Este martes 13 de Diciembre el Paraguay vivió una jornada que, para la mayoría silenciosa, pareció un día más en la interminable cuenta de la eternidad. Sin embargo, fue un día aciago para muchos empresarios paraguayos que lucran con el trabajo de los periodistas.
Es que el líder de los dueños de medios, Aldo Zuccolillo, se encuentra aterrorizado ante la perspectiva de que en Paraguay un gobierno pueda ser estable, duradero y sólido, escapando a la norma claudicante y presionable que le favorece, a través de una reelección que será decidida por los mismos electores.
Es fácil advertir la indiferencia del respetable público ante un debate generado en el seno de la clase política y azuzado por la prensa, no así en el pequeño círculo de empresarios que encabeza Zuccolillo, acostumbrado a decidir a quién elevar a la primera magistratura de la nación, para obtener bajo presión mediática todos los beneficios comerciales posibles cuando logró ubicarlo al frente del estado, para luego emprender ataques injuriosos contra su persona en el contexto de una nueva campaña por impulsar a un sucesor a la medida de las mismas expectativas.
Aunque en medio de la desesperación que les causa la inevitable enmienda, invoquen la “defensa de la constitución” es sabido por parte de la ciudadanía que para estos dueños del Paraguay no existe artículo, Ley o Constitución que valga cuando se proponen acrecentar su obscena fortuna personal.
En el caso de Zuccolillo, como es de público conocimiento, ni siquiera existe forma de hacerle pagar sus impuestos, pues se vale de jueces serviles y una justicia corrompida para recuperar el dinero pagado al fisco. De allí que la preservación del status quo le produce interminables noches de insomnio con el nuevo escenario.
Este sector empresarial se vale de intermediarios, sus lanzadas “figuras” del periodismo servil, a través de los cuales disputan la representatividad a las autoridades electas, con el infantil argumento de que sus empleados que trabajan en medios de comunicación “ganan elecciones todos los días” a través de la forzada “preferencia” de un público que debe leerlos, mirarlos por TV o sintonizarlos en la radio, sencillamente porque monopolizan todos los espacios.
O al menos eso sucedía hasta hace poco, cuando la “unidad granítica” del monopolio de los medios paraguayos empezó a resquebrajarse.
Desde sus “encumbradas” posiciones, muchos de estos comunicadores suponen estar iluminados y divinamente dotados para “movilizar a las masas”, aunque con rapidez se desentienden de protestas en las que los “ espontáneos manifestantes” que apoyan con toda su parafernalia, no logran superar los dos dígitos.
Es lo que ha sucedido en los últimos días, donde las escuálidas movilizaciones que lograron con el incentivo de grandes destaques, fue ampliamente superada por los adherentes que en diversos puntos del país, se manifestaban por la consigna de que quien debe decidir es el pueblo.
No está demás señalar que los países con mejores gobiernos en el mundo son aquellos que dan la oportunidad al electorado de reelegir al jefe de estado, y muchos de ellos de manera ilimitada. La idea de ser reelecto es un gran incentivo para que el presidente intente complacer las aspiraciones de quienes le votaron, y cumpla eficazmente con sus compromisos.
En Paraguay, el presidente no puede ser reelecto, algo que conviene a Zuccolillo y los empresarios que lidera. De esta manera, la regla es un gobierno displicente encabezado por un presidente que solo puede pensar en acrecentar su patrimonio, valiéndose de la corrupción estatal, y en hacer graciosas concesiones a sus allegados, dado que no tiene interés en plegarse a los deseos del pueblo y no le afecta terminar su mandato reprobado por la ciudadanía y los críticos.
Quienes buscan evitar la Enmienda Constitucional que autorice la reelección vivirán a partir de ahora días de zozobra constante, abusando de los grupos a los cuales deberán convocar a movilización una y otra vez, sin saber hasta cuándo. Como contrafigura tendrán enfrente a un grupo creciente que se va haciendo compacto, y que tiene una agenda bien planificada para derrotar la fórmula que tantas veces se ha repetido.
No es complicado advertir porqué, ante este escenario, la inevitable enmienda aterroriza a Zuccolillo.
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