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“El cómic concilia mi gusto por contar historias y dibujarlas”

Tomeu Pinya, dibujante de cómics
Redacción
lunes, 28 de septiembre de 2009, 10:30 h (CET)
Tomeu Pinya (Mallorca, 1982) estudió Bellas Artes y Comunicación Audiovisual. Desde joven sintió la llamada de los lápices, aunque sus primeras lecturas no fueron tebeos sino novelas. En el colegio ya caricaturizaba a compañeros y profesores. Estaba claro que lo suyo era (y es) dibujar. Dibujar y contar historias. Una de ellas, ‘Un pueblo blanco. El bar del Barbudo’, Editorial PlanetaDeAgostini, la reseñé hace algunas semanas para SIGLO XXI. Me pareció un álbum bello, sencillo, amable y mediterráneo. Me interesé por Tomeu y le propuse esta entrevista que él aceptó con absoluta predisposición. Estas son mis preguntas y, sobre todo, son sus respuestas. Creo que con ellas nos podemos hacer un pequeño retrato de este dibujante de cómics que recién empieza.




Tomeu Penya.


Herme Cerezo / SIGLO XXI

Tomeu, ¿cómo se produjo tu acercamiento al cómic? ¿Fue tu primera aproximación al mundo de la cultura?

La verdad es que recuerdo más los primeros libros que leí que los primeros cómics, supongo que porque parecía que tenían más trascendencia. Mis padres tenían una colección completa de Astérix, que me encantan todavía hoy, muchos Mafalda y algo de Carlos Giménez (éstos los leía sin entenderlos en absoluto, con muy pocos años), y recuerdo que mis abuelos me regalaban de vez en cuando recopilatorios de revistas con lo mejorcito de producción Bruguera, desde Anacleto a Sir Tim O’Theo, pasando por Mortadelo y Superlópez, 13 rue del percebe y otros personajes clásicos. También una colección de novelas adaptadas a la historieta, que creo que ahora se está reeditando. Todo esto fue sumándose a los libros, las películas, las series de televisión…

¿Por qué escogiste el cómic como medio de expresión en lugar de la literatura?

Bueno, son dos medios muy distintos, más de lo que quizá pudiera parecer. El cómic está más emparentado con el cine que con la literatura, en muchos aspectos, ya que debe ser visual, y esto implica una concreción en el imaginario del lector que la literatura puede permitirse obviar. Una novela es muy abstracta: si tú y yo leemos a Camilleri, nos imaginaremos dos Montalbanos distintos, con físicos particulares, según los adaptemos a lo que hemos vivido. En cambio, Obélix es igual para todos sus lectores. Además, los recursos narrativos del cómic se parecen mucho a los cinematográficos: planos, secuenciación, ritmo… De todas maneras, respondiendo a tu pregunta (que me voy por las ramas), diría que el cómic tiene la particularidad de permitirme conciliar mi gusto por contar historias con mi gusto por el dibujo, que es un auténtico placer. Aunque esto es un análisis a posteriori, claro, yo no me planteé nada antes de crear mi primer cómic: simplemente me puse a dibujar. También creo que cada medio tiene una dinámica distinta: "Un pueblo blanco: el bar del barbudo" sería muy diferente si fuera una novela o una película. El soporte condiciona inevitablemente las decisiones creativas.

Como lector, ¿qué autores y álbumes son tus favoritos?

Es una pregunta difícil, porque la verdad es que me interesan cosas muy variadas… He aprendido mucho leyendo a Carlos Giménez, a Alfonso Font, a Miguelanxo Prado y a Max. Astérix sigue contándose entre mis favoritos, con un guión y unos dibujos impecables, como Quino, Calvin y Hobbes, Superlópez… También me interesa el manga: Toriyama, Shirow, Tsuruta, Otomo. Más recientemente he descubierto a monstruos como Alan Moore, Franquin, Dave McKean, Scott McLoud, de los que puedes aprender toda una vida. También he devorado a Larcenet, Peeters, Pope, Mignola o Marini, sin olvidarme de los nuevos grandísimos talentos nacionales, como Mejan, Busquet, Robledo, Toledano, Roger Ibáñez, Raule o Guarnido. Todos ellos te impulsan sin cesar a superarte a ti mismo, demostrando álbum a álbum el increíble potencial que tiene este medio.

Como también te interesa la literatura, ¿qué tipo de lecturas consumes?

