En septiembre de 1976 fue asesinado en Washington el ex canciller Chileno Marcos Orlando Letelier del Solar. Letelier era un político y economista chileno, que había sido miembro del gobierno de la Unidad Popular de Salvador Allende. Tras el cruento golpe militar del 11 de septiembre que llevó al poder a Pinochet, había sido detenido y torturado, para luego ser enviado a una prisión política en la isla de Dawson, Estrecho de Magallanes.
Obtenida su libertad tras una intensa campaña internacional, se radicó en Washington donde trabajaría para restaurar la democracia en Chile.
El 21 de septiembre de 1976, hace casi cuarenta años, perdió la vida en un ignominioso atentado perpetrado con una bomba a control remoto, colocada debajo del piso del habitáculo del vehículo. La explosión también acabó con la vida de su asistente estadounidense, Ronni Moffit.
En buena parte de los preparativos para ese asesinato estuvo involucrada, como era costumbre, la embajada norteamericana de Asunción.
El asesinato de Letelier era la parte de un esfuerzo coordinado por varias dictaduras militares en América Latina para intimidar y asesinar a sus opositores políticos. Este esfuerzo, conocido como la Operación Cóndor, contó muchas veces con la complicidad de los Estados Unidos e incluyó naciones como Brasil, Argentina, Chile, Paraguay, Uruguay y Bolivia.
George Landau era por aquellos días aciagos, embajador de Estados Unidos en Asunción. Pappalardo le hizo una llamada invocando a Vernon Walters, Pinochet y Stroesner, pidiéndole visas para dos falsos paraguayos, supuestos hombres de negocios, llamados Juan William Rose y Alejandro Romeral. El verdadero negocio de estos hombres, quienes en realidad se llamaban Michael Vernon Townley y Armando Fernandez Larios era asesinar a Orlando Letelier en Washington.
Hoy conocemos de aquella conjura del Plan Cóndor porque el embajador Landau fotografió los pasaportes antes de estampar las visas y ésa fue la clave que le permitió al fiscal Eugene M. Propper desenredar el ovillo del crimen.
Uno de los documentos que vio la luz en el año 2000, muestra cómo Pinochet personalmente pidió al dictador Stroessner, de Paraguay, que emitiera pasaportes con nombres falsos para Michael V.Townley y Armando Fernández Larios. Estos dos individuos eran agentes de la DINA (policía política chilena) que posteriormente se declararían culpables del atentado mortal.
Un memo del Departamento de Estado demuestra que éste estaba al tanto de las extrañas maniobras en la sede diplomática de Asunción desde el 1 de septiembre de 1976. Un anexo de un informe de la CIA a su vez demuestra que la oficina de Langley estaba en conocimiento de la trama que acabaría con el ex canciller chileno desde el 29 de julio de 1976, aunque no se explicaba por qué los asesinos incluso tenían el teléfono de la oficina del general Vernon Walters que le había proveído Pappalardo.
La documentación también explica que el 5 de agosto el embajador notificó al Secretario Adjunto de Estado Harry W. Shlaudeman del asunto, y al día siguiente se recibieron en Washington copias fotostáticas de los documentos que había tramitado Pappalardo para los asesinos. Shlaudeman notificó del extraño caso al servicio de Inmigración y se tomaron las medidas para negar la entrada a Estados Unidos a los sospechosos, pero éstos ya habían sido alertados y contaban con documentos alternativos.
Varias personas fueron procesadas y condenadas por el asesinato. Entre ellos estaban Michael Townley, un expatriado estadounidense colaborador muy cercano a la agencia de inteligencia chilena DINA, el general Manuel Contreras, antiguo jefe de la DINA, y el general de brigada Pedro Espinoza.
No obstante, hasta ahora el cuñado y socio en varias empresas de Aldo Zucolillo, Conrado Pappalardo, sigue impune e incluso disfrutando de la fortuna y el poder en Paraguay.
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