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Félix G. Modroño (Vizcaya, 1965) es un escritor afincado en Sevilla. Tras publicar ‘Villalpando, paisajes y rincones’ (2002), en homenaje al pueblo zamorano de sus padres, se animó a emprender la aventura de su primera novela, ‘La sangre de los crucificados’ (2007), protagonizada por el doctor Zúñiga, un peculiar investigador del siglo XVII, que también sería el personaje central de su siguiente obra: ‘Muerte dulce’ (2009). Con ‘La ciudad de los ojos grises’ (2012) cosechó un gran éxito de ventas y el reconocimiento de los lectores y, tras ser galardonado con el XLVI Premio de Novela Ateneo de Sevilla por ‘Secretos del Arenal’, regresa ahora a uno de sus personajes favoritos, el doctor Zúñiga, para entregarnos su nueva aventura, ‘Sombras de agua’, editada por Algaida.
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En el invierno de 1684, el doctor Zúñiga parte desde Valencia con destino a Venecia para cumplir con una importante misión diplomática. Sin embargo, sus dotes como investigador han traspasado fronteras y el dux le encarga que averigüe lo que se esconde detrás de un mensaje anónimo que amenaza con el hundimiento de la ciudad. Para ello contará con la ayuda de Elena Cornaro Piscopia, la primera mujer reconocida con un doctorado universitario, quien ha organizado una reunión de científicos para debatir sobre la vigencia del pensamiento de Aristóteles. A ella acudirán desde Newton o Halley hasta Leibniz. Inmerso en una Venecia fría y brumosa, marcada por los carnavales y la música, y con las mentes más brillantes de Europa a solo unos pasos de él, en ‘Sombras de agua’ Fernando de Zúñiga, el personaje creado por el escritor Félix G. Modroño hace más de nueve años, vivirá una de las experiencias de su vida más apasionantes, sobre las que conversamos durante unos minutos en su última visita a Valencia.
Félix, ¿estamos ante una aventura más de don Fernando o se trata de la última de ellas? Esta es una novela mucho más trabajada desde el punto de vista literario que las anteriores. Creo que se nota mi evolución como escritor y tengo la impresión de que el parón que sufrieron las aventuras del doctor Zúñiga mientras escribía ‘La ciudad de los ojos tristes’ y ‘Secretos del Arenal’, me ha permitido presentar a un protagonista más rico y con más matices que antes. Precisamente por eso espero que esta aventura suya no sea la última, aunque el veredicto del lector es importante. Por eso deseo que, a partir de ahora, crezca también el número de sus seguidores.
Dices que has madurado literariamente, ¿en qué lo percibes? Mira, ésta es una novela que, aunque la queramos vender con el envoltorio de un thriller, es mucho más que eso porque tiene mucha introspección. He querido reflexionar sobre la corrupción, las supersticiones y la religión con una perspectiva histórica y, aunque como lectores podamos pensar que el doctor Zúñiga está persiguiendo a un asesino, a mí me interesa mucho más cuando el protagonista se asoma a una ventana y recapacita sobre sus fantasmas. La trama policiaca y el hilo de la investigación me sirven para contar otro tipo de historias.
¿Cómo surge la idea para escribir la novela? Principalmente a través de un personaje real: Elena Cornaro Piscopia, a la que me tropecé buscando científicos y que llamó mi atención porque fue la primera mujer del mundo que se doctoró en una universidad, concretamente en la de Padua. Su figura me interesó mucho y preparé la trama a su alrededor. De hecho, ella tiene bastante protagonismo en la novela. Fue una mujer maravillosa, inteligente, adelantada a su tiempo, un tiempo en el que consideraban que las mujeres estudiosas eran unos monstruos, porque tenían cerebro de hombre y cuerpo de mujer.
¿‘Sombras de agua’ es una historia de corte universal, que podría haberse desarrollado en cualquier lugar del mundo que no fuese Venecia? En este caso creo que no. Me apetecía mucho ambientar esta historia en una ciudad muy trillada literariamente a lo largo del tiempo como es Venecia, de la que yo quería dar mi particular visión, bien alejada de ese concepto de parque temático que tiene hoy. Todos poseemos un concepto estándar de esos edificios venecianos tan espectaculares, pero desconocemos cómo era la República de Venecia, que convirtió a la ciudad en lo que fue. Por eso he desarrollado la historia en invierno, envuelta en la bruma, y me permito describirla tal y como la veían sus habitantes de entonces.
