Siglo XXI. Diario digital independiente, plural y abierto. Noticias y opinión
Viajes y Lugares Tienda Siglo XXI Grupo Siglo XXI
21º ANIVERSARIO
Fundado en noviembre de 2003
Opinión
Etiquetas | Paraguay | Política

Un puente sobre la calle de Zuccolillo

La prepotencia de los sátrapas criados y enriquecidos con privilegios concedidos por la dictadura, los lleva a creerse dueños de las calles
Luis Agüero Wagner
viernes, 11 de noviembre de 2016, 01:48 h (CET)
En tiempos del dictador Stroessner, un ministro aseguró que la Policía era la dueña de las calles. El desvarío le valió a aquel ilustrado y austero secretario de estado, recibir un apodo en guaraní que en español significa “el Taxi de Jesucristo” (ñandeyara taxi en guaraní).

La burla lo ubicaba a la altura de la noble mula con la cual el Mesías del cristianismo hizo su entrada triunfal en Jerusalén.

Lo cierto es que muchos domingos de ramos han pasado desde que aquel tiempo tocó a su fin, pero en plena democracia la calle sigue teniendo dueño, en este caso un célebre empresario conocido por su filiación política fraterna con el fallecido dictador.

Nos referimos –cuando no- a nuestro inefable héroe Aldo Zuccolillo, otrora omnipotente amo y señor de lo que en el Paraguay se podía decir y aquello que se debía callar.

Poco tiempo atrás, el mismo “exitoso” empresario, conocido por sus delirios neo nazis, había preguntado cuánto costaba una calle de Asunción para transformarla en un estacionamiento de su Shopping.

No satisfecho con haber sufrido un revés en el mismo Congreso ante tan soberbias pretensiones, Zuccolillo consideró que podría al menos ampliar su propiedad construyendo un puente ilegal y antiestético sobre la calle Roque Gonzalez, en el mismo barrio de los ricos de Asunción.

No estamos hablando, obviamente, de un puente medieval como el que unía el Palacio Ducal de Venecia con la antigua prisión de la Inquisición trasponiendo el río Di Palazzo, o puente de los suspiros. Se trata más bien de una estructura modernosa de bien lograda fealdad.

Lo peor de todo es que como si fueran el ejército imperial japonés en Birmania, supervisando la construcción del puente sobre el rio Kwai, los empleados del dueño de ABC recibieron orden de invadir los medios y redes sociales con la consigna de defender esa estructura ilícita.

Considerando que semejante atropello y bofetada a la ciudadanía proviene de quien constantemente exige a todos una vida puritana e impoluta, así como una conducta regida por una moral victoriana, no resulta extraño que se haya suscitado al respecto un escándalo en el mismo Senado de la República.

El senador Víctor Bogado señaló ante la asamblea legislativa que existe una expresa prohibición para construir las estructuras hitlerianas de Zuccolillo, tras lograr que se trate sobre tablas un pedido de informe a las autoridades municipales sobre el polémico puente.

De acuerdo con las denuncias formuladas por el Senador Víctor Bogado, la Ley Orgánica Municipal - Nº 3966/2010, referente a los bienes municipales reza con claridad que las calles, avenidas, puentes, pasajes y demás vías de comunicación son bienes de dominio público.

El laberinto arquitectónico de Zuccolillo, digno de Albert Speer, también contempla un subterráneo que une dos bloques del Centro Comercial en cuestión, también así en entredicho.

Ya habíamos recordado en esta columna, que en el crepúsculo de la dictadura de Stroessner, el ministro Carlos Antonio Ortíz Ramírez defendió una brutal represión con la frase “la calle es de la policía”. El conocido cantautor testimonial paraguayo Alberto Rodas, le respondió con una popular canción, que decía en un fragmento de sus versos “la calle es del pueblo, señor Ministro”.

A varias décadas del fin de la dictadura militar en Paraguay, resulta decepcionante lo poco que deben cambiarse los estribillos de aquella época, y los muchos tiranosaurios sobrevivientes de aquel Jurásico que siguen enriqueciendo la biodiversidad de la fauna burguesa paraguaya.

A pesar de toda el agua pasada bajo el puente y no precisamente el de Zuccolillo.

Noticias relacionadas

En nuestra realidad circundante, en lo que solemos citar como nuestro entorno, el sistema judicial tiene como objetivo no la Justicia, abstracción platónica que nos trasciende, sino garantizar, con realismo y en la medida de los posible, la igualdad de los ciudadanos ante la ley, que no es poco. Por eso hablamos de Estado de Derecho, regido por la Ley.

Estamos habituados a tratar con las apariencias, con la natural propensión a complicar las cosas en cuanto pretendemos aclarar los pormenores implicados en el caso. Los pensamientos son ágiles e inestables. Quien los piensa, el pensador o pensadores, representa otra entidad diferente. Y curiosamente, ambos se distinguen del fondo real circundante, este tiene otra urdimbre desde los orígenes a sus evoluciones posteriores.

Dejó escrito Salvador Távora sobre Andalucía que «la queja o el grito trágico de sus individuos sólo ha servido, por una premeditada canalización, para divertir a los responsables». No sé si mi interpretación es acertada, pero desde que vi por primera vez su obra maestra, Quejío, en el teatro universitario de Málaga creo que muy poco después de su estreno en 1972, el término adquirió para mí un sentido diferente al que antes tenía.

 
Quiénes somos  |   Sobre nosotros  |   Contacto  |   Aviso legal  |   Suscríbete a nuestra RSS Síguenos en Linkedin Síguenos en Facebook Síguenos en Twitter   |  
© 2025 Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto | Director: Guillermo Peris Peris
© 2025 Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto