Pongamos por caso que todas las promesas han sido planteadas, que todas las barbaridades han sido cometidas, que todos los récords han sido batidos, que todos los edificios han sido proyectados y construidos, que todas las personas han sido compradas, que todos los niños han sido engañados, que todas las necesidades han sido cubiertas, que todas las regiones del mundo han sido explotadas, que todos los caminos de la Tierra han sido pisados... Todo lo que piense, diga o escriba y alguien deduzca, escuche o lea, habrá sido pensado, dicho, escrito, deducido, escuchado o leído por una persona u otra en algún momento de la historia de la humanidad. La sociedad que hemos creado ha conseguido que vayamos muy rápido, que tengamos muchas cosas que hacer, que no paremos un segundo, y que cuando eso ocurre, lo hacemos de manera exhausta y con la única intención de poner la mente en blanco y descansar. Nuestro mundo no promueve la creación de ideas ni el uso de la imaginación, y el simple hecho de pararse a pensar es concebido como una comedura de cabeza que lo único que nos puede aportar es darnos cuenta de lo infelices que son la gran mayoría de los mortales. La historia nos está diciendo basta. Nos está mostrando que las cosas se han estado haciendo siempre de una determinada manera, y que debemos volver a esforzarnos mentalmente para concebir otras ideas que den respuesta a la realidad del mundo que vivimos hoy. Nos está diciendo que no desistamos en pensar, en imaginar, en crear... Nos está diciendo que la película de nuestra existencia no tiene por qué seguir siempre el mismo guión. Podríamos hacerle caso.
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