!» A lo que repliqué: «Lo ve, doctor, usted le ha ahorrado a ella todo ese sufrimiento; pero ahora tiene que pagar por ello sobreviviendo y llorando su muerte». No dijo nada, pero me tomó de la mano y, quedamente, abandonó mi despacho”.


Y el duelo no sólo aparece con la muerte, sino también al sufrir la enfermedad (tanto física como de la mente, la angustia y el dolor interno, soledad...); el mal de amor con el amor imposible, o no correspondido, o que se pierde...Todos ellos son tipos de pérdida y en cierto modo de duelo: se quiere alguien(o algo) y hay una separación, tanto si alguien se muere (o enferma) como cuando la puerta se cierra a las espaldas de uno, hay un rechazo. Para muchos, es muy duro el despido del trabajo y la falta de oportunidades en el actual sistema económico…


Estos duelos son traumáticos, un cambio fuerte como el que tiene un niño a la salida del útero para enfrentarse al mundo, así a veces sufrimos cambios de ambiente muy fuertes. Pero entonces hay, junto a la pérdida o añoranza, una creatividad que con fuerza divina resurge en el interior, y aunque surjan dudas, temor o ira, va haciendo esa persona un nuevo proyecto con sus ilusiones y decisiones.


El miedo, ira o angustia ante la separación, son los sentimientos que hay que asimilar, como electricidad estática hay que descargar adecuadamente porque si se hace “explotando” puede descargarse violentamente con los demás. El desconcierto y la ira son las fases previas a la depresión, pero también eso va cediendo lugar a esa vuelta a empezar...


El dolor por los inocentessin duda es otro tipo de pérdida, por lo menos de una sensación de racionalidad en todo, pues nos plantea ¿cómo Dios permite esto? Las preguntas que nos llevan a la profundidad del misterio del mal y del pecado muestran la vulnerabilidad de nuestro pensamiento y el poco alcance que tiene. Y ello va de la mano de cierta impotencia divina ante lo malo, aparente sin duda, pero vemos la vulnerabilidad de quien debería ser Todopoderoso, y contemplar el dolor de Dioscomo el Padre del hijo pródigo, que sufre, contemplar el amor divino manifestado en el dolor de Cristo en la Cruz, todo eso sonverdades que nos hacen dejar de lado el pensamiento débil y confiar, mirar la cruz como camino a la compasión y liberación de todo mal.Y descubrimos que quizá de algún modo el mal esté permitido para que demos lo mejor de nosotros mismos y lo venzamos con la abundancia de bien. La salida del dolor pasa por dar consuelo a los demás; los dolores de la Virgen Santísima nos hablan del consuelo de la Madre, de cómo una madre sufre con paciencia esperando aquello que servirá para que por caminos desconocidos se hagan nuevas todas las cosas...


Así, en medio de la noche oscura, se va viendo la luz. Una cualidad de ese paso oscuro es que vamos abriéndonos a los misterios que no se ven, al mundo de los sueños y nos abrimos a otras formas de conciencia, sentimos estar cerca de seres en otras dimensiones, como los seres queridos que ya no están entre nosotros y los ángeles (hay quien los llama hadas y duendes). Esas conexiones misteriosas nos ayudan a dejar de lado la ira y los miedos con los que hemos ido cargando nuestras mochilas. El resentimiento y la negatividad que nos acechan, toda esa frialdad, se va deshaciendo al calor de ese amor que sentimos cerca. La compañía de esos seres invisibles nos ayuda a sortearlos escollos en el navegar, para avanzar en el amor, tener un gozo consiguiente, manejar tanto los éxtasis como las agonías, lo arrebatos como el tedio, pues ciertas intuiciones aunque fugaces nos iluminan la vida, vemos que todo está llevado por la ley del amor, y que ciertos recuerdos nos hacen ver que venimos de Dios y a Dios volvemos.


Aparece una visión de la realidad que ya no está absolutizada por lo negativo, sino que encontramos un cierto equilibrio: vemos que el camino de la vida tiene pérdidas pero también encuentros, penas y alegrías, cruz y cara. Es agonía y éxtasis, camino de lágrimas y sonrisas. Con cierta emoción descubrimos un niño interior que nosanima a confiar en las manos de nuestro padre Dios que nos lleva de la mano, que nos socorre cuando caemos, que hemos de dejar ciertos mecanismos de querer controlarlo todo que nos esclavizan. El niño que llevamos dentro nos hace ver que si llegan las dificultades, son para nuestro crecimiento, ¡benditas sean!, que se convertirán en oportunidades. Que todo suma y refuerza nuestra energía vital, esa fuerza positivaque nos lleva a esforzarnos para construir un mundo mejor. 

Gestión del duelo

El desconcierto y la ira son las fases previas a la depresión, pero también eso va cediendo lugar a esa vuelta a empezar
Llucià Pou Sabaté
jueves, 30 de noviembre de 2023, 10:43 h (CET)

En nuestra interioridad más profunda, espiritualmente, el duelo toca hondo. Aparecen preguntas, sobre a dónde va a quien queríamos y que nos ha dejado, cómo y de qué modo volveremos a encontrarnos con él, con ella. Hay unas fases de ese duelo, primero de caída y luego de resurrección en los sentimientos: un resurgir más tarde, cuando podemos llegar a sentir la presencia de quien nos dejó, algo así como un ángel que nos cuida.


Uno de los principales indicadores de que el duelo ha finalizado es poder pensar en el difunto sin dolor: sin llorar, sin opresión… se recupera el interés por la vida, se siente más esperanza, se experimenta gratificación de nuevo en las cosas que gustan, va apareciendo la adaptación a los nuevos modos de vida.