De nuevo soy muy ecléctico, como se puede ver en las estanterías del barbudo… Me gustan Terry Prattchett, Almudena Grandes, Javier Marías y Pérez-Reverte, también Tolkien o Úrsula K. Le Guin, Orson Scott Card, Emilio Salgari, Michael Ende, Andrea Camilleri, García Márquez, Denevi, Asimov, Benedetti, Michael Crichton, Eduardo Mendoza, Juan José Millás, Carme Riera… Cada libro tiene su momento, y siempre es una aventura, no hago demasiadas distinciones. Sí prefiero la novela o el relato al ensayo o la poesía, porque en general leo con más avidez cuando no sé cómo termina una historia.

¿Qué prefieres: trabajar como dibujante o guionista o asumir ambas funciones la vez?

De momento he trabajado casi siempre haciéndome cargo de los dos aspectos. No he probado a guionizar los dibujos de otros, aunque sí he trabajado con algún guionista, como Carlos Aguilar en la revista Esquitx. La verdad es que trabajar solo te da mucha libertad, pero la relación con un guionista suele enriquecer el trabajo de ambos.

Explícanos un poco más esto último.

Trabajar solo es muy gratificante, pero puedes caer fácilmente en una visión sesgada de tu propio trabajo. Es difícil valorar qué funciona y qué no cuando estás muy metido en faena. Trabajar en equipo implica hacer concesiones, pero cuando la relación es buena es más divertido, y se ven más fácilmente las debilidades, al analizar cada uno el trabajo del otro y tener que hacer cambios y razonarlos. También depende del trabajo… Por ejemplo, "Un pueblo blanco" es demasiado personal para crearlo a medias con nadie. Otros proyectos pueden demandar más complejidad en los personajes, o una trama trepidante, elementos que otro puede cuidar más y mejor que yo, con lo que la historia al final ganará enteros.

Para tus álbumes ¿te documentas, tomas apuntes, fotografías...?

Soy bastante caótico a la hora de tomar documentación. Por supuesto, ésta es imprescindible, y afortunadamente ahora mismo hay muchísimos sitios donde conseguirla, desde bibliotecas hasta la inestimable ayuda de Internet. De momento, no tengo tiempo para hacer un estudio en forma de un tema sólo para plasmarlo adecuadamente en cómic, simplemente no gano lo suficiente para poderme permitir algo así. Téngase en cuenta que crear un cómic es potencialmente tan complicado como crear una película, pero los medios son mucho más modestos, así que procuro leer algunos libros o webs sobre el tema concreto y buscar algunas imágenes para hacerme una idea. Afortunadamente, la historia de ‘Un pueblo blanco"’ es lo suficientemente cercana como para no tener que hacer filigranas en cuanto a la documentación. Otra cosa sería hacer un tebeo de espadachines del siglo XVII, por supuesto.

¿Cuál es tu metodología de trabajo? ¿Cuántas horas le echas al día?

Empiezo siempre con el argumento inicial y los personajes. Suele aparecer todo al mismo tiempo, en papeles sueltos y libretas diversas, y voy juntando ideas y buscando fisonomías hasta que me parece que todo está más o menos claro y que sé por qué derroteros me llevará la historia. En ese momento empiezo a planificar las fases de la historia, el ritmo y las páginas (y me doy cuenta de que no sabía dónde me estaba metiendo, claro). Luego vienen el dibujo, la tinta, el escaneo y la rotulación, que normalmente hago en tiradas cortas, de cinco o diez páginas. Procuro trabajar un mínimo de ocho horas diarias. Aunque muchos días son más, también tengo días en los que el tiempo parece no rendir.

¿De dónde arranca la idea para ‘Un Pueblo Blanco. El Bar del Barbudo’?

El camarero que quiere escuchar historias nació a medias de muchas cosas: las mil y una noches, Smoke, El café de Qushtúmar, cuentos de Quim Monzó, artículos de Reverte… no sé decirte, ¿de dónde salen las ideas? En cierto modo es un cliché como cualquier otro: el sueño que tiene cualquiera de montar un bar donde irán sus colegas, donde sonará su música y se divertirá la gente, sin pensar en el trabajo duro o en los horarios. Sí recuerdo que me pareció que el bar tenía mucho potencial para contar historias, y dado que yo no tenía confianza en mí mismo para crear una novela de un tirón, decidí ir llenando el espacio de personajes y ver si de ahí salía algo coherente. Ahí estamos.

¿Quedan todavía pueblos como ese actualmente en el litoral mediterráneo?

Te diría que no sé si han existido nunca… Al fin y al cabo, mi retrato es muy sesgado, casi utópico. Pero yo creo que todo el mundo, sea mediterráneo o no, conoce algún lugar en el que sentarse para ver pasar la vida con calma. Ahí está mi pueblo blanco, en esa actitud, que espero que siga cultivándose, porque mal nos irá si no.

