Desde diversas instancias nos amenaza un Nuevo Orden Mundial (NOM) basado en la ideología de género, los “nuevos derechos” o la agenda LGBT. Tanto la ONU y sus diversos tinglados, conferencias, programas y objetivos a imponer a todo el mundo, como la Unión Europea y hasta nuestras entidades autónomas, siguen tratando de imponer y educar a las nuevas generaciones en una sexualidad malsana, incluido el aborto o el cambio de sexo, persiguiendo y reprimiendo a cualquiera que ose mostrar su rechazo a tales cosas.
Cada vez que los hombres, creyéndose autosuficientes, han decidido organizar el mundo, no han dejado de traernos desgracias. Pensemos en la revolución francesa y las guerras napoleónicas para instaurar por las bravas los principios revolucionarios. Los resultados fueron muertos y desastres, luego llegaron a pactos y componendas pero ¿sirvió todo aquello a los que cayeron? La mano invisible del liberalismo ¿consiguió un mundo sin pobres, sin mendigos? La dictadura del proletariado ¿no se convirtió en el espanto del gulag?
Para ordenar el mundo los vencedores se repartieron África. Para hacer un mundo de superhombres los nazis asesinaron a millones de personas y Mao hizo la larga marcha y Pol-Pot, y tantos otros mataron y sometieron a millones de hombres. Para ordenar el mundo los americanos dejaron en manos de Stalin muchos pueblos que fueron salvajemente tratados…
Ahora quieren embaucarnos con otro Nuevo Orden Mundial, ¡cuidado con sus mentiras! No sobran personas en el mundo, ni es seguro que haya un calentamiento global, ni podemos cambiar la realidad de los sexos a voluntad, ni la globalización es ninguna panacea para resolver los problemas del mundo.
Hoy cuando escribo, es para los cristianos la fiesta de Cristo Rey del Universo, pero del que no hacemos ningún caso a pesar de que todo lo que existe es obra de sus manos. La maravilla del cosmos no es el resultado de una mera casualidad, de una gran explosión sino de una inteligencia poderosa y creadora a quienes llamamos Dios y nuestra vida, la de cada uno de nosotros, está en sus manos y no se acaba con la muerte. Si todo acabara con la muerte ¿a qué tanto esfuerzo?
Pero las viejas palabras de Satanás siguen llegando a nuestros oídos: seréis como dioses, conocedores del bien y del mal, nos dijo: sois libres y en realidad hemos resultado ¡esclavos de tantas cosas!
Los cristianos confesamos que el reinado de Cristo es un reino de verdad y de vida, de santidad y de gracia, de justicia, de amor y de paz. Este reino está al alcance de nuestras manos si buscamos honestamente la verdad y respetamos la vida desde la concepción hasta la muerte natural. La santidad y la gracia nos la ofrece a raudales desde la cruz Jesucristo, solo hace falta que la recibamos con las manos abiertas, pues si las tenemos ocupadas en aferrar las cosas que pasan, los bienes de este mundo, será imposible.
La justicia, el amor y la paz son las grandes realidades que nos ofrece el reino de Dios. ¿Quién se decide a buscar la justicia sin desfallecer? ¿Quién se apunta a construir un mundo más humano, más fraterno, donde todo dolor sea compartido, donde cada cual sienta como propias las dolencias del hermano?
Frente a tanto embuste, tanta quimera, el reinado de Cristo puede llegar hasta nosotros, basta con que abramos nuestro corazón a la esperanza.
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