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Etiquetas | Virgen | Religiosidad | Jesús | Dios
Mujer, esposa, creyente y cumplidora de la voluntad del Señor sin necesidad de defenderse

María, ejemplo de libertad por su fe

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Allá por los años 60-70, tuve una suplencia de un profesor de religión. El colegio podría situarse, dentro del mundo educativo de aquellos años, en un estado alto o quizás muy alto. Debo indicar que el colegio era regentado por religiosos. Avanzado en ideas, proyectos y libertad, tuve el “atrevimiento” de dedicar la clase a hablar sobre MARÍA, madre de JESÚS y esposa de JOSÉ el carpintero.


Primero hice centrar a los alumnos en una época: “hace dos mil años” A continuación les expliqué (aunque ya lo sabían) lo que ocurría en España, en los interiores de muchos pueblos; chavala, chica, mujer, que estuviese saliendo con una persona y quedara embarazada.


Lo más normal era que dicho acompañante desapareciera y la chavala, chica o mujer fuera rechazada por sus vecinos y el pueblo en general, salvo pequeñas excepciones. El resultado final, la mayoría de las veces, era abandonar el pueblo e irse a buscar trabajo de sirvienta en la capital, donde no fuera conocida ni señalada.


A continuación les expuse varias estampas de la Virgen María. Todas eran más o menos bonitas según estilo de la época.


Pasé a preguntarles por qué debían respetar, venerar, admirar... a María. La mayoría de los alumnos orientaron su respuesta a razones religiosas: María era madre de Jesús, María estuvo al pie de la Cruz, junto a su hijo Jesús, María es considerada Madre de todos los creyentes...


Les contesté que me parecían correctas los diversos razonamientos, pero que yo les quería dar un aspecto más natural, más humano y, sobre todo, más duradero: María, recibió del Ángel la noticia de que era voluntad de Dios, que siendo Virgen, daría a luz un niño, a quien llamaría Jesús, que sería el Mesías Prometido, hijo de Dios. María pregunto ¿cómo podía ser eso si ella era virgen? El Ángel le contestó: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el niño santo que nacerá de ti será llamado Hijo de Dios...”


La narración la conocían y les extrañaba que parecía repetición de lo que les habían enseñado como base para venerar a María. Les comenté que deseaba darle un aspecto más humano, más duro y, sobre todo, más real, comparando el suceso con nuestra vida social actual.


Comenté:

“Hace dos mil años, una mujer, llamada María, quedó embarazada y creyendo en la voluntad del Señor, transmitida por el Ángel, no habló con nadie para defender su estado, ni siquiera con su prometido José, al que únicamente le pidió confianza y fe en la palabra del Ángel.


María, ¿cuántas cosas tuvo que aguantar ante su pueblo, por sus costumbres y por lo extraño del caso? Si hoy dos siglos después sucede, lo que todos conocemos, en los pueblos o ciudades de sociedades que llamamos avanzadas, ¿qué no tuvo que soportar María?”


Seguí:

“Querer siempre a María, como Madre de Jesús.

Admirarla por su capacidad de creer, por su capacidad de no dudar, por su capacidad de guardar silencio ante la increduidad ajena, por su capacidad de sonreír a su prometido José, darle paz y voluntad de respetar y defender las palabras del Ángel”.


Esa aptitud de María, debe impregnar vuestras vidas.Que vuestras convicciones religiosas, recibidas por la FE en Jesús, sean firmes y nunca sean causa de avergonzaros ante la sociedad. Las estampas simplemente son recordatorios pasajeros, sometidos a los vaivenes de la moda.

A los pocos días recibí una llamada de atención de los religiosos superiores del colegio. No eran formas, según ellos, de hablar así de María.


Creo que no cambiaré de Madre nunca. Mujer, esposa, creyente y cumplidora de la voluntad del Señor sin necesidad de defenderse.


Gracias María, Madre de Jesús, por tu ejemplo sereno de lo que deben ser nuestras vidas.

