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La vida es vivir, y eso supone pensar de forma diferente según el momento en el que nos podamos encontrar

Cosas que dije que nunca haría, ¿las acabé haciendo?

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Solemos decir muchas frases y damos bastantes discursos sobre situaciones que pensamos que nunca haremos. Estamos convencidos de nuestra palabra y seguros de no cambiar de opinión, a pesar de las diferentes experiencias por las que podemos pasar, pero puede suceder que llegue un día en el que todo aquello que dijimos cobre otro sentido, y aquello que prometimos no hacer, lo acabemos haciendo. Muchas veces afirmamos en situaciones similares pero realmente, hasta que no nos ponemos los mismos zapatos, no podemos sentir de la misma manera. Hasta que no vivimos ese mismo momento no podemos saber cómo reaccionaremos y será entonces, cuando nos comamos todas aquellas palabras que, en el pasado, dijimos convencidos.


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Habrá personas que dirán que jamás establecerán amistades en el entorno laboral para, con el tiempo, comprobar que el día a día, acaba creando vínculos demasiado fuertes que hacen que esas personas se conviertan en especiales tanto dentro como fuera del trabajo, encubriendo incluso, situaciones desagradables ante la mirada de los jefes. Habrá personas que critiquen el uso de las pantallas en los menores, tales como móviles o televisiones a la hora de entretener o calmar a sus hijos, para después, cuando se convierten en madres o padres, ser conscientes de que una tableta, es a veces, un respiro o tregua en las rabietas o atención de los niños en entornos públicos.


Habrá personas que prometan, después de una separación o divorcio, no volverse a enredar con nadie más para evitar sufrir, para más tarde, conocer a alguien que, de nuevo, les devuelva una pequeña ilusión dejándose llevar completamente y olvidarse del desamor anterior. Habrá personas que juzguen a otras familias que se desmoronan totalmente ante la existencia de una herencia a causa del dinero o reparto de las propiedades para, cuando sucede eso en su propio entorno, acabar en una brecha imposible de sellar. Habrá personas que digan que no quieren tener hijos y observen a todos los niños como si fueran bichos raros, para llegados a una edad, se planteen la posibilidad de engendrar porque tienen prisa debido a la edad sabiendo que si lo aplazan ya no podrá ser posible. Habrá personas que digan que no necesitan ayuda de nadie porque son autosuficientes con todo lo que les venga por delante, para cuando pase la vida, pedir ayuda para poder sobrellevar el día a día. Habrá personas que digan que no necesitan el dinero y que no se venden por nada ni por nadie, para en determinados momentos ya sea por avaricia o en tiempos de crisis, hacer lo que sea para conseguirlo.


Habrá situaciones de todo tipo que nos hagan dudar de nuestra integridad sobre los discursos y valores que proclamamos pero es que las opiniones no pueden ir unidas de las palabras “nunca” o “siempre”, de la misma manera que las situaciones no son sólo “blanco” o “negro”, sino que en todo, existe un término medio. Se trata de entender cómo la vida nos va posicionando en diversas etapas, que nada tienen que ver unas con otras, que no podemos prometer de forma contundente porque lo que hoy pensamos que no haríamos, puede cambiar de la noche a la mañana. Y esto es algo que puede suceder porque nuestra vida no es estática.


La vida, como tal, es sentir emociones, es reflexionar, es equivocarse, es volverlo a intentar, es caer en picado, es resurgir de las cenizas, es venirse arriba, es luchar, es progresar, es estancarse, es quemarse… Es decir, la vida es vivir, y eso supone pensar de forma diferente según el momento en el que nos podamos encontrar. Y no es que nuestras promesas anteriores sean peores que las actuales, sino que han cambiado porque han progresado con nuestro crecimiento vital, con nuestra mentalidad acorde a la edad que vamos cumpliendo. Por tanto, no tenemos que sentirnos mal por, en algún momento haber afirmado algo que no haríamos jamás con rotundidad porque somos seres humanos y tenemos la enorme suerte, de adaptarnos al entorno, cosa que hace que vayamos caminando en consonancia con las situaciones que nos va poniendo la vida. No se trata de ser fiel a nuestras palabras sino de tener la opción de tomar la mejor decisión acorde a lo que, en ese momento queremos, sin tener que justificarnos ante los demás.

Cosas que dije que nunca haría, ¿las acabé haciendo?

