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Relato corto

Frío

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I

Las mañanas frías de mitad de enero tienen cierto aroma muy parecido al que desprende una taza de buen café caliente, porque provoca traer al presente recuerdos significativos, amistades entrañables y la invariable oportunidad de pensar en el futuro.


A la intemperie la ola gélida reina, los primeros rayos de sol dan cierta esperanza de que las bajas temperaturas amainarán y que lo restante del invierno quizá no será tan rudo.


Atrás quedaron las festividades de navidad y año nuevo, al frente se ve cada vez más cerca febrero y los inevitables festejos del día catorce, Día del Amor y la Amistad.


¡Tic, tac, tic, tac, tic, tac…! Cronos y su inconfundible paso a través del tiritar que toma cuerpo en los cada vez más escasos engranajes de metal.


No todos los días son iguales, porque, si así fuera, la destrucción de lo que conocemos como vida sería inevitable.


II

La abuela y la nieta se toman de la mano, se besan, sale luz de sus miradas envueltas en una especie de aura provocada por atole caliente, granos cosechados en el valle de Tehuacán.


En el parque un perro sigue la pelota arrojada por su dueño, una vendedora de tamales deja escapar una bocanada de vapor cada vez que abre la tamalera ahumada por los efectos del carbón prendido.

Dos viejas comadres se apresuran para la misa de las ocho de la mañana.


La panadería de la esquina congrega a los clientes, quienes pacientes esperan la salida de teleras recién horneadas en barro y con fuego de leña.


Don Mario, el carnicero del barrio, pedalea trabajosamente su vieja bicicleta, un rechinido da cuenta de su marcha.


Sábado trece de enero, del año cualquiera, de un año no muy lejano, que bien puede ser hoy.


III

Cierto es que hay de fríos a fríos, eso no puede negarse. Hay fríos como el de allá afuera que con un buen abrigo pueden, hasta cierto punto, evitarse, pero hay otros que no son del exterior.


El poeta sabe la diferencia, la señala para que más la vean y se vuelvan cómplices de su búsqueda, quizá de su atrevimiento y arrojo.


Hay fríos que enchinan la piel / y encogen el corazón, / bajas temperaturas que no son de invierno / ni de feroz temporal. / Son aprendizajes de la vida / cubiertos con velos multicolores, / aderezados con mantequilla, / cerezas y miel / sobre base acibarada / que les hace significativos, / inolvidables, / intransferibles, / permanentes. / Gélidos avisos de la vida, / preludios del coscorrón aleccionador / que nos cimbra / y nos hace ser otros, / aquellos que después de una pulmonía / juntarán sus entrañas, / débiles, / pero con la fuerza necesaria / para continuar la marcha / aunque todo se derrumbe a su alrededor. (Hay fríos… APR. 31/05/19)


IV

A Ángel le da lo mismo la hora y lo que suceda allá afuera. Tres años anclado al vencido lecho es presente, pasado y futuro. La maldita conjunción de enfermedades, la edad acumuladay la bala perdida que le perforó lo que quedaba de pulmón no es cosa menor.


Lo que no le da igual a Ángel es que cuando baja demasiado la temperatura su respiración es casi imposible. Un silbido tras otro da cuenta del ingreso de aire a sus roídos bronquios.


V

Tantas veces maldijo el frío que ahora no sabe cómo encararlo. Ese frío es diferente, es de enero, pero tiene algo peculiar, lo sabe muy bien Ángel.


Sé que llegaste / por mis ausencias / por mis extravíos constantes / y porque ya siento el invierno / porque con tu ingreso a la sala / se duerme el corazón / y la pila casi se apaga / porque puedo entender / comprender / sintetizar / el summun de la vida / porque lo hiciste para quedarte / para hacerme tuyo sin recato / y para siempre / porque las ventanas se convirtieron en puertas / los girasoles detuvieron su marcha / los perros sintieron tu presencia / y los canarios callaron sin un por qué aparente / porque después del miedo / vino la fusión / la oscuridad me abrigó / y al final se hizo la luz... / la Gran Luz / aquí estoy abriendo mi pecho / mi Libro de la Vida / y cortando el cordón de plata / llegaste / ya te esperaba / no posterguemos la hora marcada / me voy jubiloso / fui feliz / soy dichoso / el amor me trajo hasta aquí / en la Gran Luz confío (Sé que llegaste. APR. 22/12/2021)


En efecto, ese frío fue diferente para él; a las once horas con nueve minutos del trece de enero de dos mil veinticuatro lo confirmó

Frío

Relato corto
Abel Pérez Rojas
lunes, 15 de enero de 2024, 09:04 h (CET)

I

Las mañanas frías de mitad de enero tienen cierto aroma muy parecido al que desprende una taza de buen café caliente, porque provoca traer al presente recuerdos significativos, amistades entrañables y la invariable oportunidad de pensar en el futuro.


