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Opinión
Etiquetas | Duelo | Muerte | Sentimientos | emociones
Cuando nos enteramos de la muerte de alguien muy querido lo primero que sucede es que decimos "no puede ser"

Primera etapa del duelo: incredulidad y negación. El impacto

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Habla una historia del "Susurro del Adiós": en un pequeño pueblo un anciano sabio que vivía feliz, cuando murió su amada esposa. Ya no se veía la feliz pareja paseando por las calles del pueblo. El buen anciano permaneció en su hogar mirando el retrato de su amada esposa difunta, él se aferraba a la esperanza de que todo era una pesadilla pasajera, un sueño del que pronto despertaría. La sentía cerca, en la habitación contigua, o al lado en la cama, la incredulidad lo envolvía como una manta fría, y la negación era su refugio frente al impacto del vacío que dejó la ausencia de su compañera de toda la vida. Su mente se resistía a aceptar la realidad, y su corazón anhelaba con fuerza la presencia que ya no podía tener. Piensa que quizá lo ha soñado. Cuando va a comer piensa en el plato que hay que poner para ella. Ante la presencia del cadáver sigue pensando que podría ser otra persona… mira sus ojos y al final al ver el anillo de bodas se lo cree. A veces sigue pensando que ella está viva, que quizá está de viaje, que va a llegar… su visión es en parte real pues organiza el funeral, en parte negación pues sigue pensando en que está viva, así sus sentimientos se ven ayudados por esa visión, que le proporciona algunos momentos sin dolor, sin la rigidez interior, que nos aprieta la garganta, algo que no entendemos, como un golpe en la boca del estómago, una búsqueda de encontrar un sentido a todo aquello.


En esta primera etapa del duelo, el pueblo entero aprendió que el dolor puede teñir incluso el día más radiante, que la incredulidad y la negación son un reflejo natural cuando el impacto de la pérdida se hace sentir. La vida continuaba en el pequeño pueblo, pero una sombra silenciosa lo cubría todo, recordándoles a todos que el amor perdura más allá de la partida física y que la incredulidad es el primer paso hacia la aceptación de la realidad transformada.


Cuando nos enteramos de la muerte de alguien muy querido lo primero que sucede es que decimos "no puede ser". Pensamos que debe ser un error, decimos internamente que no, pensamos que es demasiado pronto, que no estaba previsto, que en realidad "estaba todo bien"...Esta primera etapa se llama la etapa de la incredulidad. Y aunque la muerte sea una muerte anunciada, de todas maneras hay un momento donde la noticia produce un shock. Hay un impasse, un momento de negación y cuestionamiento donde no hay ni dolor; la sorpresa y el impacto nos llevan a un proceso de confusión donde no entendemos lo que nos están diciendo. Por supuesto que cuanto más imprevista, más inesperada, sea la muerte, cuánto más asombrosas sea la situación, más profunda será la confusión, más importante será el tiempo de incredulidad y más durará. Y cuanta menos capacidad de dolor tenga una persona, más fuerte será su etapa de negación. Pues sólo cuando sea la persona capaz de vivir ese dolor, se abrirá a él…


La psiquis se protege hasta evaluar... por las dudas... por si fue un error... por si acaso sea yo el que haya entendido mal. Nos protegemos desconfiando de la realidad, y entramos en confusión, no admitimos lo que pasa y preferimos no creerlo.No se puede pasar directamente de la percepción a la acción o de la percepción al contacto, va a tener que existir un proceso, va a tener que pasar un tiempo. Y este tiempo que hace falta se logra forzando mediante este pequeño del shock la no-respuesta.


Así que la primera cosa que va a pasar es que la persona va a tener un momento donde va a estar absolutamente paralizada en su emoción, en su percepción, en su vivencia y lo que va a tener es un momento de negación, de desconfianza, un tiempo de impasse entre la parálisis y el deseo de salir corriendo hacia un lugar donde esto no esté pasando, la fantasía de despertar y que todo sea nada más que un sueño.

   

A veces, ante la pérdida del ser querido, se crea una fantasía. Cuenta Elisabeth K-R de Beth, una mujer que organizaba que su madrese trasladara a la casa de al lado, hacer vida con ella y que esté unida a los nietos… pero la madre murió antes de trasladarse allí, era un sueño.


