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Así crea socialistas Wall Street

E. J. Dionne
E. J. Dionne
viernes, 30 de abril de 2010, 05:23 h (CET)
WASHINGTON - A lo mejor la próxima vez que alguien llame socialista a Barack Obama, el presidente no tiene que emitir una declaración negándolo. En lugar de eso podría invitar a su acusador a leer la trascripción de la vista celebrada en el Congreso esta semana que recoge los testimonios de los tipos de Goldman Sachs de traje impecable.

El capitalismo no ha recibido un bofetón así desde que Mr. Potter hizo su debut como el perverso banquero de "It's a wonderful life". Ningún tertuliano de izquierdas supo presentar una descripción tan dañina del capitalismo contemporáneo como el contenido de un correo electrónico que Fabrice "Fabulous Fab" Tourre, de Goldman, envió a su novia.

"Bueno", escribió, "¿y si creamos una 'cosa', que no tenga finalidad, que sea absolutamente conceptual y altamente teórica y que nadie sepa calificar?"

Tal vez Fab leyera una vez a Karl Marx al escribir: "Cuanto más abstracto es el dinero, menos natural es su relación con los demás bienes de consumo".

Si el dinero es una abstracción, las invenciones creativas del sector de la inversión son abstracciones de las abstracciones de la abstracción. Los bancos ya no conceden préstamos para comprar casas a la gente. Ahora los genios de Wall Street - y son ingeniosos - intercambian herramientas financieras extrañas en las que el préstamo original se envasa junto a miles más y se entierra bajo pilas de ecuaciones y galimatías económicos.

Goldman puede enfrentarse a los cargos de la Comisión de Valores y Cambio, pero es la totalidad de nuestro liberalizado sistema financiero lo que está en tela de juicio. Dentro este nuevo orden, la inventiva de nuestros emprendedores no sólo no se dedica a crear productos que mejoren realmente nuestra vida cotidiana (desde neveras a portátiles pasado por iPods), sino que también modela productos financieros "absolutamente conceptuales y muy teóricos" cuya principal función es la de enriquecer a un grupo muy reducido de personas bien situadas.

Los instrumentos financieros de complejidad progresiva son defendidos con el argumento de que mejoran la vida de todo hijo de vecino. Tourre ofrece esta justificación en otro de sus reveladores correos electrónicos: "De todas formas, sin sentirme culpable de todo esto, el verdadero propósito de mi trabajo es hacer que los mercados de capital sean más eficientes y que en última instancia ofrezcan al inversor estadounidense herramientas más eficaces para negociar su deuda y financiarse, de manera que mi trabajo tiene una finalidad humilde, noble y ética ;)"

Luego añadía: "¡es increíble lo bueno que soy engañándome a mi mismo!"

Las observaciones extraordinariamente puntuadas de Tourre aciertan de lleno en el debate que tenemos pendiente: ¿Cuántos de los argumentos ofrecidos en defensa de estas exóticas transacciones no son más que excusas de la posibilidad de hacerse de oro que ofrecen a unos pocos banqueros de inversión muy contados?

¿Tiene sentido tener inversiones inmobiliarias que hacen de "indicadores del mercado" inyectando basura financiera con una mano que a continuación apuesta por su caída con la otra? Supongamos por el bien del argumento que esto es perfectamente legal. La verdadera pregunta es: ¿Por qué?

Estoy dispuesto a creer que algunas de estas innovaciones financieras realizan un papel real para la economía real. Sí, es bueno que los agricultores puedan valerse del mercado de futuros para fijar los precios y que los mercados hipotecarios secundarios puedan liberar capital. Pero Wall Street ha ido mucho más allá de los propósitos originales de estos mecanismos y ha creado un mundo paralelo en el que los beneficios se reservan a los iniciados privilegiados y las pérdidas corren a cargo de todos los demás.

En un momento determinado de las vistas, el Senador Carl Levin interpretó el papel de Jimmy Stewart de buen banquero en "It's a wonderful life" describiendo el capitalismo como se supone que es. Levin señaló que el sector financiero "se ha concebido como un motor del crecimiento, apostando por los éxitos de América y no a sus fracasos".

Bueno, eso es lo que Wall Street proclama en sus anuncios de autobombo. Pero al defenderse de los cargos presentados, los iniciados del sector financiero reculan a la modestia diciendo que todo el mundo sabe que están ahí para ganar dinero y que es ingenuo hacerles responsables del impacto social de lo que hacen.

Es, en efecto, ingenuo esperar que el sector financiero actúe tan caritativamente como el Ejército de Salvación, y hay que respetar la franqueza brutal Fabulous Fab al hablar de esto. Lo cual nos lleva de vuelta al socialismo.

Las predicciones de Marx sobre el colapso inevitable del capitalismo se han equivocado hasta ahora porque el sistema ha funcionado razonablemente bien gracias a reglamentos y programas de redistribución implantados tras la Gran Depresión.

La moraleja es que la mejor forma de proteger al capitalismo es regularlo en el interés público. La forma más segura de crear socialistas es que todo el mundo sufra las consecuencias económicas de depender sólo de la bondad del corazón de Mr. Potter y Tourre Fabrice.

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