María, ejemplo de libertad por su fe

Mujer, esposa, creyente y cumplidora de la voluntad del Señor sin necesidad de defenderse
Ángel Alonso Pachón
lunes, 11 de diciembre de 2023, 09:11 h (CET)

Allá por los años 60-70, tuve una suplencia de un profesor de religión. El colegio podría situarse, dentro del mundo educativo de aquellos años, en un estado alto o quizás muy alto. Debo indicar que el colegio era regentado por religiosos. Avanzado en ideas, proyectos y libertad, tuve el “atrevimiento” de dedicar la clase a hablar sobre MARÍA, madre de JESÚS y esposa de JOSÉ el carpintero.


Primero hice centrar a los alumnos en una época: “hace dos mil años” A continuación les expliqué (aunque ya lo sabían) lo que ocurría en España, en los interiores de muchos pueblos; chavala, chica, mujer, que estuviese saliendo con una persona y quedara embarazada.


Lo más normal era que dicho acompañante desapareciera y la chavala, chica o mujer fuera rechazada por sus vecinos y el pueblo en general, salvo pequeñas excepciones. El resultado final, la mayoría de las veces, era abandonar el pueblo e irse a buscar trabajo de sirvienta en la capital, donde no fuera conocida ni señalada.


A continuación les expuse varias estampas de la Virgen María. Todas eran más o menos bonitas según estilo de la época.


Pasé a preguntarles por qué debían respetar, venerar, admirar... a María. La mayoría de los alumnos orientaron su respuesta a razones religiosas: María era madre de Jesús, María estuvo al pie de la Cruz, junto a su hijo Jesús, María es considerada Madre de todos los creyentes...


Les contesté que me parecían correctas los diversos razonamientos, pero que yo les quería dar un aspecto más natural, más humano y, sobre todo, más duradero: María, recibió del Ángel la noticia de que era voluntad de Dios, que siendo Virgen, daría a luz un niño, a quien llamaría Jesús, que sería el Mesías Prometido, hijo de Dios. María pregunto ¿cómo podía ser eso si ella era virgen? El Ángel le contestó: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el niño santo que nacerá de ti será llamado Hijo de Dios...”


La narración la conocían y les extrañaba que parecía repetición de lo que les habían enseñado como base para venerar a María. Les comenté que deseaba darle un aspecto más humano, más duro y, sobre todo, más real, comparando el suceso con nuestra vida social actual.


Comenté:

“Hace dos mil años, una mujer, llamada María, quedó embarazada y creyendo en la voluntad del Señor, transmitida por el Ángel, no habló con nadie para defender su estado, ni siquiera con su prometido José, al que únicamente le pidió confianza y fe en la palabra del Ángel.


María, ¿cuántas cosas tuvo que aguantar ante su pueblo, por sus costumbres y por lo extraño del caso? Si hoy dos siglos después sucede, lo que todos conocemos, en los pueblos o ciudades de sociedades que llamamos avanzadas, ¿qué no tuvo que soportar María?”


Seguí:

“Querer siempre a María, como Madre de Jesús.

Admirarla por su capacidad de creer, por su capacidad de no dudar, por su capacidad de guardar silencio ante la increduidad ajena, por su capacidad de sonreír a su prometido José, darle paz y voluntad de respetar y defender las palabras del Ángel”.


Esa aptitud de María, debe impregnar vuestras vidas.Que vuestras convicciones religiosas, recibidas por la FE en Jesús, sean firmes y nunca sean causa de avergonzaros ante la sociedad. Las estampas simplemente son recordatorios pasajeros, sometidos a los vaivenes de la moda.

A los pocos días recibí una llamada de atención de los religiosos superiores del colegio. No eran formas, según ellos, de hablar así de María.


Creo que no cambiaré de Madre nunca. Mujer, esposa, creyente y cumplidora de la voluntad del Señor sin necesidad de defenderse.


Gracias María, Madre de Jesús, por tu ejemplo sereno de lo que deben ser nuestras vidas.

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