Otras veces la fantasía idealiza la persona muerta, o se queda con las cosas buenas, con lo que elegimos para recordar. Una hija idealizó tanto a su padre que era la persona más inteligente, creativa, amigable, de todo el mundo, olvidando que había tenido lagunas importantes en su vida. Quizá no acabamos de hacer el duelo por la totalidad de la persona, pues tenía luces y sombras, y tendemos a idealizar al que ha muerto, ver sólo que “era un santo”.


Esta etapa puede ser un momento, unos minutos, unas horas o días como sucede en el duelo normal, o puede volverse una negación feroz y brutal. En los niños esta historia funciona a veces con un riesgo absoluto; y mientras el mundo y su familia están evolucionando el chico está como si no hubiera pasado nada, está paralizado en esta situación, en realidad negando todo lo acontecido porque no saber por dónde metabolizarlo. A veces pasa, en medio de un velatorio, con un chico que tiene 10,12,15 años y a veces más y está como si nada. Uno piensa que debería ser totalmente consciente de lo que está pasando y entonces pregunta:

-¿No quería a su abuelo, a su madre, a su hermano?

-Lo quería muchísimo, estamos todos muy sorprendidos.


Está en esta etapa de la incredulidad, a veces en situación de negación patológica y muchas otras en una normal respuesta de defensa frente a lo terrible, un intento no demasiado consciente de NO enloquecer. Es un momento que ayuda a sobrevivir a la pérdida, cuando parece que nada tiene sentido, ni la vida ni el mundo. Hace que la supervivencia sea posible. Son mecanismos para proteger la psique.


Se va contando la pérdida a familiares y amigos, una vez y otra, en ocasiones… así, va pasando la negación que va siendo sustituida por la realidad de la pérdida. Se va viendo la inevitabilidad de la pérdida. Se va dejando de hablar de las circunstancias de su muerte y pensando el “por qué”. Se va así enfocando el proceso de curación. La persona se ha hecho más fuerte, y los sentimientos que estaban negados comienzan ahora a surgir… Se va así enfocando el proceso de curación. La persona se ha hecho más fuerte, y los sentimientos que estaban negados comienzan ahora a surgir… No hay razones que valgan, cuando se pasa la primera etapa con el shock ante la noticia, negando, evitando y confundido; desbordado por sus emociones, en pleno dolor irracional, es como el sangrar de la herida.Y la sangre que sale ahora con la tristeza es la furia. 

Primera etapa del duelo: incredulidad y negación. El impacto

Cuando nos enteramos de la muerte de alguien muy querido lo primero que sucede es que decimos "no puede ser"
Llucià Pou Sabaté
lunes, 11 de diciembre de 2023, 09:22 h (CET)

Habla una historia del "Susurro del Adiós": en un pequeño pueblo un anciano sabio que vivía feliz, cuando murió su amada esposa. Ya no se veía la feliz pareja paseando por las calles del pueblo. El buen anciano permaneció en su hogar mirando el retrato de su amada esposa difunta, él se aferraba a la esperanza de que todo era una pesadilla pasajera, un sueño del que pronto despertaría. La sentía cerca, en la habitación contigua, o al lado en la cama, la incredulidad lo envolvía como una manta fría, y la negación era su refugio frente al impacto del vacío que dejó la ausencia de su compañera de toda la vida. Su mente se resistía a aceptar la realidad, y su corazón anhelaba con fuerza la presencia que ya no podía tener. Piensa que quizá lo ha soñado. Cuando va a comer piensa en el plato que hay que poner para ella. Ante la presencia del cadáver sigue pensando que podría ser otra persona… mira sus ojos y al final al ver el anillo de bodas se lo cree. A veces sigue pensando que ella está viva, que quizá está de viaje, que va a llegar… su visión es en parte real pues organiza el funeral, en parte negación pues sigue pensando en que está viva, así sus sentimientos se ven ayudados por esa visión, que le proporciona algunos momentos sin dolor, sin la rigidez interior, que nos aprieta la garganta, algo que no entendemos, como un golpe en la boca del estómago, una búsqueda de encontrar un sentido a todo aquello.


En esta primera etapa del duelo, el pueblo entero aprendió que el dolor puede teñir incluso el día más radiante, que la incredulidad y la negación son un reflejo natural cuando el impacto de la pérdida se hace sentir. La vida continuaba en el pequeño pueblo, pero una sombra silenciosa lo cubría todo, recordándoles a todos que el amor perdura más allá de la partida física y que la incredulidad es el primer paso hacia la aceptación de la realidad transformada.