A la intemperie la ola gélida reina, los primeros rayos de sol dan cierta esperanza de que las bajas temperaturas amainarán y que lo restante del invierno quizá no será tan rudo.


Atrás quedaron las festividades de navidad y año nuevo, al frente se ve cada vez más cerca febrero y los inevitables festejos del día catorce, Día del Amor y la Amistad.


¡Tic, tac, tic, tac, tic, tac…! Cronos y su inconfundible paso a través del tiritar que toma cuerpo en los cada vez más escasos engranajes de metal.


No todos los días son iguales, porque, si así fuera, la destrucción de lo que conocemos como vida sería inevitable.


II

La abuela y la nieta se toman de la mano, se besan, sale luz de sus miradas envueltas en una especie de aura provocada por atole caliente, granos cosechados en el valle de Tehuacán.


En el parque un perro sigue la pelota arrojada por su dueño, una vendedora de tamales deja escapar una bocanada de vapor cada vez que abre la tamalera ahumada por los efectos del carbón prendido.

Dos viejas comadres se apresuran para la misa de las ocho de la mañana.


La panadería de la esquina congrega a los clientes, quienes pacientes esperan la salida de teleras recién horneadas en barro y con fuego de leña.


Don Mario, el carnicero del barrio, pedalea trabajosamente su vieja bicicleta, un rechinido da cuenta de su marcha.


Sábado trece de enero, del año cualquiera, de un año no muy lejano, que bien puede ser hoy.


III

Cierto es que hay de fríos a fríos, eso no puede negarse. Hay fríos como el de allá afuera que con un buen abrigo pueden, hasta cierto punto, evitarse, pero hay otros que no son del exterior.


El poeta sabe la diferencia, la señala para que más la vean y se vuelvan cómplices de su búsqueda, quizá de su atrevimiento y arrojo.


Hay fríos que enchinan la piel / y encogen el corazón, / bajas temperaturas que no son de invierno / ni de feroz temporal. / Son aprendizajes de la vida / cubiertos con velos multicolores, / aderezados con mantequilla, / cerezas y miel / sobre base acibarada / que les hace significativos, / inolvidables, / intransferibles, / permanentes. / Gélidos avisos de la vida, / preludios del coscorrón aleccionador / que nos cimbra / y nos hace ser otros, / aquellos que después de una pulmonía / juntarán sus entrañas, / débiles, / pero con la fuerza necesaria / para continuar la marcha / aunque todo se derrumbe a su alrededor. (Hay fríos… APR. 31/05/19)


IV

A Ángel le da lo mismo la hora y lo que suceda allá afuera. Tres años anclado al vencido lecho es presente, pasado y futuro. La maldita conjunción de enfermedades, la edad acumuladay la bala perdida que le perforó lo que quedaba de pulmón no es cosa menor.


Lo que no le da igual a Ángel es que cuando baja demasiado la temperatura su respiración es casi imposible. Un silbido tras otro da cuenta del ingreso de aire a sus roídos bronquios.


V

Tantas veces maldijo el frío que ahora no sabe cómo encararlo. Ese frío es diferente, es de enero, pero tiene algo peculiar, lo sabe muy bien Ángel.


Sé que llegaste / por mis ausencias / por mis extravíos constantes / y porque ya siento el invierno / porque con tu ingreso a la sala / se duerme el corazón / y la pila casi se apaga / porque puedo entender / comprender / sintetizar / el summun de la vida / porque lo hiciste para quedarte / para hacerme tuyo sin recato / y para siempre / porque las ventanas se convirtieron en puertas / los girasoles detuvieron su marcha / los perros sintieron tu presencia / y los canarios callaron sin un por qué aparente / porque después del miedo / vino la fusión / la oscuridad me abrigó / y al final se hizo la luz... / la Gran Luz / aquí estoy abriendo mi pecho / mi Libro de la Vida / y cortando el cordón de plata / llegaste / ya te esperaba / no posterguemos la hora marcada / me voy jubiloso / fui feliz / soy dichoso / el amor me trajo hasta aquí / en la Gran Luz confío (Sé que llegaste. APR. 22/12/2021)


En efecto, ese frío fue diferente para él; a las once horas con nueve minutos del trece de enero de dos mil veinticuatro lo confirmó

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