También aparece una mayor comprensión de la realidad, sin el colapso que hubo en los sentimientos. El consuelo puede llegar por muchos caminos… “En una ocasión, dice el Dr. Viktor Frankl, un viejo doctor en medicina general me consultó sobre la fuerte depresión que padecía. No podía sobreponerse a la pérdida de su esposa, que había muerto hacía dos años y a quién él había amado por encima de todas las cosas. ¿De qué forma podía ayudarle? ¿Qué decirle? Pues bien, me abstuve de decirle nada y en vez de ello le espeté la siguiente pregunta: -«¿Qué hubiera sucedido, doctor, si usted hubiera muerto primero y su esposa le hubiera sobrevivido?» -«¡Oh!, dijo, ¡para ella hubiera sido terrible, habría sufrido muchísimo!» A lo que repliqué: «Lo ve, doctor, usted le ha ahorrado a ella todo ese sufrimiento; pero ahora tiene que pagar por ello sobreviviendo y llorando su muerte». No dijo nada, pero me tomó de la mano y, quedamente, abandonó mi despacho”.


Y el duelo no sólo aparece con la muerte, sino también al sufrir la enfermedad (tanto física como de la mente, la angustia y el dolor interno, soledad...); el mal de amor con el amor imposible, o no correspondido, o que se pierde...Todos ellos son tipos de pérdida y en cierto modo de duelo: se quiere alguien(o algo) y hay una separación, tanto si alguien se muere (o enferma) como cuando la puerta se cierra a las espaldas de uno, hay un rechazo. Para muchos, es muy duro el despido del trabajo y la falta de oportunidades en el actual sistema económico…


Estos duelos son traumáticos, un cambio fuerte como el que tiene un niño a la salida del útero para enfrentarse al mundo, así a veces sufrimos cambios de ambiente muy fuertes. Pero entonces hay, junto a la pérdida o añoranza, una creatividad que con fuerza divina resurge en el interior, y aunque surjan dudas, temor o ira, va haciendo esa persona un nuevo proyecto con sus ilusiones y decisiones.


El miedo, ira o angustia ante la separación, son los sentimientos que hay que asimilar, como electricidad estática hay que descargar adecuadamente porque si se hace “explotando” puede descargarse violentamente con los demás. El desconcierto y la ira son las fases previas a la depresión, pero también eso va cediendo lugar a esa vuelta a empezar...


El dolor por los inocentessin duda es otro tipo de pérdida, por lo menos de una sensación de racionalidad en todo, pues nos plantea ¿cómo Dios permite esto? Las preguntas que nos llevan a la profundidad del misterio del mal y del pecado muestran la vulnerabilidad de nuestro pensamiento y el poco alcance que tiene. Y ello va de la mano de cierta impotencia divina ante lo malo, aparente sin duda, pero vemos la vulnerabilidad de quien debería ser Todopoderoso, y contemplar el dolor de Dioscomo el Padre del hijo pródigo, que sufre, contemplar el amor divino manifestado en el dolor de Cristo en la Cruz, todo eso sonverdades que nos hacen dejar de lado el pensamiento débil y confiar, mirar la cruz como camino a la compasión y liberación de todo mal.Y descubrimos que quizá de algún modo el mal esté permitido para que demos lo mejor de nosotros mismos y lo venzamos con la abundancia de bien. La salida del dolor pasa por dar consuelo a los demás; los dolores de la Virgen Santísima nos hablan del consuelo de la Madre, de cómo una madre sufre con paciencia esperando aquello que servirá para que por caminos desconocidos se hagan nuevas todas las cosas...


Así, en medio de la noche oscura, se va viendo la luz. Una cualidad de ese paso oscuro es que vamos abriéndonos a los misterios que no se ven, al mundo de los sueños y nos abrimos a otras formas de conciencia, sentimos estar cerca de seres en otras dimensiones, como los seres queridos que ya no están entre nosotros y los ángeles (hay quien los llama hadas y duendes). Esas conexiones misteriosas nos ayudan a dejar de lado la ira y los miedos con los que hemos ido cargando nuestras mochilas. El resentimiento y la negatividad que nos acechan, toda esa frialdad, se va deshaciendo al calor de ese amor que sentimos cerca. La compañía de esos seres invisibles nos ayuda a sortearlos escollos en el navegar, para avanzar en el amor, tener un gozo consiguiente, manejar tanto los éxtasis como las agonías, lo arrebatos como el tedio, pues ciertas intuiciones aunque fugaces nos iluminan la vida, vemos que todo está llevado por la ley del amor, y que ciertos recuerdos nos hacen ver que venimos de Dios y a Dios volvemos.


Aparece una visión de la realidad que ya no está absolutizada por lo negativo, sino que encontramos un cierto equilibrio: vemos que el camino de la vida tiene pérdidas pero también encuentros, penas y alegrías, cruz y cara. Es agonía y éxtasis, camino de lágrimas y sonrisas. Con cierta emoción descubrimos un niño interior que nosanima a confiar en las manos de nuestro padre Dios que nos lleva de la mano, que nos socorre cuando caemos, que hemos de dejar ciertos mecanismos de querer controlarlo todo que nos esclavizan. El niño que llevamos dentro nos hace ver que si llegan las dificultades, son para nuestro crecimiento, ¡benditas sean!, que se convertirán en oportunidades. Que todo suma y refuerza nuestra energía vital, esa fuerza positivaque nos lleva a esforzarnos para construir un mundo mejor. 

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