La vida es vivir, y eso supone pensar de forma diferente según el momento en el que nos podamos encontrar
Violeta Torrejón
miércoles, 24 de abril de 2024, 09:48 h (CET)

Solemos decir muchas frases y damos bastantes discursos sobre situaciones que pensamos que nunca haremos. Estamos convencidos de nuestra palabra y seguros de no cambiar de opinión, a pesar de las diferentes experiencias por las que podemos pasar, pero puede suceder que llegue un día en el que todo aquello que dijimos cobre otro sentido, y aquello que prometimos no hacer, lo acabemos haciendo. Muchas veces afirmamos en situaciones similares pero realmente, hasta que no nos ponemos los mismos zapatos, no podemos sentir de la misma manera. Hasta que no vivimos ese mismo momento no podemos saber cómo reaccionaremos y será entonces, cuando nos comamos todas aquellas palabras que, en el pasado, dijimos convencidos.


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Habrá personas que dirán que jamás establecerán amistades en el entorno laboral para, con el tiempo, comprobar que el día a día, acaba creando vínculos demasiado fuertes que hacen que esas personas se conviertan en especiales tanto dentro como fuera del trabajo, encubriendo incluso, situaciones desagradables ante la mirada de los jefes. Habrá personas que critiquen el uso de las pantallas en los menores, tales como móviles o televisiones a la hora de entretener o calmar a sus hijos, para después, cuando se convierten en madres o padres, ser conscientes de que una tableta, es a veces, un respiro o tregua en las rabietas o atención de los niños en entornos públicos.


Habrá personas que prometan, después de una separación o divorcio, no volverse a enredar con nadie más para evitar sufrir, para más tarde, conocer a alguien que, de nuevo, les devuelva una pequeña ilusión dejándose llevar completamente y olvidarse del desamor anterior. Habrá personas que juzguen a otras familias que se desmoronan totalmente ante la existencia de una herencia a causa del dinero o reparto de las propiedades para, cuando sucede eso en su propio entorno, acabar en una brecha imposible de sellar. Habrá personas que digan que no quieren tener hijos y observen a todos los niños como si fueran bichos raros, para llegados a una edad, se planteen la posibilidad de engendrar porque tienen prisa debido a la edad sabiendo que si lo aplazan ya no podrá ser posible. Habrá personas que digan que no necesitan ayuda de nadie porque son autosuficientes con todo lo que les venga por delante, para cuando pase la vida, pedir ayuda para poder sobrellevar el día a día. Habrá personas que digan que no necesitan el dinero y que no se venden por nada ni por nadie, para en determinados momentos ya sea por avaricia o en tiempos de crisis, hacer lo que sea para conseguirlo.


Habrá situaciones de todo tipo que nos hagan dudar de nuestra integridad sobre los discursos y valores que proclamamos pero es que las opiniones no pueden ir unidas de las palabras “nunca” o “siempre”, de la misma manera que las situaciones no son sólo “blanco” o “negro”, sino que en todo, existe un término medio. Se trata de entender cómo la vida nos va posicionando en diversas etapas, que nada tienen que ver unas con otras, que no podemos prometer de forma contundente porque lo que hoy pensamos que no haríamos, puede cambiar de la noche a la mañana. Y esto es algo que puede suceder porque nuestra vida no es estática.


La vida, como tal, es sentir emociones, es reflexionar, es equivocarse, es volverlo a intentar, es caer en picado, es resurgir de las cenizas, es venirse arriba, es luchar, es progresar, es estancarse, es quemarse… Es decir, la vida es vivir, y eso supone pensar de forma diferente según el momento en el que nos podamos encontrar. Y no es que nuestras promesas anteriores sean peores que las actuales, sino que han cambiado porque han progresado con nuestro crecimiento vital, con nuestra mentalidad acorde a la edad que vamos cumpliendo. Por tanto, no tenemos que sentirnos mal por, en algún momento haber afirmado algo que no haríamos jamás con rotundidad porque somos seres humanos y tenemos la enorme suerte, de adaptarnos al entorno, cosa que hace que vayamos caminando en consonancia con las situaciones que nos va poniendo la vida. No se trata de ser fiel a nuestras palabras sino de tener la opción de tomar la mejor decisión acorde a lo que, en ese momento queremos, sin tener que justificarnos ante los demás.

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