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Cazadores en la nieve

XVI Premio de Novela Corta Diputación de Córdoba. José Luís Muñoz. Ediciones Varsátil
Ana Alejandre
martes, 12 de julio de 2016, 08:10 h (CET)
Esta novela, galardonada con el XVI Premio de Novela Corta Diputación de Córdoba, es un reflejo de la narrativa de José Luís Muñoz en la que cabe todo menos la debilidad en el tratamiento de los protagonistas, quienes tienen, de antemano, un aciago destino escrito en el que la muerte está agazapada, esperando el momento de saltar sobre su presa.

Cazadores en la nieve transcurre en el Valle de Arán, el que es algo más que un escenario narrativo, en esta ocasión, para ser otro protagonista principal de esta obra, en la que un exterrorista con nombre falso, Marcos Cíaz Inurrategui , y un teniente de la Guardia Civil, Antonio Muñiz, tienen una cita mortal, aplazada durante muchos años, dictada por el deseo de venganza del primero de ellos, dominado por los recuerdos de la "Rubia", otra terrorista, que fue asesinada por el oficial de la Benemérita; así como por las torturas que el propio Marcos, también sufrió a manos del mismo.

Las descripciones del lugar son minuciosas y van creando el clima de frío helado que envuelve toda la novela, en la que los personajes hacen sus tareas cotidianas: cocinan, compran, comen, practican el sexo, encienden la chimenea, visitan los parajes y, sobre todo, se reúnen en el bar del pueblo, lugar de reunión y de cotilleo en el que se enteran de las noticias locales y hacen comentarios sobre las vidas de otros.

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El frío que envuelve toda la narración es también parte fundamental de la temperatura emocional de unos seres atrapados en sus propias frustraciones, como es el teniente Muñiz, su esposa Ana, y la relación adúltera que mantiene aquel con una francesa, Tiphaine, que reside en el pueblo, casada con el guarda forestal de la localidad.

Aunque el sexo forma parte de la narración -y de todas las novelas de José Luís Muñoz-, es un sexo descarnado, duro y frío, en el que no cabe la ternura, los sentimientos entre los amantes, pues sólo existe el deseo sexual, apremiante del macho que utiliza a la hembra para saciarse, sin que le importe nada a nivel anímico. Las mujeres, como sucede en otras obras de este autor, tienen siempre un escaso protagonismo, ocupando papeles secundarios y poco lucidos, incluso en las escenas de sexo, en las que intervienen como meros objetos sexuales para dar placer al hombre.

Ese frío ambiental e interior de los habitantes de esta novela, no consiguen calentarlo los recuerdos amargos del exterrorista que han ido conformando esa carga de rencor y deseo de venganza que le domina. El bello paisaje montañoso y el frío gélido, atmosférico y emocional, crean un escenario físico y anímico desolador, en el que el lector se sentirá atrapado como si estuviera leyendo en el interior de un frigorífico.

El lector irá sabiendo de las acciones y pensamientos de los protagonistas, a través de los diálogos cortos, directos y duros, en ocasiones, que van dibujando el mapa emocional de los personajes, siempre bajo cero, en el que viven los hombres y mujeres que han creado su mundo psíquico y afectivo influenciados por las bajas temperaturas exteriores, por la soledad y el aislamiento al que han ido a refugiar, en aquellos parajes solitarios, la frustración que arrastran desde sus pasados, en sus vidas desnortadas.

Esta novela tiene todos los ingredientes necesarios de una obra del género negro, o policíaco como se le llamaba antes, pues en ella existen los muertos a manos de los terroristas y los que causó la Guardia Civil que luchaban denodadamente contra ETA para defender a una sociedad amenazada por ella; personajes que representan oficialmente la ley y el orden, como es el teniente Muñiz, y los que han matado en aras de una idea política como es Aítor Abasolo, el verdadero nombre del forastero. También, aparecen otros elementos del género negro como es una investigación policial tangencial por la aparición de unos huesos humanos. Pero, sobre todo, hay dos hombres que representan la violencia, la dureza y la sangre fria, pero que tienen en común el deseo de acabar con el pasado, con los recuerdos, con la memoria de unos actos que intentan justificar ante sí mismos y comenzar una nueva vida.

El final, sorprendente, deja al lector estupefacto, pero este final resume la idea que, implícitamente, defiende el autor a lo largo de la obra: todos son iguales, no existe diferencia entre el terrorista que mata a inocentes como el Guardia Civil que mata a asesinos. Aunque la Naturaleza, en su magnificencia, muestra que todos los hombres son igualmente de insignificantes ante ella, aunque las diferencias morales y áticas no se miden por el tamaño físico.

La ideología de cada uno marca las fronteras, las que separan la vida y la muerte, la justificación del mal, del asesinato como forma de extorsión a un Estado y a una sociedad, y la defensa de esa sociedad que se ve agredida y amenazada por quienes no les dan valor a la vida humana, a no ser como moneda de cambio para conseguir, a través de la extorsión, un fin político o de cualquier otra índole.

Cazadores en la nieve, es una novela amena en su lectura, corta en extensión, pero larga en intención. Mucho más larga de lo que abarcan sus 206 páginas, pero mucho más corta de lo que su trama podría dar de sí.

No defraudará, sin duda, a los amantes del género negro que, en esta ocasión, es un género teñido de blanco por la nieve que cae constantemente en la narración y en el Valle de Arán.

Aconsejable para leer en el verano.

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