A nadie que haya revisado la Historia reciente con cierta objetividad le pasa desapercibido que la II Guerra Mundial, en realidad, fue la solución mágica de los EE.UU. para solucionar su Gran Crack de 1928. No sólo solucionaron de una tacada todos sus problemas económicos, sino que entresacaron algo más de un millón de parados de forma definitiva, y a todos los demás les dieron trabajo directo o indirecto gracias a las armamentísticas, verdadera única potencia industrial de la nación. Y, por si fuera poco, esa misma estrategia les convirtió en dueños del mundo… civilizado: compraron Europa a precio de saldo, merced a los créditos concedidos con los excedentes de los beneficios obtenidos por la venta de armas, y les sirvió para poner su bota en todas aquellas regiones del planeta que deseaban, por más que no tuvieran demasiado éxito: Latinoamérica, Corea, Vietnam, etc., además de instaurar su gran negocio permanente, la política del miedo, con la inauguración de la Guerra Fría.
Ya nadie se corta un pelo, y es tan sobradamente conocida la jugada que incluso desde la misma industria de su cine, el otro gran pilar económico y educatriz del Imperio, se denuncia este suceso sin denunciarlo, sino simplemente aceptándolo como un hecho: Los señores de la guerra, primero, y Green Zone, recientemente, redundan sobre el asunto, poniendo ante los espectadores de forma entretenida tramas tan crueles como cínicas sobre cómo se mueven los hilos para promover las guerras, que es lo que alimentan los beneficios de las grandes corporaciones, la economía de Occidente y hasta de dónde obtienen su trabajo indirectamente buena parte de las masas laborales de los países aliados.
El Trío de las Azores escenificó en su momento una alianza que hoy sabemos a ciencia cierta injusta. Fue lo de Yalta, pero en plan local. Ahí se definió mucho más que una alianza, acaso decidiéndose quiénes y quiénes no participarían del negocio recién inaugurado de Oriente Medio, precisamente entre tres de los mayores países exportadores del armas del mundo, al menos desde el bando aliado. Vale que España se coló de rondón, pero incluso de rondón estaba la Unión Europea al ser el propio Durao Barroso, Presidente de la Comisión Europea, quien hizo las veces de anfitrión. Ningún negocio proporciona más dividendos que el miedo y la muerte, como está sobradamente probado, y a ello hay que añadirle la reconstrucción de los países que los justicieros asolan. La guerra, pues, más que una tragedia, vista desde la alta política, es simplemente un buen negocio y una excelente solución a los problemas internos. Punto. Todo lo que la rodea, ya sea la autorización de la ONU para declararla justa o injusta, las pruebas maquinadas para propiciarla o cuestiones de parecido jaez que la den cobertura de aparente coherencia, no son sino zarandajas, una farsa para tranquilizar a la ciudadanía, o, de otra forma, después de sabidas las mentiras que las propiciaron y las matanzas a que están sometidos muchos países, como Iraq o Afganistán, por ejemplo, hubieran sido remediados con las detenciones de esos políticos y el funcionamiento a todo tren del Tribunal Internacional de La Haya. Nada de eso ha sucedido, sin embargo, y quienes entraron a sangre y fuego para apropiarse de otros países, produciendo daños irreparables en ellos, sembrando un visceral odio de futuro contra todo Occidente y una inenarrable mortandad entre los naturales y aun entre los propios, se han salido con su encanto y hoy descansan de sus esfuerzos tan ricamente, disfrutando de los estipendios recibidos por los servicios prestados.
Dando una de sus habituales manoletinas a una pregunta de la oposición, saliéndose por la tangente, el Presidente del Gobierno, señor Zapatero, arrojó el otro día a la cara de ésta la pelota de que él heroicamente sacó a las tropas españolas de una guerra injusta como la de Iraq en la que Aznar nos había metido, por más que él nos tenga metidos de patitas, y aun haya multiplicado la presencia de nuestras tropas, en otra barbarie idéntica como la de Afganistán, a la que, adempero, tildó de justa. Nos trató a todos de pobres e infelices ignorantes, cual si no supiéramos por de más que la semántica de la política no es nada más que burda y mentirosa semántica, y que la voluntad de la ONU es decidida por quienes derecho a veto, que es decir los grandes productores de armas, los que tienen en sus arsenales toda la potencia destructora de las armas permitidas y prohibidas, y quienes impiden con guerras y bloqueos que los demás países se salgan del redil que ellos han dibujado con el lápiz de sus intereses. Un respuesta para ingenuos, en fin, porque el señor Zapatero cree que todos somos tontos de baba, que él está iluminado por vaya usted a saber qué luz negra y que lo Afganistán es cosa distinta que alimentar a las multinacionales del armamento… y todo lo viene detrás: constructoras, logística, equipamientos, electrónica, suministros…
Si la guerra de Iraq o la de Afganistán terminaran, se detendría en seco el motor del negocio, y es más que probable que otro Trío de las Azores tuviera que abrir nuevas sucursales en territorios más espinosos: Cuba, Venezuela, Irán, Corea del Norte, etc. El motor del progreso no puede detenerse, y ese motor, históricamente, ha sido la guerra, especialmente a continuación de las grandes crisis. Cuanto mayor es la crisis, mayor la guerra que la remedia: y así hemos ido pasando las páginas de la Historia. Una expresión que hoy puede alcanzar sus niveles más enfáticos por cuando la crisis afecta severamente a todo Occidente, se ha desatado la codicia de las multinacionales y especuladores y se han fijado objetivos de agenda ciertamente peligrosos. Negocios globales en fin, como los de esa falsa pandemia que ha hecho rica a las farmacéuticas, o como esta crisis inexistente de medio mundo que ha multiplicado los haberes de unos pocos especuladores. Que se vaya preparando el nuevo Trío de las Azores, porque con toda seguridad nos van a potenciar los conflictos. España ya está haciendo las maletas para acudir al encuentro. Cuestión de buscar soluciones, sin duda. Por cierto, tres países que tuvieron un 11, ya sea S, M o J. Qué raro, ¿no?
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