Cuando nos enteramos de la muerte de alguien muy querido lo primero que sucede es que decimos "no puede ser". Pensamos que debe ser un error, decimos internamente que no, pensamos que es demasiado pronto, que no estaba previsto, que en realidad "estaba todo bien"...Esta primera etapa se llama la etapa de la incredulidad. Y aunque la muerte sea una muerte anunciada, de todas maneras hay un momento donde la noticia produce un shock. Hay un impasse, un momento de negación y cuestionamiento donde no hay ni dolor; la sorpresa y el impacto nos llevan a un proceso de confusión donde no entendemos lo que nos están diciendo. Por supuesto que cuanto más imprevista, más inesperada, sea la muerte, cuánto más asombrosas sea la situación, más profunda será la confusión, más importante será el tiempo de incredulidad y más durará. Y cuanta menos capacidad de dolor tenga una persona, más fuerte será su etapa de negación. Pues sólo cuando sea la persona capaz de vivir ese dolor, se abrirá a él…


La psiquis se protege hasta evaluar... por las dudas... por si fue un error... por si acaso sea yo el que haya entendido mal. Nos protegemos desconfiando de la realidad, y entramos en confusión, no admitimos lo que pasa y preferimos no creerlo.No se puede pasar directamente de la percepción a la acción o de la percepción al contacto, va a tener que existir un proceso, va a tener que pasar un tiempo. Y este tiempo que hace falta se logra forzando mediante este pequeño del shock la no-respuesta.


Así que la primera cosa que va a pasar es que la persona va a tener un momento donde va a estar absolutamente paralizada en su emoción, en su percepción, en su vivencia y lo que va a tener es un momento de negación, de desconfianza, un tiempo de impasse entre la parálisis y el deseo de salir corriendo hacia un lugar donde esto no esté pasando, la fantasía de despertar y que todo sea nada más que un sueño.

   

A veces, ante la pérdida del ser querido, se crea una fantasía. Cuenta Elisabeth K-R de Beth, una mujer que organizaba que su madrese trasladara a la casa de al lado, hacer vida con ella y que esté unida a los nietos… pero la madre murió antes de trasladarse allí, era un sueño.


Otras veces la fantasía idealiza la persona muerta, o se queda con las cosas buenas, con lo que elegimos para recordar. Una hija idealizó tanto a su padre que era la persona más inteligente, creativa, amigable, de todo el mundo, olvidando que había tenido lagunas importantes en su vida. Quizá no acabamos de hacer el duelo por la totalidad de la persona, pues tenía luces y sombras, y tendemos a idealizar al que ha muerto, ver sólo que “era un santo”.


Esta etapa puede ser un momento, unos minutos, unas horas o días como sucede en el duelo normal, o puede volverse una negación feroz y brutal. En los niños esta historia funciona a veces con un riesgo absoluto; y mientras el mundo y su familia están evolucionando el chico está como si no hubiera pasado nada, está paralizado en esta situación, en realidad negando todo lo acontecido porque no saber por dónde metabolizarlo. A veces pasa, en medio de un velatorio, con un chico que tiene 10,12,15 años y a veces más y está como si nada. Uno piensa que debería ser totalmente consciente de lo que está pasando y entonces pregunta:

-¿No quería a su abuelo, a su madre, a su hermano?

-Lo quería muchísimo, estamos todos muy sorprendidos.


Está en esta etapa de la incredulidad, a veces en situación de negación patológica y muchas otras en una normal respuesta de defensa frente a lo terrible, un intento no demasiado consciente de NO enloquecer. Es un momento que ayuda a sobrevivir a la pérdida, cuando parece que nada tiene sentido, ni la vida ni el mundo. Hace que la supervivencia sea posible. Son mecanismos para proteger la psique.


Se va contando la pérdida a familiares y amigos, una vez y otra, en ocasiones… así, va pasando la negación que va siendo sustituida por la realidad de la pérdida. Se va viendo la inevitabilidad de la pérdida. Se va dejando de hablar de las circunstancias de su muerte y pensando el “por qué”. Se va así enfocando el proceso de curación. La persona se ha hecho más fuerte, y los sentimientos que estaban negados comienzan ahora a surgir… Se va así enfocando el proceso de curación. La persona se ha hecho más fuerte, y los sentimientos que estaban negados comienzan ahora a surgir… No hay razones que valgan, cuando se pasa la primera etapa con el shock ante la noticia, negando, evitando y confundido; desbordado por sus emociones, en pleno dolor irracional, es como el sangrar de la herida.Y la sangre que sale ahora con la tristeza es la furia. 

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