¿Por qué blanco y negro y no color total?

Más allá de cuestiones presupuestarias, yo creo que el blanco y negro me acerca al espectador, me da una dimensión íntima que le va bien a la historia que quiero contar. Me parece recordar haber leído a Will Eisner un comentario parecido, y lo encuentro muy acertado. Es como el formato: si el libro fuera más grande, se apreciarían quizá mejor los dibujos, pero cambiaría sustancialmente la relación con el lector. En mi caso, no creo que el color hubiera añadido ningún contenido relevante a la historia, y en cambio es posible que hubiera sido una distracción, tanto para mí a la hora de narrar, como para el lector. Parece que el blanco y negro demanda más contenido, de alguna manera.

¿Tus personajes y sus historias existen en la realidad o son producto exclusivo de tu imaginación?

Los personajes son completamente inventados, pero mi imaginación ha de nutrirse forzosamente de la realidad, de lo que me rodea y de lo que consumo. No hay una Fátima, aunque Fátima tiene partes de chicas que he conocido, y de chicas que me hubiera gustado conocer. No hay un Pantaleón, aunque un día en un bar, un hombre hizo un espectáculo con burbujas, absolutamente increíble, que inmediatamente se sumó al personaje…

¿Qué tiene Rafa, el Barbudo, de Tomeu Pinya?

Uno pone parte de sí mismo en los personajes, supongo que es hasta cierto punto inevitable. Rafa es un voyeur y un incurable curioso porque yo tengo una parte de eso, Pantaleón cuenta historias porque a mí me gusta hacerlo. Ambos se parecen a mí, aunque ninguno soy yo.

Una de las cosas que llaman la atención en ‘El Pueblo Blanco’ es que los personajes son muy actuales, muy humanos, de la calle. ¿Piensas continuar por esta senda o te veremos manejándote en otros registros del cómic: aventura, superhéroes, histórico, policíaco, etcétera?

Tengo en el cajón proyectos muy variados, desde historias de serie B con hombres lobo a series policíacas de ciencia ficción. Espero ir variando de registro, porque me gustaría experimentar, aunque me siento muy cómodo en el registro más cotidiano. También creo que este registro puede servir para contar muchos tipos de historias, incluso de género, como hicieron Santiago García y Pepo Pérez con ‘El vecino’, por ejemplo.

Y una curiosidad: tienes buena mano para la caricatura, al menos para la tuya propia que siempre es la más difícil de hacer, ¿has hecho caricaturas durante algún tiempo?

La caricatura no es mi fuerte, la verdad, aunque es una demanda recurrente, al principio… Empecé caricaturizando a los profesores para la revista de mi colegio, he hecho orlas colegiales con caricaturas de todos los alumnos de una promoción, y trabajo regularmente haciendo editoriales gráficos en prensa, lo que me permite practicar. Una cosa curiosa de las caricaturas es que si no salen a la primera, son muy difíciles de sacar… Realmente sintetizar el rostro y la personalidad de alguien en pocas líneas es de las tareas más difíciles que me he encontrado, y no creo sobresalir. Para ser un buen caricaturista hay que ser un dibujante espléndido, y a mí me queda mucho trecho todavía.

Preparas una versión de ‘El corazón de las tinieblas’ de Conrad, ¿te interesan las adaptaciones de novelas clásicas?

En este caso fue un encargo, una rara avis en el mercado español. Me lo estoy pasando muy bien haciéndola, la verdad, y me parece un reto interesante captar la esencia de una buena obra y adaptarla a un medio nuevo. Pero mi interés es principalmente profesional, soy partidario de consumir las buenas obras en su medio original, ya que normalmente es el que da mejores frutos, con diferencia.

Para concluir, también estás trabajando ahora en ‘La Marea de San Pedro’, adelántanos un poco de qué va este trabajo.

"La Marea de San Pedro" es una historia de amor dramática ambientada en un pueblo de pescadores del siglo XIX. Una historia relativamente sencilla, pero que espero me sirva para experimentar con la narrativa y el trazo. Me lo estoy pasando bien con ella, y espero que también lo haga el lector.

¿Tardaremos mucho en verlo en las tiendas especializadas?

Debería estar lista para final de año o principios del siguiente, si no hay retrasos, pero nunca se sabe…

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Elsy es abogada, doctora en jurisprudencia, narradora, dramaturga y poeta ecuatoriana. Comienza su carrera literaria con la publicación del libro de cuentos De mariposas, espejos y sueños. La mayor parte de su obra cuentística está reunida en el libro Los miedos juntos (El Ángel Editor, 2009).

 
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