Hablar de Venecia y no hacerlo de su carnaval casi parece un fallo imperdonable. Los venecianos utilizaban las máscaras en beneficio de sus placeres, ya que durante los carnavales apenas si se producían crímenes. Preferían dedicarse más a sus asuntos amorosos, algo que asumían con completa naturalidad, ya que incluso estaba mal visto no tener amantes. Era una forma muy abierta de vivir que, por desgracia, hemos perdido.
Has citado las máscaras, ¿por la novela deambulan muchos personajes con máscara no solo física? Normalmente he pretendido hablar de los personajes tal como eran, sin dobles caras. Cada uno de ellos es lo que parece ser. De hecho, como ya he dicho, la trama criminal no es más que una mera excusa para adentrarme en el pensamiento y en la mente de los científicos de entonces. La acción se desarrolla en un momento de transición entre los siglos XVII y XVIII, donde por un lado, tropezamos con los primeros ilustrados y, por otro, con científicos que proceden de una tradición anterior, casi medieval, muy ingenuos aún, tanto que no podían deshacerse de los lazos religiosos que los ataban, aunque ya empezaban a ser un poco más empíricos. Eso les llevó a tener problemas de identidad e, incluso, de conducta. Justamente aquí en Valencia es el tiempo de los Novatores, con el padre Tosca. No es una casualidad que aparecieran en este momento histórico tan difícil.
¿Cómo eran los científicos de aquel momento de transición? Cuando se desarrolla la acción de ‘Sombras de agua’, los científicos se carteaban y me pareció muy atractivo convocar en Venecia una reunión, una especie de congreso, con ellos. Disfruté mucho viéndoles hablar y tratar sus puntos en común, sus divergencias y sus discusiones.
Como en toda novela de época, los personajes reales se mezclan con los ficticios, ¿cuáles predominan más? Me atrevería a decir que, tanto en Valencia como en Venecia, la mayoría son reales exceptuando tres o cuatro. Y de esos cuatro, dos son don Fernando de Zúñiga y su fiel Pelayo. En estas novelas, la realidad te limita porque has de ser riguroso con ellos y no puedes crear una novela absolutamente a tu gusto, sin hacer caso de nada. Yo procuro rodear mis historias de marcos antiguos, que reflejen bien los ambientes de la época. Y más que la documentación, me preocupa que el lector se sienta realmente inmerso en el mundo del que le hablo y que sienta que vive en él.
Palazzo, ragazzo, spezieria... Utilizas palabras italianas para introducir mejor al lector en la época, ¿no? Sí, son pequeñas pinceladas, pero no quiero abusar. En esa época el lenguaje científico común era el latín. Unos venecianos hablaban el véneto, mientras que otros utilizaban dialectos o italiano antiguo. Evidentemente, para no confundir al lector no podía mezclar tantas lenguas y he preferido unificarlas. Esas pinceladas a las que aludía antes me sirven para recordarle al lector dónde se encuentra.
‘Sombras de agua arranca en Valencia, ¿por qué? El padre Tosca fue un científico importante y en España no había demasiados, en gran parte por culpa de la Inquisición. Necesitaba un puerto de salida hacia Italia y me tropecé con que el Santo Grial estaba aquí, donde también vivía el padre Tosca, sin olvidar el descubrimiento que hice del desaparecido Palacio Real. Todo eso constituía un caldo de cultivo perfecto y me hizo considerar que Valencia era el lugar idóneo para comenzar la novela.
¿Podemos considerar que Venecia es una protagonista más de la novela? Sin duda que sí. La novela arranca en Valencia, pero la gran protagonista es Venecia. Disfruto mucho ubicando mis historias en ciudades peculiares. Para que el lector las viva, introduzco elementos de entonces como la gastronomía, los olores o la música. En aquel momento la música era importante, son los años de los luthiers y de la aparición del violoncelo y todas las clases sociales eran muy aficionadas. El Hospicio de la Caridad fue escenario de importantes conciertos. Para ambientarla mejor todavía, la visité en la soledad del invierno y me he servido de la lectura de viajeros que pasaron por la ciudad en aquel tiempo. Me siento especialmente orgulloso del trabajo que he hecho en este sentido, una especie de collage entre lo que otros han pensado y mis propias percepciones y sentimientos.
Finalizamos por hoy: ¿algún proyecto futuro ya en mente? A medida que voy acabando la redacción de una novela, necesito casi como vía de escape pensar en la siguiente. ‘Sombras de agua’ la terminé encerrado en una cabaña de Cantabria durante una semana y mi próximo libro quiero ubicarlo allí. Así que aquellos días me sirvieron también para tomar notas.
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